viernes, 31 de enero de 2014

¿Por qué les hablas por parábolas?



¿Por qué les hablas por parábolas?
 Rev. Gilberto M. Rufat

Base Bíblica: Mateo 13:1-23

Parábola del Sembrador
(Mr. 4.1–9; Lc. 8.4–8)


“1Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. 2Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. 3Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. 4Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. 5Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; 6pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. 8Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. 9El que tiene oídos para oír, oiga.

Propósito de las Parábolas
(Mr. 4.10–12; Lc. 8.9–10)


10Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? 11El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. 12Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. 15Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane. 16Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

Jesús Explica la Parábola del Sembrador
(Mr. 4.13–20; Lc. 8.11–15) 


18Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: 19Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. 20Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; 21pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. 22El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 23Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.”

Introducción
Sin duda alguna, las ilustraciones son poderosas como medios de comunicación en la enseñanza. Las ilustraciones como las parábolas, nos permiten presentar la idea central de un tema que puede ser profundo o escabroso. De hecho, a la mayoría de las personas les gustan las ilustraciones. Las parábolas como ilustraciones estaban basadas en el contexto del diario vivir del pueblo y por medio de ella, se presenta de manera gráfica, una verdad a la cual se está haciendo referencia en la enseñanza. Por tal razón, la parábola sirve para señalar, enfatizar o comunicar un punto.

El contexto de la parábola del sembrador está centrado en una mañana del ministerio de Jesús, en la cual se sentó junto al mar y se juntó mucha gente y entrando en una barca, comenzó a hablarles muchas cosas, por medio de parábolas. Los evangelios sinópticos nos ilustran varias de las parábolas y una de ellas fue la del sembrador (Mt. 13:1-23; Mr. 4.1–9; Lc. 8.4–8). ¿Cuál es el verdadero uso y propósito de las parábolas? ¿Estaban las parábolas diseñadas para que el pueblo humilde pudiera alcanzar entendimiento? ¿Fueron usadas para que una mayor cantidad de personas fuera alcanzada? Veamos.

El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios

Cuando Jesús terminó de enseñar, los discípulos le preguntaron: ¿Por qué les hablas por parábolas? Para sorpresa nuestra, Jesús no les dijo a sus discípulos que las parábolas facilitaban a los oyentes el poder entender. Para empezar, el primer error que muchos confrontan y aún algunos comentaristas de la Biblia es el presumir que alguien que no ha nacido de nuevo, pueda entender las verdades o misterios del Reino. Ejemplo de la imposibilidad de ello, lo podemos ver en Juan 3, en la conversación entre Jesús y Nicodemo. Jesús le dijo a Nicodemo que sin un nuevo nacimiento no hay posibilidad de entender el mensaje del Reino. 

La razón y sentido común son vitales para nuestras actividades cognitivas, pero no útiles sin la intervención del Espíritu Santo. La realidad teológica en la soteriología (cómo se da el proceso de la salvación), que algunos no han alcanzado a entender y otros simplemente rechazan por parecerles fuerte es, que tal proceso comienza cuando el pecador puede entender y ser persuadido por la gracia de Dios, lo que es precisamente un acto de Dios y no una decisión de la pura voluntad humana. Examinemos lo que la Biblia dice al respecto, para poder entender por qué Jesús hace uso de las parábolas. Algunos pasajes pueden arrojarnos luz al respecto.

“14Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1Co.2:14)

La palabra “no” del griego οὐ “ou” implica una negación absoluta. La palabra “percibe” del griego δέχομáé “déjomai” significa - percibir, recibir, tomar, aceptar. Pablo está diciendo claramente que el hombre en su estado caído o natural jamás podrá comprender la palabra de Dios. Sin la intervención divina, obrada por medio del Espíritu Santo, ningún hombre podría ser conducido a Cristo y esto es, a la salvación. ¿Por qué? Porque la palabra de Dios sólo puede ser entendida o discernida espiritualmente, a lo cual él no creyente está muerto en su pecado.

“1Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.” (Ef.2:1)

Pablo está precediendo a la resurrección del pecador, una intervención divina, para lograr que el muerto pueda recibir la gracia de la vida eterna. Por consiguiente, si el no creyente no puede levantarse por sí mismo de su estado de muerte, cómo podrá entender sin la obra de gracia. La realidad teológica es que sólo el Espíritu Santo de Dios puede traer un muerto a la vida. Nunca olvidaré cuando quien fuera mi pastor, el Rvdo. Carlos Cortés me preguntó basado en Ef.2:1, ¿cómo podía explicar que un muerto respondiera, si estaba muerto? La realidad es que pasaron unos años antes de que pudiera entender la pregunta en su complejidad y darme cuenta, que la única manera era bajo una intervención divina de la soberana gracia de Dios, de la cual yo mismo era partícipe. El hombre natural está totalmente incapacitado, no dice parcialmente.

“15En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. 16Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” (1Co.2:15-16)

Sin embargo, el creyente puede entender el mensaje del evangelio porque él fue iluminado por Espíritu Santo de Dios, el cual le capacita para entender los misterios del Reino de Dios, proveyéndole de la mente de Cristo.

“6Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. 7Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, 8la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. 9Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” (1Co.2:6-10).

Pablo dice: “Dios no las reveló a nosotros”, esto es, Dios nos permitió ver por medio del Espíritu Santo, lo que de otra manera jamás hubiésemos visto. Los creyentes no poseen un nivel de coeficiente mayor que los que no creen, todo lo contrario, la Biblia dice que muchos de los que creen, ni eso poseen.

“26Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29a fin de que nadie se jacte en su presencia.” (1Co.1:26-29)

Pablo dice con toda claridad que Dios lo decidió “a fin de que nadie se jacte en su presencia.”

“8Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe. 10Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Ef.2:8-10)

Tendré misericordia del que yo tenga misericordia

El segundo error consiste en que presumimos que la gracia de salvación es común a todos, esto es que todos tendrán la oportunidad de creer. Para empezar, es necesario entender lo que implica estar perdido o ser un pecador. Este asunto es uno que en muchos casos se toma con liviandad. No es mi propósito tratar o abordar el tema, pero las Sagradas Escrituras exponen que la misericordia no es lo que los pecadores merecemos, sino el juicio divino.

“23Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Ro.6:23)

Estamos tan acostumbrados a creer que como no hemos sido castigados de manera directa, al menos que sepamos o entendamos, que debe ser porque Dios nos tiene pena y siempre nos mira con misericordia. El problema consiste nuevamente, en que la misericordia no es lo que merecemos y el que Dios no tiene por qué ser misericordioso con todos.

“15PuesTendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. 16Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. 18De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.” (Ro.9:15-18)

Pablo quisiera que todos respondieran al mensaje del evangelio y mucho más sus hermanos en la carne, los judíos. Sin embargo, Pablo sabe que es prerrogativa divina el tener misericordia. Además, el apóstol asegura que Dios no tiene por qué tener misericordia, sino que, puede decidir dejar al pecador rebelde en su endurecimiento. Como cuestión de hecho, esto es lo que asegura Pablo sucede en este momento sobre la creación, que la ira de Dios ha permitido que el hombre se corrompa, ya que no quiso ni tan siquiera dar gracias a su Creador.

“18Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; 19porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” (Ro.1:18-21)

Esta es precisamente la razón, por la cual Jesús le dijo a sus discípulos; que el uso de las parábolas no es para que entiendan, sino para que continúen en su ignorancia y endurecimiento, ya que Dios los entregó a la inmundicia y a una mente reprobada.

“10Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? 11El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. 12Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. 15Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane. 16Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.” (Mt.13:10-16)

Alguien tal vez podría argumentar que la traducción no es la correcta y que no hay tal imposibilidad, sino una dificultad. El problema es que cuando examinamos las palabras vemos que es consistente con una negación o imposibilidad absoluta. La palabra “no” del griego οὐ “ou” implica una negación absoluta en el verso 11. La palabra “dado” en el verso 11 del griego δίδωμé “dídomi” significa - conceder, confiar, constituir, dar, dejar (lugar), entregar, permitir.

Jesús no le dijo a sus discípulos que les estaba facilitando la comprensión de los misterios del Reino al utilizar parábolas, sino que les hablaba por parábolas porque de todas maneras no entenderían. Acto seguido, Jesús cita parte del mensaje que recibió el profeta Isaías cuando fue llamado en el capítulo 6 de dicho libro.

“9Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. 10Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. 11Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en las casas, y la tierra esté hecha un desierto; 12hasta que Jehová haya echado lejos a los hombres, y multiplicado los lugares abandonados en medio de la tierra. 13Y si quedare aún en ella la décima parte, ésta volverá a ser destruida; pero como el roble y la encina, que al ser cortados aún queda el tronco, así será el tronco, la simiente santa.” (Isaías 6:9-13)

Dios le dijo al profeta con anticipación, que el corazón del pueblo estaba tan engrosado, que no permitiría la comprensión del mensaje que el mismo Isaías sería comisionado a predicar. El corazón como el asentimiento de la voluntad está cegado por causa del pecado, por tal razón, se requiere de la intervención divina. El problema es que Dios pasaría juicio sobre su pueblo y no gracia, por causa de su constante rebeldía. Esto, es lo mismo que Pablo presenta en la Primera carta a los Corintios, (1Co.2:14). Dios le dice al profeta que le enviará a predicar, pero que muy pocos entenderán y que únicamente un remanente que Dios mismo elegirá por gracia conformarán la simiente santa porque de ellos tendrá misericordia.

De manera, que los discípulos en Mateo 13, eran parte de la simiente santa o remanente escogido en gracia para Dios, por eso podían entender y Jesús se referiría a ellos como bienaventurados.

Bienaventurados vuestros ojos, porque ven

“16Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.” (Mt.13:16)

“…a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos…” (Mt.13:11)

Jesús le dijo a sus discípulos, a los que él escogió: “a vosotros os es dado saber”. La expresión “a vosotros” ya de por sí, implica una diferencia entre dos partes o cosas, en este caso, entre personas. ¿Cuál era la diferencia o mejor dicho el privilegio? Para ello, debemos entender el significado y el tiempo gramatical en que Jesús usa la palabra “dado”. La palabra dado del griego δίδωμé “dídomi” significa literalmente o figurativamente, conceder, confiar, constituir, dar, dejar (lugar). Jesús les está diciendo que Dios les otorgó algo que a otros no, el privilegio de entender. Pero, para aquellos que les gusta investigar aún más, miremos el tiempo gramatical, el que está en el perfecto indicativo pasivo. El tiempo en el indicativo señala un hecho. El tiempo gramatical en el pasivo indica que dicho hecho o acción es sobre aquellos a quienes se les habla o escribe. Y el tiempo perfecto describe una acción o más correctamente, un proceso, que tuvo lugar en el pasado, cuyos resultados han continuado hasta el presente. Los discípulos entienden porque se les ha dado el privilegio de entender lo que a otros no.

Cuando leemos la interpretación que Jesús dio de la parábola del sembrador (Mt.13:18-23), vemos que Jesús conocía de antemano el que no todos creerían, pues sólo los que entienden responderían.

“23Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.” (Mt.13:23) 

Mientras muchos tendrían oído y no entenderían, los discípulos o el remanente del cual Dios profetizó a través de Isaías en el capítulo 6, si entendería y a diferencia del Israel de la carne o por descendencia, estos recibirían el mensaje y darían fruto. Siguen existiendo hoy, como Jesús enseñó en el sermón de monte dos tipos de personas; los prudentes y los insensatos. La diferencia entre el uno y el otro es la gracia de Dios actuando de manera soberana sobre los primeros y para su gloria.

“24Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. 25Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. 28Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; 29porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.”(Mt.7:24-28) 

Hermano no es de todos la fe, ni de Dios el tener misericordia de todos. 

“2y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.” (2 Ts.3:2) 

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