martes, 21 de enero de 2014

Estudio Bíblico de Romanos 8



Estudio Bíblico de Romanos 8

Rev. Gilberto M. Rufat



Introducción

Pablo finalizó el capítulo siete de la carta a los Romanos, estableciendo la imposibilidad humana de poder satisfacer la demanda de la ley de Dios. Lo que a su vez, vuelve a demostrar nuestra culpabilidad, por cuanto todos pecamos (Ro.3:23). Sin embargo, también dejó claro, que era necesario el fin de la ley, a modo de dar paso a la gracia de Cristo. Para esto, el apóstol hizo uso de la analogía matrimonial, mediante la cual según la ley, una vez muerto el marido de una mujer, la misma quedaba libre. De forma que, si se unía a otro, no podía ser considerada adúltera.

“¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.” (Romanos 7:1-6)

Ahora, el creyente está unido a Cristo y no a la ley. Por consiguiente, la ley no puede reclamar nada sobre el creyente, pues ha cambiado de esposo. El propósito de la analogía del matrimonio es enseñarnos que pertenecemos a Cristo. Por consiguiente, la ley ya no puede reclamarnos, ni condenarnos. Al mismo tiempo, los que son salvos mediante la gracia, no pueden ser considerados adúlteros en términos teológicos.

“porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” (Romanos 10:4)

Por esta razón, Pablo comienza el capítulo ocho aseverando categóricamente, que quien ha recibido la salvación en Cristo no puede ser condenado. La razón como hemos visto, descansa en que los creyentes no sólo le pertenecen a Cristo, sino que viven por causa del Espíritu Santo de Dios. Por ende, no viven conforme a la carne (por sus propias fuerzas o virtud), ni conforme a la ley (por obediencia a la misma), ya que viven por causa de la gracia mediadora de Jesucristo.

“1Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”

V.1 Pablo comienza el capítulo ocho aseverando categóricamente que quien ha recibido la salvación en Cristo no puede ser ya condenado. Los creyentes no viven conforme a la carne, esto es que no son salvos por lo que hacen o dejan de hacer en su estado carnal. De todas maneras nada alcanzaron en la carne, pues la salvación es solamente por la fe. Una vez pagada la deuda en la cruz, la cual demandaba la muerte del pecador, nada hay que se le pueda reclamar al creyente, pues la deuda quedó salda o satisfecha.

El apóstol Pablo en Colosenses 3:13-16 cita “13Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 14anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
16Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo”.

Nuestras viejas y futuras obras no nos salvan, sino el llamado eficaz y la gracia regeneradora del Espíritu Santo sobre la base del sacrificio de la cruz. Sin embargo, algunos de manera equivocada interpretan que los que reciben salvación son los que no viven haciendo las cosas malas, pues para ellos, quien peca no puede salvarse. Estos interpretan que no andan en la carne como un requerimiento para alcanzar la salvación, la cual como hemos visto, es un acto otorgado por Dios, sin que en ella, tengamos mérito alguno. A lo que aquí se refiere no es que si el creyente cuando peca pueda perder su salvación, sino la imposibilidad de que alguien que viva por el Espíritu y que haya recibido la gracia salvadora pueda perderse. Pues la carne no es su dueño, sino el Espíritu. Dios no puede perder lo que es suyo. Además, si la interpretación fuera que la salvación está condicionada a vivir en el Espíritu, entonces no sería por gracia, sino por obras, lo cual el apóstol ha demostrado que es imposible.

Vivir en el Espíritu significa simplemente haber nacido de nuevo y haber sido sellados como propiedad de Dios. Efesios 1:13-14 expone lo siguiente: “3En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.

Pablo mismo finalizó el capítulo siete estableciendo que la ley demandaba nuestra culpabilidad por causa de nuestra carne. Ahora, la ley siendo cumplida en Cristo o siendo satisfecha mediante la cruz, ya no tiene dominio sobre el creyente. Como en la analogía del matrimonio, una vez muerto el marido la mujer queda libre, de manera que si se uniere a otro, no puede ser llamada adúltera. De modo que ahora el creyente está unido a Cristo. La ley entonces, no puede reclamar nada sobre el creyente, pues ha cambiado de esposo, siendo Cristo y le pertenecemos solo a él. El propósito de la analogía del matrimonio nos enseña que perteneciendo a Cristo, la ley no puede condenarnos.

“2Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”

V.2 Dios ha puesto su Espíritu en el creyente, el cual lo capacita, de manera que el pecado y la carne no tienen por qué enseñorearse de él.

Pablo dijo en Romanos 6:16-18 “16¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”.

“3Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”

V.3 Dios mismo reconoce la imposibilidad de la ley ante la naturaleza pecaminosa. De forma tal, que predestinó el enviar a su Hijo en semejanza de carne de pecado y por causa del pecado para satisfacer la demanda de la ley.

Isaías 53:10-11 señala, “10Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos”.

Hebreos 2:14-15 dice, “14Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”.

“4para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”

V.4 La justicia de Cristo se refiere al hecho de haber sido declarados libres de pecado. El creyente no depende de su carne, sino del Espíritu Santo, el cual ha venido a ser morada en él. El creyente literalmente vive por Cristo, pues ese era el plan eterno de Dios en Cristo, para aquellos que heredarían la salvación.

Efesios 1:7-11 lee como sigue, “7en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, 8que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, 10de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.
11En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad”.

“5Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu”


V.5 En la nueva naturaleza nos es otorgada una nueva conciencia que comprende y anhela las cosas de Dios.


1Corintios 2:14-16, “14Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 15En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. 16Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”.

El creyente es capacitado con la mente de Cristo. En Juan 15:15-16, Jesús le dijo a sus discípulos “15Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. 16No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé”.

“6Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”

V.6 El resultado de una vida en el Espíritu es mencionado en Gálatas 5:22-23, “22Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. De otra manera, no podríamos agradar a Dios, ni tampoco experimentar la vida y la paz que únicamente Dios da.

“7Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden 8y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”

V.7 La carne o la naturaleza caída, no puede sujetarse a Dios. Tales designios, como Pablo llama son enemistad contra Dios, de manera que si aún viviéramos en la carne, no podríamos tener ningún tipo de relación con Dios, ni podríamos ser llamados hijos de Dios.

V.8 Los que viven por la carne no pueden agradar a Dios. Hebreos 11:6 cita “6Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.

“9Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”

V.9 Pablo le dice a los creyentes que ninguno que ha nacido de nuevo puede vivir en la carne. Estos viven por el Espíritu, si es que han nacido de nuevo, por lo que han sido regenerados. Si alguno no ha sido llamado, entonces sí estaría bajo condenación, no por algún pecado especial, sino porque sin salvación no queda otra cosa que una horrenda expectación de condenación. Ningún creyente vive por la carne, aun cuando todavía pecamos. Nuestra vida y seguridad proceden de lo que Dios en su soberana gracia nos otorgó en Cristo.


“10Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia”

V.10 El primer punto que Pablo desarrolla es que si Cristo está en nosotros, el cuerpo está muerto por causa del pecado. Esto significa que todavía nuestra humanidad no ha sido plenamente transformada, aunque en segundo lugar dice, que lo que somos ahora, nuestro espíritu, vive por causa de la justicia. Los creyentes no son juzgados sobre la base de su justicia, pues no podrían ser salvos, sino que son perdonados y aceptados por la justicia de Dios en Cristo. Cristo es en nosotros la esperanza de gloria.

“11Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”

V.11 Si el Espíritu Santo mora en el creyente, Pablo concluye, él vivificará todo nuestro ser. La santificación es un proceso. Somos santos en el sentido de haber sido separados para Dios y somos llamados a la santidad, pero dicha obra de transformación la lleva a cabo Dios por su Espíritu en nosotros. Filipenses 1:6 expone, “6estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Pablo asegura que el mismo poder que levantó a Cristo de los muertos actúa en nosotros, de manera que podemos confiar en Dios y depender de él y no de nosotros.

“12Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne 13porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”

V.12-13 Nuestra deuda es con el Espíritu, por tal razón debemos vivir por el Espíritu, esto es, a ser guiados por el Espíritu.

Pablo enseña esta verdad en Gálatas 5:16-25, “16Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. 18Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. 22Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 25Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”.

“14Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”

V.14 La palabra guiados del griego “ágo” es un verbo primario, cuyo significado es guiar, conducir; por implicación de traer, arrear, llevar, meter, sacar, traer. En el evangelio de Juan 10:26-29, la Biblia lee como sigue: “26pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. 27Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”. Solamente los llamados pueden responder y ser guiados por Dios como hijos.

“15Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”

V.15 Hemos recibido el Espíritu Santo, lo cual implica que hemos sido adoptados y Dios es nuestro Padre. No somos extraños, sino hijos por adopción.

V.16 El propio Dios da testimonio de esto en las Escrituras, además que cada creyente recibe la gracia para creerlo. El sello de Dios en nosotros es una realidad y no una esperanza.

“17Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”

V.17 Ahora, si somos hijos, también somos herederos de Dios y coherederos con Cristo, si junto a él permanecemos. La vida cristiana desde los inicios no fue fácil. En Lucas 23:31, Jesús declaró: “…si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?”. Esto fue evidente en los primeros años de la Iglesia. La persecución, la hostilidad hacia los del Camino fue manifestada, pero también la gracia de Dios sosteniéndolos. ¡Qué mejor ejemplo que el de Esteban! En Hechos 7:59-60 la Biblia nos dice: “59Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. 60Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió”. Sólo los verdaderos creyentes fueron capacitados para no alejarse de Dios.

“18Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”

V.18 Pablo sabía que los creyentes enfrentarían persecuciones y aún la misma muerte, por causa de la fe en Cristo. Pero animaba a los creyentes a que su mirada estuviera puesta en la eternidad.

En Colosenses 3:1-4, Pablo dice: “1Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 4Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”.

“19Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza”

V.19-20 Pablo expone que aún la creación aguarda la manifestación de los hijos de Dios, diciendo que la propia creación espera la llegada de la culminación de la realización del soberano plan de Dios. ¿Cuánto más nosotros debemos aguardar con gozo el día de la segunda venida de Cristo?

“21porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora”

V.21-22 La misma creación será transformada en un estado de gloria con los hijos de Dios. ¡Qué maravilloso lo que nos aguarda! La creación está preparándose como la mujer embarazada, dice Pablo y aguarda la manifestación de los hijos de Dios.

“23y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”

V.23 Pablo expresó el hecho de que el creyente también anhela y aguarda el estado de adopción y transformación del cuerpo. Todavía no somos lo que hemos de ser (1Jn. 3:1-3).

“24Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”

V.24 El creyente llamado es salvado y llamado a permanecer en la esperanza de la transformación del cuerpo pecaminoso, donde ya no existirá más inclinación al pecado.

V.25 El creyente ha de vivir guardando y anhelando tal esperanza.

“26Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”

V.26-27 El mayor privilegio con relación a nuestra salvación es la morada de Espíritu Santo de Dios en la vida del creyente. “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.” (Efesios 1:13-14)

“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros.” (Romanos 8:9) De manera que, los creyentes no viven a expensas de su fuerza o espiritualidad, sino que son sostenidos por la obra del Espíritu Santo de Dios. El apóstol dice, que el Espíritu Santo obra en nosotros ayudándonos aún cuando oramos y no sabemos qué pedir como conviene, intercediendo por nosotros conforme a la voluntad de Dios. La expresión “conforme a la voluntad de Dios” no se refiere únicamente a que él nos ayuda a pedir lo que necesitamos, sino más bien a que él está en nosotros para cuidarnos. Todo esto proviene de la gracia de Dios en la vida de los creyentes, ya que como el apóstol asegurara a los filipenses: “…el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” (Filipenses 1:6)

“28Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”

V.28 Permítame invertir el orden del verso: “Los que son llamados conforme al propósito de Dios, todas las cosas les ayudan a bien pues han sido amados por Dios.”

A priori, parece indicar que es el amor de los hijos, el que hace que las cosas sean encaminadas para bien. Pero lo que realmente dice es que en los que son llamados por Dios, por medio de la obra del Espíritu, Dios obra para que en todas las cosas su propósito sea cumplido. Pablo está hablando de la seguridad que poseen los creyentes en Cristo, tema que desarrollará a través de todo el capítulo. La Biblia es clara y consistente, en establecer que los creyentes son amados por Dios y en que por virtud de su amor es que venceremos.

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” (1Juan 4:10)

“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.” (1Juan 4:19)

Pablo también desarrollará a través de la carta, el que fue fuimos llamados conforme al propósito de Dios. Jesús dijo con toda claridad y de manera categórica, sin excepción alguna, que nadie puede venir a él, sin que el Padre no le trajere hacia su persona.
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.” (Juan 6:37)

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.” (Juan 6:39)

“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” (Juan 6:44)

Nadie puede llamarse a sí mismo, por lo que solamente podemos responder al llamado. Sin embargo, aún nuestra respuesta es obrada por la gracia y la obra del Espíritu Santo. De modo que los creyentes no vivimos a expensas de nuestras decisiones, ni del devenir o del destino, sino que vivimos por la gracia de Dios. Por tal razón, en todas las cosas que nos acontecen, Dios obra y provee para que su voluntad en nosotros se cumpla. Note que la razón de tal garantía descansa, no en nuestra entrega y vida espiritual, sino en el llamado. Dios no prometió que no atravesaríamos por situaciones difíciles, oscuras, o aún la muerte, lo que si nos dijo es que estaría con nosotros todos los días y hasta el fin del mundo.

“29Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos”

V.29 Este verso indica con toda claridad que Dios predestinó la salvación de los que llamó. Conforme al versículo 28, el propósito de su designio fue el que los predestinados pasarán a ser semejantes a su Hijo. La palabra conforme del griego “summorfizo”, significa hacer de forma semejante a otra persona o cosa, hacer semejante. En la voz pasiva del verbo se traduce “llegando a ser semejantes”.

¿Cree usted que semejante plan descansaría en la debilidad de seres humanos, quienes nos rebelamos continuamente? NO. El plan de redención para los llamados, no sólo incluye el perdón de los pecados, sino el que también los llamados pasarán a ser hijos de Dios, no en calidad de deidad, sino en santidad. Tal propósito, no descansa en las decisiones de los hombres sino en el plan eterno de Dios en Cristo.

La Biblia cita: “3Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”. (Efesios 1:3-5)

Pablo manifiesta que Dios los conoció de antemano, ¿cuándo?, en la eternidad. Dios no espera, como algunos alegan, que todos respondan, pues desde la eternidad no sólo sabía que no todos responderían, sino que les sería imposible responder por causa del pecado. Dios únicamente aguarda por aquellos que predestinó, para que en todo sea Dios glorificado. “Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.” (2Timoteo 2:10)

“30Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”

V.30 Pablo no deja lugar a dudas de que el llamado junto a la respuesta de los creyentes ha sido afectado por la predestinación divina de Dios. El llamado, siempre será eficaz o como otros le han llamado, su gracia sobre los elegidos es irresistible. De manera tal que a los que predestinó, los llamó por medio del Espíritu Santo para que pudieran responder. Pablo expone que aquellos que responden al llamado divino, Dios justificó. Observe bien, que la justificación no es un estado alcanzado por los hombres, sino uno otorgado por Dios mediante la gracia, para el perdón y la misericordia sobre los que eligió y a los que justificados, también glorificó. Nuestra posición ya es segura en Cristo.

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” (Efesios 2:4-7)

“31¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? 32El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”

V.31 Si Dios decidió bendecirnos desde la eternidad, Pablo pregunta, ¿quién puede oponerse a ello? La respuesta del creyente no ha de ser otra, sino de gozo y humillación ante semejante amor. Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El precio fue calculado en la eternidad y Cristo estuvo dispuesto a satisfacerlo, gloria a Dios. ¿Cómo no nos dará con la salvación las demás cosas?

“22Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; 23a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole.” (Hechos 1:22-23)

“18sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.” (1Pedro 1:18-21)

V.32 Si Dios ofreció a su unigénito Hijo, como paga por nuestro rescate, ¿cómo no proveerá para las demás cosas? Si lo imposible fue realizado por Dios, nuestra salvación, ¿cómo no esperar de él las demás cosas? Los creyentes podemos confiar en que Dios proveerá siempre. ¡Gloria a Dios!

“33¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica 34¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”

V.33 Según Pablo, nadie puede acusar a los escogidos de Dios, pues él los justificó. En mi país de nacimiento, Puerto Rico, bajo el estado de derecho, nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo hecho. Si ya fuimos perdonados en Cristo, ¿quién nos condenará?

Nuestra deuda fue totalmente saldada: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:13-15)

V.34 Si el único que nos podía juzgar nos perdonó, entonces ¿quién nos acusará? Nadie podrá jamás presentar acusación por la que tengamos que pagar.

Ejemplo tenemos en Juan 8:10-11 “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.”

“35¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. 37Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”

V.35-39 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? Pablo afirma categóricamente, que nada jamás nos podrá separar del amor de Dios. No existe circunstancia que pueda apartar a los elegidos de la voluntad predestinada de Dios. En semejante caso, existiría algo más poderoso que el designio divino. Además, Dios se vería como uno impotente, lo que es una contradicción para la Deidad, si no pudiera cumplir con su voluntad. ¿Cómo podría ser merecedor de admiración en semejante caso? Antes, somos más que vencedores por medio de Jesús que nos amó. La batalla está gana, el precio fue pagado, nuestra salvación ha sido asegurada.

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