sábado, 18 de enero de 2014

La fe como ÚNICO medio de justicia, no la ley


La fe como ÚNICO medio de justicia, no la ley
Rev. Gilberto M. Rufat

Base Bíblica: Gálatas 3:6-18

Introducción
Vivimos dos mil años después de Jesucristo y todavía existe confusión y discordia sobre qué relación existe entre la ley y la fe en términos de la salvación. La duda de algunos creyentes sigue siendo, si somos salvos solamente por la fe. La realidad es que existe división entre varios sectores del cristianismo y aún fuera de él (judíos mesiánicos). Algunos proponen que somos salvos sólo por la fe, otros que lo somos mediante la ley, mientras que unos hacen una mezcla entre ambas. 

La carta a los Gálatas nos puede ayudar a clarificar nuestras dudas, pues la misma fue escrita con el propósito de aclarar y disipar las dudas que podrían existir sobre cómo ser salvos y sobre qué base descansa nuestra seguridad de salvación. En la carta a los Gálatas, el apóstol Pablo hace claro y firme, que los creyentes son salvos única y exclusivamente por medio de la fe, al recibir el mensaje del evangelio de Jesucristo. De hecho, el propósito de la carta era el de corregir el mensaje del evangelio, el que entre los galatienses empezaba a mezclar elementos de la fe con la ley. De forma que, Pablo se va a asegurar de dejar claro, que el fin de la ley es llevarnos a Cristo, pues no hay salvación por la ley. 

“…el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” (Romanos 10:4)

De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.(Gálatas3:24)

Ningún judío negará que el padre de la fe judía es Abraham. Tan importante es este personaje, que es padre de la fe del Judaísmo, del Islam y del Cristianismo. Por tal razón, Pablo usa el ejemplo de la justicia o salvación de Abraham para presentar la fe y no la ley escrita (la Tora) como el medio por el cual éste recibió la salvación, ya que la Tora, le fue dada a Moisés, cuatrocientos treinta años después de la promesa de Dios hecha a Abraham.

Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.

Pablo trae el hecho de que la propia ley escrita (la Tora), establece que Abraham fue justificado, esto es, perdonado gratuitamente porque le creyó a Dios y que dicha justicia es el más grande ejemplo de que la justificación sólo puede ser obtenida por la fe, pues desde el inicio, así fue. El apóstol dice que Abraham le creyó a Dios siendo llamado por él y esto fue lo único que Abraham hizo, responder al llamado de Dios por medio de la fe. En la epístola a los Romanos, el apóstol lo presenta de esta forma:

¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.” (Romanos 4:1-3)

Pablo no tenía la menor duda de que la justicia otorgada a Abraham por Dios, fue por medio de la fe. Lo primero que debemos entender es que toda nuestra deuda fue cubierta o pagada por medio de la muerte de Jesús en la cruz y que la única manera en que los hombres podemos tener una correcta relación con Dios es a través del perdón que únicamente Dios ofrece en Cristo Jesús. Es la justicia de Dios la que nos es imputada al momento en que creemos al evangelio. Esto significa que, el sacrificio de Jesús en la cruz es el saldo por todos nuestros pecados, pasados, presentes y aún futuros

Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.”

Note bien que en el Nuevo Testamento, Pablo (un judío) no dice que los hijos o herederos de la promesa son los descendientes de Abraham, los judíos, sino los creyentes. Pablo llama a la iglesia en Galacia a comprender esta verdad, “que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.” La salvación siempre ha sido a través de la soberana gracia de Dios por medio de la fe. De manera que, los que responden al llamado de la gracia de Dios, por medio del llamado del Espíritu Santo son contados como los hijos legítimos o descendiente de Abraham y no de otra manera.

Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.”

Nada de lo que Pablo le estaba enseñando a la Iglesia de Galacia era nuevo. Pablo expone que Dios habiendo planificado de antemano la salvación de los gentiles, dio anticipadamente a Abraham la promesa. “…en ti serán benditas todas las naciones.” De manera que, la fe fuera el elemento común a todos los que recibirían la justicia de Dios, pues todas las naciones, valga la redundancia, es interpretado como de todas las naciones, en las cuales estaban incluidos los gentiles. En otras palabras, que Dios predestinó a los elegidos de todas las razas desde antes, “de modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.” Observe que nuevamente, el apóstol señala con toda claridad, que los hijos de Abraham son todos los que creen, no los que descienden de Israel. En la epístola a los Romanos Pablo deja este punto sumamente claro cuando afirma:

No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. (Romanos 9:6-8)

Pablo pasará a argumentar, el por qué debía ser desde el principio por la fe.

Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.”

La ley nunca tuvo el propósito de ser un medio de salvación. Así que, los que dependen de la ley, indica Pablo, se hallarán siempre bajo condenación, pues la propia ley demandaba total obediencia, no parcial, ni momentánea, en todo tiempo, lugar y circunstancias. La ley escrita, por la cual algunos creen poder salvarse dice: “maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.” La razón es obvia, la ley demanda toda nuestra obediencia, lo que por causa de nuestra naturaleza caída es imposible. Pablo deja este otro punto claro en la carta a los Romanos, cuando dice:

“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne.” (Romanos 8:3)

En la carta de Santiago vemos la imposibilidad de ser salvos mediante la ley o las obras cuando afirma:

Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.” (Santiago 2:10)

Santiago está totalmente convencido de la imposibilidad de la salvación por la ley. No se trata de tratar, pues la ley escrita (la Tora) demanda total y absoluta obediencia a  Dios, ¿por qué? Porque el fin o propósito de la ley es llevarnos rendidos a Cristo, el aceptar nuestra pecaminosidad, no el de presumir de santidad.

Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá.”

Pablo también sostiene en su argumentación que el Antiguo Testamento señala el hecho de que el que es llamado justo, puede serlo únicamente a través de la fe. Observe a cualquiera que crea que puede ser salvo por la ley, sean cristianos o judíos mesiánicos, entre otros y siempre, no importa el enchape de santidad que parezca tener, verá a una persona orgullosa en sí misma, prepotente y arrogante y que su tendencia será en ver a los demás por debajo de sus hombros.  El profeta Habacuc bien lo dijo cuándo expone:

He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.” (Habacuc 2:4)

El orgullo no puede ser parte de aquel que ha sido rescatado de su miseria, de su pecado. El evangelio sigue siendo la comunicación de la gracia de Dios, a través de un mendigo a otro.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8-9)

Además Pablo añade:

y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.

Ahora el apóstol presenta otro argumento, la ley no nos llama a creer, sino a obedecer, por tal razón, no puede ser un medio para alcanzar la salvación. La ley dice; “El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.” La ley no nos llama a creer en ella, sino a obedecerla. Nuevamente, el argumento de Pablo es que nadie podrá salvarse a través de la ley, pues nadie puede vivirla a perfección.

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”


El apóstol nos lleva a la conclusión de toda su argumentación, al establecer que la propia muerte de Jesús en la cruz confirma la imposibilidad de alcanzar la salvación por medio de la ley. La única manera de salvación es mediante la redención en Cristo y esto, por medio de la fe. Sólo Jesús pudo cumplir a perfección la ley, para que a través de su muerte, tanto judíos como gentiles pudieran ser alcanzados mediante la promesa hecha a Abraham. Los creyentes, al igual que Abraham, reciben la salvación y beneficios del pacto mediante la sola fe en Cristo Jesús.

Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:3-4)

Pablo sabía que algunos inmediatamente argumentarían sobre dónde quedaría la ley. Por tal razón, les dice:

Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.

Recordemos que la promesa fue hecha a Abraham por medio de la fe, cuando aún no existía la ley como los judíos la recibirían a través de Moisés. Pablo amplía su argumentación sobre la salvación por la fe, estableciendo la firmeza del pacto, el cual nadie puede pretender cambiar. Intentar cambiarlo es adulterar el pacto y es precisamente lo que hacen sin entender algunos cristianos y judíos mesiánicos.

Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.

Pablo también aclara que la promesa no fue dada a todas las simientes, como si hablase de todos los descendientes de Abraham, sino a su simiente, estableciendo que es una, la cual es Cristo. De manera que, todos los creyentes en Cristo son salvos a través de la fe, así como Abraham fue salvo porque le creyó a Dios. Por consiguiente, todo creyente es hijo de Abraham, y heredero conforme a la promesa.  

Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.

Pablo expresa que Dios no alteró la promesa hecha a Abraham por medio de la ley escrita, la cual como hemos mencionado, fue entregada a través de Moisés 430 años después. Pablo señala que nadie puede invalidarla, ni cambiarla, la cual es dada por medio de la fe a todos los que creen (vea el verso 15, nuevamente). De manera, que el verdadero propósito de la ley no era conducirnos a la salvación mediante la misma (la ley), sino mediante Cristo, ya que todos somos culpables de violarla. Lo único que la ley puede hacer, es demostrar nuestra incapacidad de poder agradar a Dios mediante la misma y de evidenciar nuestra pecaminosidad. La ley entonces, no alteró el plan de Dios y por ende, la promesa, sino que ratificó la importancia de hallar la justicia por la fe.

Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.”

La conclusión final de Pablo es que la salvación no puede ser por medio de la fe y de la ley, pues  la promesa fue hecha y concedida únicamente mediante la fe.

¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.” (Gálatas 3:21-22)

Tratar de cambiar el pacto o la cláusula del pacto, es predicar un evangelio diferente y peligroso, pues Pablo le llama un evangelio anatema, esto es, maldito. Cuidado con intentar adulterar por conveniencia o por ignorancia el evangelio, pues como Pablo afirma,

“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.

Cuidado con desechar la gracia de Dios en Cristo, siguiendo un evangelio diferente.

“no desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.” (Gálatas 2:21)

Bendiciones…

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