Estudio bÍblico de romanos 9
Rev. Gilberto M. Rufat
Introducción
Rev. Gilberto M. Rufat
Introducción
Pablo finaliza el capítulo ocho asentando la
seguridad de salvación que posee el creyente en virtud de Cristo. El apóstol
expresa dicha seguridad en su afirmación de que nada nos separará del amor de Cristo. Seguridad que no descansa en
la espiritualidad alcanzada por el creyente, sino en la predestinación de Dios
padre y en su propósito. Propósito que va más allá de perdonar, sino el de
hacer de los elegidos, hijos a la imagen de su hijo Cristo.
Los hebreos no tenían ningún problema con la predestinación, pues creían ser el pueblo elegido por Dios. Podemos observar que toda la teología antiguo testamentaria, es la teología del pueblo elegido por Dios. Ahora bien, si todos los elegidos por Dios padre han de responder a su llamado, ¿qué pasó con Israel? ¿No es Israel el pueblo escogido por Dios? Aquí es donde inicia el capítulo nueve, en donde Pablo responderá por qué Israel en términos generales rechazó el evangelio.
“1Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, 2que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. 3Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne 4que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; 5de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén”
V.1-5 El apóstol inicia el capítulo con una profunda carga y dolor en el corazón por sus hermanos, los que son sus parientes, según la carne, los israelitas. Su amor es tal, que desearía ser él mismo anatema, separado de Cristo, por amor de sus hermanos. Presumo que en términos generales e independientemente del punto de vista doctrinal que asumamos respecto a la salvación, todo cristiano puede sentir empatía con el dolor de Pablo y hacerse eco de sus palabras por amor también de los suyos. Pero la realidad es que no está en nuestras manos el salvar, sino en Dios. La razón de la soberana gracia de Dios en la elección nunca nos es revelada. Solamente sabemos que Dios en su libre voluntad decidió quiénes se salvarían.
En 1Pedro 1:2 Pedro le escribe a los creyentes expatriados independientemente del lugar donde se encontrasen, que habían sido “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”.
El significado de elegidos del griego “eklektós” es selecto; por implicación favorito: elegir, elegido, escoger, escogido. Observe que dice “elegidos según su presciencia”. La palabra presciencia del griego “prógnosis” significa pensamientos por adelantado, conocimiento anticipado. De ahí que el pensamiento es que Dios los conoció de antemano y los eligió para salvación.
Es importante que los que se oponen a la doctrina de la elección, únicamente por parecerle injusta o ilógica deberían meditar en las palabras de Job en el capítulo 23:13-15 cuando dice: “Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo. El, pues, acabará lo que ha determinado de mí; Y muchas cosas como estas hay en él. Por lo cual yo me espanto en su presencia; Cuando lo considero, tiemblo a causa de él”.
“6No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, 7ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia 8Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes”
V.6-8 ¿Había fallado la palabra de Dios o habían fallado los judíos? Pablo contesta que Dios nunca ha fallado. El problema consiste según Pablo, en no entender quiénes forman el verdadero pueblo de Dios. El pensamiento judío era que por ser israelitas eran parte del Israel de Dios o por ser descendientes de Abraham eran hijos de la promesa, a lo que el apóstol contesta que la descendencia de los hijos de Dios no era por genealogía. Los hijos de Dios no lo son según la carne, sino, según la promesa. Lo que Pablo está diciendo con toda claridad es que no por ser descendientes de Abraham eran herederos del pacto.
“12Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:12-13)
La palabra “Israel” significa “padre de mucha gente”. Ahora, ¿quiénes eran estos de los cuales Abraham era padre? Pablo dice que eran todos los que habrían de responder en fe como Abraham.
Gálatas 3:6-9 cita: “6Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 7Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. 8Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham”.
“16Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16).
Note que habla de hijos según su simiente, pero Abraham tenía dos simientes; la de Ismael, sin promesa y la de Isaac, con promesa, cuya simiente es Cristo. En la epístola a los Gálatas, Pablo presenta también a los dos hijos de Abraham como una alegoría, la cual muestra quiénes heredarían la promesa y quiénes no y por qué.
Gálatas 4:21-31 “21Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? 22Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. 23Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. 24Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. 25Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 26Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre. 27Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz; Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto; Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido. 28Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. 29Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. 30Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. 31De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre”.
El nacimiento de Ismael fue planificado y ejecutado por disposición humana, pero el milagro de Isaac por voluntad y promesa divina, así lo son los elegidos de Dios, no por obras, ni por ley, sino por el que llama según su voluntad.
“9Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo 10Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre 11(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), 12se le dijo: El mayor servirá al menor”
V.9 La promesa fue que, a través de Sara, en el tiempo de Dios nacería el hijo prometido a Abraham. De la misma manera en Cristo, es llamada la verdadera simiente de Dios, la cual se completará en el tiempo de Dios. Veinticinco años después de Abraham recibir la promesa de un hijo por provisión o disposición divina, se cumplió la promesa en Isaac y miles de años después, en Cristo se ratificaría el pacto.
V.10-12 Vemos que Pablo está fundamentando su teología en cuanto a la elección, en el libro de Génesis, haciendo uso de la historia de Abraham, así como de la historia de Rebeca.
Génesis 25:20-23 “20y era Isaac de cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel arameo de Padan-aram, hermana de Labán arameo. 21Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer. 22Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová; 23y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor.”
Pablo presenta la doctrina de la elección en el caso de Rebeca mediante los dos gemelos que tendría, siendo estéril, a los cuales de antemano se les dijo que el mayor serviría al menor. El apóstol presenta que todo aconteció para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama. La palabra elección del griego “eklogué” significa selección (abstractamente o concretamente): elección, escoger. La verdad es que Dios es quien llama y a los que elige, predispone para que sea hecho en todo su voluntad.
“13Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí”
V.13 Los que se oponen a la libre determinación del consejo de Dios, deberían evaluar su postura, pues toda la teología de lo que llamamos o catalogamos como Antiguo Testamento es la teología de la elección de Dios sobre Israel. Para muestra de ello, el apóstol vuelve a traer otro ejemplo histórico, ahora en la vida de Jacob y Esaú. Historia que yace en Génesis, pero que Pablo la fundamenta en Malaquías 1:2-3 el cual cita: “2Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, 3y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto”.
“A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” dice Dios, a través del profeta Malaquías. De manera que Pablo presenta el que las Sagradas Escrituras afirman la libre determinación de Dios sobre los que él elige. Recuerde que aunque decimos Pablo o el profeta dijo, la realidad es que lo expresado por el profeta del Espíritu Santo es, lo cual lo constituye no en la posición del profeta o la posición Paulina, sino en la divina.
No hay manera de no percatarse, si se está en la búsqueda de la verdad y no buscando conveniencias humanas, que no veamos a Dios eligiendo de manera soberana en cada una de estas historias u acontecimientos. Que en cada uno de ellos, Dios ha estado en control siempre y que ha obrado de manera que su propósito o voluntad se cumpla, no dejando nada sobre decisiones humanas, sino que todo lo ejecuta por disposición soberana, lo entendamos o no.
“14¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera”
V.14 Pablo se adelanta a las objeciones sabiendo que la doctrina de la elección podría parecer injusta y se pregunta, ¿hay injusticia en Dios? ¿Es injusto que Dios ame a Jacob y aborrezca a Esaú? El problema que algunos enfrentan al interpretar dicho pasaje es que parten de premisas equivocadas. En el pasaje previo, si se presumiera que Dios debe tener misericordia, se estaría equivocado, pues Dios no tiene por qué ser misericordioso. La misericordia no es lo que merecemos, aunque sí el juicio de Dios por nuestra rebeldía. Segundo, Dios puede y de hecho lo hace, el tener misericordia de quien él quiera tener misericordia. Dios no hace en ello nada injusto, pues de todas maneras si reclamáramos justicia, el resultado sería nuestra condenación.
“15Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca”
V.15 El diccionario Vine dice que misericordia significa, en general, sentir simpatía con otra persona en su miseria y especialmente simpatía manifestada en actos. Es prerrogativa divina el tener misericordia. Dios dijo a Moisés que él tendrá misericordia o se compadecerá de quien él quiera. Los que reciben misericordia, claramente no reciben lo que merecen, pero los que reciben juicio, reciben lo que merecen. Dios no es injusto porque pudiendo enjuiciar a todos haya decidido tener misericordia de algunos.
Todos los días decidimos consciente o inconscientemente el favorecer a unos, mientras no favorecemos a otros. Si un matrimonio quisiera optar por adoptar un niño, esto sería un acto de gracia y bendición sobre el niño. Sin embargo, el hecho de que no adoptaran a todos los niños, ¿constituiría el acto en uno injusto?
La argumentación razonable para algunos estriba en que Dios debería darles a todos la misma medida, lo que resultaría en enjuiciar a todos o en salvar a todos. Si nos detuviésemos un momento a pensar sobre ello, no sería insensato mostrarnos como presumidos al tratar a Dios de injusto y por otra parte, demostrar arrogancia al mero hecho de pretender proponer un mejor plan.
“16Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”
V.16 “Así que no depende del que quiere”. La palabra quiere del griego “thelo” significa querer, desear, implicando volición y propósito, con frecuencia una determinación. Se traduce con el verbo querer con la mayor frecuencia.[1] De manera que la salvación no depende de otra cosa, sino de la elección divina, pues ni el desearla, ni el ir tras ella, nos haría merecedores. Es Dios quien decide, como ya hemos visto, el tener misericordia, de forma que nuestra decisión por Cristo es precedida por el acto de la voluntad divina.
En 2Timoteo 1:9 la Biblia cita: “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”.
Nos salvó, antes de los tiempos, llamándonos con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo.
En 2Timoteo 2:10 el apóstol también expone: “Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna”.
Pablo está consciente de que no todos responderían al evangelio y que sólo los elegidos lo harían; los escogidos, del griego “eklektos” lo cual significa escogido, elegido.
Pablo expresa: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).
¿Cuándo preparó las buenas obras? “3Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:3-5).
La elección puede que sea un misterio en términos de a quiénes Dios escogió y por qué, pero no la elección, pues ésta es mencionada una y otra vez en la Biblia. Como hemos mencionado, todo el registro del Antiguo Testamento es el de la elección de Dios sobre Israel.
“El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella” (Hechos 13:17).
Escogió del griego “eklego” significa entresacar, seleccionar. Significa, en la voz media, elegir para sí, no implicando ello necesariamente el rechazo de lo que no ha sido elegido, sino elegir con las ideas subordinadas de bondad, favor o amor.[2] No creo que alguien pueda argumentar el que Dios de manera soberana decidió escoger a Israel entre otros pueblo. “¿Por qué? No porque Israel lo eligiera a él primero, ni porque Israel mereciera su favor. En realidad, Israel era todo lo contrario, ya que no era ni numeroso ni justo, sino débil, pequeño, y rebelde (Deuteronomio 7.7; 9.4–6). El amor de Dios hacia Israel era libre y espontáneo, ejercido a pesar de no merecerlo ellos. La única razón residía en su propia buena voluntad”.[3]
“17Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra 18De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece”
V.17 Pablo vuelve a citar las Sagradas Escrituras para validar y ejemplificar su punto, usando ahora la persona de faraón (Éxodo 9:16). Pablo pasa su argumento no solamente a que Dios decide sobre los que se salvan, sino que permite el endurecimiento de los que le rechazan. De manera que unos son socorridos, mientras otros son dejados a vivir en su propia condenación, en los cuales Dios también muestra su elección. Observe que dice: “para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra”, todo lo que sucede tendrá el propósito de resaltar al final su soberanía y gloria.
V.18 Así que, al que Dios quiere salvar lo predispone y a quien no, lo endurece, permitiendo seguir el curso del pecado, sin intervención divina.
“19Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?”
V.19 Aquí observamos que Pablo se adelanta a la próxima objeción que algunos se plantearían, ¿por qué entonces inculpa? El argumento consistía en que si los no elegidos son dejados en su condición pecaminosa, ¿por qué Dios los habría de juzgar? Pablo estaba consciente de dicha objeción, pero señala que esta pregunta falta al reconocimiento de quiénes somos y quién es Dios. ¿Puede algún humano discutir o presumir de ser más sabio o misericordioso que Dios? El apóstol no trata de explicar por qué Dios simplemente abandona a los no elegidos en su pecado, mientras a los escogidos, socorre, simplemente dice que esa es la voluntad de Dios. Argumentar contra la elección de Dios es rebelarse contra su voluntad.
“20Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?”
V.20 ¿Tiene el hombre algún tipo de prerrogativa sobre Dios? ¿Podrá éste ser más sabio que Dios? ¿Tendríamos nosotros un mejor plan? Independientemente de nuestra contestación, no tenemos autoridad sobre lo establecido por Dios y aún toda la argumentación del mundo, no cambiaría su plan. Al altercar contra Dios, la doctrina de la elección eterna, no atacamos al apóstol, sino a Dios. En otras palabras, nos rebelamos contra lo establecido por Dios.
“21¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?”
V.21 Es un hecho notable, que aquellos que embisten la doctrina de la salvación, la atacan sobre la base del libre albedrío, como si el libre albedrío aun sin la caída, no estuviese sujeto a la voluntad de Dios. ¿De cuándo acá Dios está sujeto al libre albedrío?, si es que existe tal cosa como “libre albedrío”. Pablo se reitera en que Dios tiene toda la potestad y es evidente que la ha utilizado para determinar lo que él quiso.
“22¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, 23y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria 24a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?”
V.22-23 Pablo muestra que Dios sabía de antemano que no todos creerían, pues nadie creería si no fuera predispuesto por Dios, que en su plan estaría el aguardar con paciencia el pecado de los vasos de ira (los no elegidos) y mostrar las riquezas de su gloria en los vasos de misericordia (los elegidos), que él, observe, preparó de antemano para su gloria.
V.24 No pierda de vista que Pablo llama vasos de misericordia a los elegidos y no a todos. Esto es, llama vasos de misericordia a los creyentes en la fe, lo que nada tiene que ver con genealogías judías, sino con la fe como regalo de la gracia que recibirían los elegidos para creer y ser salvos.
“25Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada. 26Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente”
V.25-26 Citando en este momento al profeta Oseas, comenta que Dios llamaría un pueblo que no era contado como su pueblo (Oseas 2:3; 1:10). Esto refiriéndose a los gentiles, lo cual para los judíos era todo un misterio. Pablo muestra nuevamente, el que su doctrina estaba fundamentada sobre la ley y los profetas y no en herejías.
“26el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, 27a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:26-27).
“27También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo; 28porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud. 29Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes”
V.27-29 Como hemos visto hasta el presente, Pablo reiteradamente argumenta su posición sobre la elección divina basada en las Escrituras. Ahora haciendo uso del profeta Isaías, asevera, que únicamente un pequeño remanente de Israel sería salvo y que este remanente sería como todos los elegidos; por gracia y por elección divina. Pablo contesta nuevamente la pregunta inicial del capítulo nueve, ¿había fallado la palabra de Dios o habían fallado los judíos? La contestación es que no había fallado la palabra de Dios, pues la misma palabra de Dios expresa que solamente un remanente sería salvo y no todo Israel.
30¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; 31mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. 32¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, 33como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado”
V.30-33 Ahora Pablo enfrenta la última objeción que podían presentar ante su mensaje, ¿cómo los gentiles alcanzaron misericordia y los judíos fueron endurecidos? Esto, sin duda alguna debía ser una herejía.
Además, era irónico que los gentiles estuviesen más abiertos al evangelio que los propios judíos, de los cuales había venido el Mesías. Parecería contradictorio que los que no buscaban justicia, la alcanzaran por la fe, mientras que los que la buscaban mediante la ley, la rechazaran. Sin embargo, Pablo establece que los israelitas tropezaron con la piedra de tropiezo, esto es Cristo. Desecharon la piedra angular, sin la cual nadie será salvo. En el próximo capítulo (Romanos 10), Pablo revelará el por qué de ello, lo que presentará como el plan de Dios para la inclusión del pueblo gentil.
[1]Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.
[2]Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.
Los hebreos no tenían ningún problema con la predestinación, pues creían ser el pueblo elegido por Dios. Podemos observar que toda la teología antiguo testamentaria, es la teología del pueblo elegido por Dios. Ahora bien, si todos los elegidos por Dios padre han de responder a su llamado, ¿qué pasó con Israel? ¿No es Israel el pueblo escogido por Dios? Aquí es donde inicia el capítulo nueve, en donde Pablo responderá por qué Israel en términos generales rechazó el evangelio.
“1Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, 2que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. 3Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne 4que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; 5de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén”
V.1-5 El apóstol inicia el capítulo con una profunda carga y dolor en el corazón por sus hermanos, los que son sus parientes, según la carne, los israelitas. Su amor es tal, que desearía ser él mismo anatema, separado de Cristo, por amor de sus hermanos. Presumo que en términos generales e independientemente del punto de vista doctrinal que asumamos respecto a la salvación, todo cristiano puede sentir empatía con el dolor de Pablo y hacerse eco de sus palabras por amor también de los suyos. Pero la realidad es que no está en nuestras manos el salvar, sino en Dios. La razón de la soberana gracia de Dios en la elección nunca nos es revelada. Solamente sabemos que Dios en su libre voluntad decidió quiénes se salvarían.
En 1Pedro 1:2 Pedro le escribe a los creyentes expatriados independientemente del lugar donde se encontrasen, que habían sido “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”.
El significado de elegidos del griego “eklektós” es selecto; por implicación favorito: elegir, elegido, escoger, escogido. Observe que dice “elegidos según su presciencia”. La palabra presciencia del griego “prógnosis” significa pensamientos por adelantado, conocimiento anticipado. De ahí que el pensamiento es que Dios los conoció de antemano y los eligió para salvación.
Es importante que los que se oponen a la doctrina de la elección, únicamente por parecerle injusta o ilógica deberían meditar en las palabras de Job en el capítulo 23:13-15 cuando dice: “Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo. El, pues, acabará lo que ha determinado de mí; Y muchas cosas como estas hay en él. Por lo cual yo me espanto en su presencia; Cuando lo considero, tiemblo a causa de él”.
“6No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, 7ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia 8Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes”
V.6-8 ¿Había fallado la palabra de Dios o habían fallado los judíos? Pablo contesta que Dios nunca ha fallado. El problema consiste según Pablo, en no entender quiénes forman el verdadero pueblo de Dios. El pensamiento judío era que por ser israelitas eran parte del Israel de Dios o por ser descendientes de Abraham eran hijos de la promesa, a lo que el apóstol contesta que la descendencia de los hijos de Dios no era por genealogía. Los hijos de Dios no lo son según la carne, sino, según la promesa. Lo que Pablo está diciendo con toda claridad es que no por ser descendientes de Abraham eran herederos del pacto.
“12Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (Juan 1:12-13)
La palabra “Israel” significa “padre de mucha gente”. Ahora, ¿quiénes eran estos de los cuales Abraham era padre? Pablo dice que eran todos los que habrían de responder en fe como Abraham.
Gálatas 3:6-9 cita: “6Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 7Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. 8Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham”.
“16Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16).
Note que habla de hijos según su simiente, pero Abraham tenía dos simientes; la de Ismael, sin promesa y la de Isaac, con promesa, cuya simiente es Cristo. En la epístola a los Gálatas, Pablo presenta también a los dos hijos de Abraham como una alegoría, la cual muestra quiénes heredarían la promesa y quiénes no y por qué.
Gálatas 4:21-31 “21Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? 22Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. 23Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. 24Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. 25Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 26Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre. 27Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz; Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto; Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido. 28Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. 29Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. 30Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. 31De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre”.
El nacimiento de Ismael fue planificado y ejecutado por disposición humana, pero el milagro de Isaac por voluntad y promesa divina, así lo son los elegidos de Dios, no por obras, ni por ley, sino por el que llama según su voluntad.
“9Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo 10Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre 11(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), 12se le dijo: El mayor servirá al menor”
V.9 La promesa fue que, a través de Sara, en el tiempo de Dios nacería el hijo prometido a Abraham. De la misma manera en Cristo, es llamada la verdadera simiente de Dios, la cual se completará en el tiempo de Dios. Veinticinco años después de Abraham recibir la promesa de un hijo por provisión o disposición divina, se cumplió la promesa en Isaac y miles de años después, en Cristo se ratificaría el pacto.
V.10-12 Vemos que Pablo está fundamentando su teología en cuanto a la elección, en el libro de Génesis, haciendo uso de la historia de Abraham, así como de la historia de Rebeca.
Génesis 25:20-23 “20y era Isaac de cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel arameo de Padan-aram, hermana de Labán arameo. 21Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer. 22Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová; 23y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor.”
Pablo presenta la doctrina de la elección en el caso de Rebeca mediante los dos gemelos que tendría, siendo estéril, a los cuales de antemano se les dijo que el mayor serviría al menor. El apóstol presenta que todo aconteció para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama. La palabra elección del griego “eklogué” significa selección (abstractamente o concretamente): elección, escoger. La verdad es que Dios es quien llama y a los que elige, predispone para que sea hecho en todo su voluntad.
“13Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí”
V.13 Los que se oponen a la libre determinación del consejo de Dios, deberían evaluar su postura, pues toda la teología de lo que llamamos o catalogamos como Antiguo Testamento es la teología de la elección de Dios sobre Israel. Para muestra de ello, el apóstol vuelve a traer otro ejemplo histórico, ahora en la vida de Jacob y Esaú. Historia que yace en Génesis, pero que Pablo la fundamenta en Malaquías 1:2-3 el cual cita: “2Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, 3y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto”.
“A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” dice Dios, a través del profeta Malaquías. De manera que Pablo presenta el que las Sagradas Escrituras afirman la libre determinación de Dios sobre los que él elige. Recuerde que aunque decimos Pablo o el profeta dijo, la realidad es que lo expresado por el profeta del Espíritu Santo es, lo cual lo constituye no en la posición del profeta o la posición Paulina, sino en la divina.
No hay manera de no percatarse, si se está en la búsqueda de la verdad y no buscando conveniencias humanas, que no veamos a Dios eligiendo de manera soberana en cada una de estas historias u acontecimientos. Que en cada uno de ellos, Dios ha estado en control siempre y que ha obrado de manera que su propósito o voluntad se cumpla, no dejando nada sobre decisiones humanas, sino que todo lo ejecuta por disposición soberana, lo entendamos o no.
“14¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera”
V.14 Pablo se adelanta a las objeciones sabiendo que la doctrina de la elección podría parecer injusta y se pregunta, ¿hay injusticia en Dios? ¿Es injusto que Dios ame a Jacob y aborrezca a Esaú? El problema que algunos enfrentan al interpretar dicho pasaje es que parten de premisas equivocadas. En el pasaje previo, si se presumiera que Dios debe tener misericordia, se estaría equivocado, pues Dios no tiene por qué ser misericordioso. La misericordia no es lo que merecemos, aunque sí el juicio de Dios por nuestra rebeldía. Segundo, Dios puede y de hecho lo hace, el tener misericordia de quien él quiera tener misericordia. Dios no hace en ello nada injusto, pues de todas maneras si reclamáramos justicia, el resultado sería nuestra condenación.
“15Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca”
V.15 El diccionario Vine dice que misericordia significa, en general, sentir simpatía con otra persona en su miseria y especialmente simpatía manifestada en actos. Es prerrogativa divina el tener misericordia. Dios dijo a Moisés que él tendrá misericordia o se compadecerá de quien él quiera. Los que reciben misericordia, claramente no reciben lo que merecen, pero los que reciben juicio, reciben lo que merecen. Dios no es injusto porque pudiendo enjuiciar a todos haya decidido tener misericordia de algunos.
Todos los días decidimos consciente o inconscientemente el favorecer a unos, mientras no favorecemos a otros. Si un matrimonio quisiera optar por adoptar un niño, esto sería un acto de gracia y bendición sobre el niño. Sin embargo, el hecho de que no adoptaran a todos los niños, ¿constituiría el acto en uno injusto?
La argumentación razonable para algunos estriba en que Dios debería darles a todos la misma medida, lo que resultaría en enjuiciar a todos o en salvar a todos. Si nos detuviésemos un momento a pensar sobre ello, no sería insensato mostrarnos como presumidos al tratar a Dios de injusto y por otra parte, demostrar arrogancia al mero hecho de pretender proponer un mejor plan.
“16Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”
V.16 “Así que no depende del que quiere”. La palabra quiere del griego “thelo” significa querer, desear, implicando volición y propósito, con frecuencia una determinación. Se traduce con el verbo querer con la mayor frecuencia.[1] De manera que la salvación no depende de otra cosa, sino de la elección divina, pues ni el desearla, ni el ir tras ella, nos haría merecedores. Es Dios quien decide, como ya hemos visto, el tener misericordia, de forma que nuestra decisión por Cristo es precedida por el acto de la voluntad divina.
En 2Timoteo 1:9 la Biblia cita: “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”.
Nos salvó, antes de los tiempos, llamándonos con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo.
En 2Timoteo 2:10 el apóstol también expone: “Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna”.
Pablo está consciente de que no todos responderían al evangelio y que sólo los elegidos lo harían; los escogidos, del griego “eklektos” lo cual significa escogido, elegido.
Pablo expresa: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).
¿Cuándo preparó las buenas obras? “3Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:3-5).
La elección puede que sea un misterio en términos de a quiénes Dios escogió y por qué, pero no la elección, pues ésta es mencionada una y otra vez en la Biblia. Como hemos mencionado, todo el registro del Antiguo Testamento es el de la elección de Dios sobre Israel.
“El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella” (Hechos 13:17).
Escogió del griego “eklego” significa entresacar, seleccionar. Significa, en la voz media, elegir para sí, no implicando ello necesariamente el rechazo de lo que no ha sido elegido, sino elegir con las ideas subordinadas de bondad, favor o amor.[2] No creo que alguien pueda argumentar el que Dios de manera soberana decidió escoger a Israel entre otros pueblo. “¿Por qué? No porque Israel lo eligiera a él primero, ni porque Israel mereciera su favor. En realidad, Israel era todo lo contrario, ya que no era ni numeroso ni justo, sino débil, pequeño, y rebelde (Deuteronomio 7.7; 9.4–6). El amor de Dios hacia Israel era libre y espontáneo, ejercido a pesar de no merecerlo ellos. La única razón residía en su propia buena voluntad”.[3]
“17Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra 18De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece”
V.17 Pablo vuelve a citar las Sagradas Escrituras para validar y ejemplificar su punto, usando ahora la persona de faraón (Éxodo 9:16). Pablo pasa su argumento no solamente a que Dios decide sobre los que se salvan, sino que permite el endurecimiento de los que le rechazan. De manera que unos son socorridos, mientras otros son dejados a vivir en su propia condenación, en los cuales Dios también muestra su elección. Observe que dice: “para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra”, todo lo que sucede tendrá el propósito de resaltar al final su soberanía y gloria.
V.18 Así que, al que Dios quiere salvar lo predispone y a quien no, lo endurece, permitiendo seguir el curso del pecado, sin intervención divina.
“19Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?”
V.19 Aquí observamos que Pablo se adelanta a la próxima objeción que algunos se plantearían, ¿por qué entonces inculpa? El argumento consistía en que si los no elegidos son dejados en su condición pecaminosa, ¿por qué Dios los habría de juzgar? Pablo estaba consciente de dicha objeción, pero señala que esta pregunta falta al reconocimiento de quiénes somos y quién es Dios. ¿Puede algún humano discutir o presumir de ser más sabio o misericordioso que Dios? El apóstol no trata de explicar por qué Dios simplemente abandona a los no elegidos en su pecado, mientras a los escogidos, socorre, simplemente dice que esa es la voluntad de Dios. Argumentar contra la elección de Dios es rebelarse contra su voluntad.
“20Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?”
V.20 ¿Tiene el hombre algún tipo de prerrogativa sobre Dios? ¿Podrá éste ser más sabio que Dios? ¿Tendríamos nosotros un mejor plan? Independientemente de nuestra contestación, no tenemos autoridad sobre lo establecido por Dios y aún toda la argumentación del mundo, no cambiaría su plan. Al altercar contra Dios, la doctrina de la elección eterna, no atacamos al apóstol, sino a Dios. En otras palabras, nos rebelamos contra lo establecido por Dios.
“21¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?”
V.21 Es un hecho notable, que aquellos que embisten la doctrina de la salvación, la atacan sobre la base del libre albedrío, como si el libre albedrío aun sin la caída, no estuviese sujeto a la voluntad de Dios. ¿De cuándo acá Dios está sujeto al libre albedrío?, si es que existe tal cosa como “libre albedrío”. Pablo se reitera en que Dios tiene toda la potestad y es evidente que la ha utilizado para determinar lo que él quiso.
“22¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, 23y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria 24a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?”
V.22-23 Pablo muestra que Dios sabía de antemano que no todos creerían, pues nadie creería si no fuera predispuesto por Dios, que en su plan estaría el aguardar con paciencia el pecado de los vasos de ira (los no elegidos) y mostrar las riquezas de su gloria en los vasos de misericordia (los elegidos), que él, observe, preparó de antemano para su gloria.
V.24 No pierda de vista que Pablo llama vasos de misericordia a los elegidos y no a todos. Esto es, llama vasos de misericordia a los creyentes en la fe, lo que nada tiene que ver con genealogías judías, sino con la fe como regalo de la gracia que recibirían los elegidos para creer y ser salvos.
“25Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada. 26Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente”
V.25-26 Citando en este momento al profeta Oseas, comenta que Dios llamaría un pueblo que no era contado como su pueblo (Oseas 2:3; 1:10). Esto refiriéndose a los gentiles, lo cual para los judíos era todo un misterio. Pablo muestra nuevamente, el que su doctrina estaba fundamentada sobre la ley y los profetas y no en herejías.
“26el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, 27a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:26-27).
“27También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo; 28porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud. 29Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes”
V.27-29 Como hemos visto hasta el presente, Pablo reiteradamente argumenta su posición sobre la elección divina basada en las Escrituras. Ahora haciendo uso del profeta Isaías, asevera, que únicamente un pequeño remanente de Israel sería salvo y que este remanente sería como todos los elegidos; por gracia y por elección divina. Pablo contesta nuevamente la pregunta inicial del capítulo nueve, ¿había fallado la palabra de Dios o habían fallado los judíos? La contestación es que no había fallado la palabra de Dios, pues la misma palabra de Dios expresa que solamente un remanente sería salvo y no todo Israel.
30¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; 31mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. 32¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, 33como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado”
V.30-33 Ahora Pablo enfrenta la última objeción que podían presentar ante su mensaje, ¿cómo los gentiles alcanzaron misericordia y los judíos fueron endurecidos? Esto, sin duda alguna debía ser una herejía.
Además, era irónico que los gentiles estuviesen más abiertos al evangelio que los propios judíos, de los cuales había venido el Mesías. Parecería contradictorio que los que no buscaban justicia, la alcanzaran por la fe, mientras que los que la buscaban mediante la ley, la rechazaran. Sin embargo, Pablo establece que los israelitas tropezaron con la piedra de tropiezo, esto es Cristo. Desecharon la piedra angular, sin la cual nadie será salvo. En el próximo capítulo (Romanos 10), Pablo revelará el por qué de ello, lo que presentará como el plan de Dios para la inclusión del pueblo gentil.
[1]Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.
[2]Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.
[3]Douglas,
J. D., Nuevo Diccionario Biblico Certeza, (Barcelona, Buenos Aires, La
Paz, Quito: Ediciones Certeza) 2000, c1982.
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