el
justo por su fe vivirá
Rev. Gilberto M. Rufat
Base Bíblica: Habacuc
2:4
“He aquí que
aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.”
Introducción
El libro del profeta Habacuc
reta a todo creyente a mantenerse confiando a pesar de lo que ve. Tenemos la
tendencia muy humana a enfocarnos en lo temporal, a perder por ello el concepto
de eternidad y con ello, a olvidar que Dios tiene un plan. Conociendo Dios esta
debilidad en nosotros, nos exhorta por medio del apóstol Pablo cuando dice:
“no mirando nosotros las cosas que se ven,
sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que
no se ven son eternas.”
(2Corintios 4:18)
Habacuc es el profeta que el
apóstol Pablo cita en la carta a los Romanos 1:17, para establecer que el evangelio
es poder de Dios para salvación. No obstante, el profeta Habacuc comienza su
libro presentando una queja ante Dios.
“¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no
oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por
qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia
están delante de mí, y pleito y contienda se levantan.” (Habacuc 1:2-3)
Su problema consistía en cómo
entender o reconciliar la naturaleza santa de Dios con la magnitud de los
problemas de violencia, maldad, inmoralidad e injusticia, entre otros, en los que
vivía el pueblo a diario.
“¿No eres tú desde el principio, oh Jehová,
Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh
Roca, lo fundaste para castigar. Muy limpio eres de ojos para ver el
mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas
cuando destruye el impío al más justo que él, y haces que sean los
hombres como los peces del mar, como reptiles que no tienen quien los gobierne?” (Habacuc 1:12-14)
Esta carta responde, a cómo
reconciliar y mantener la fe en Dios a pesar de lo que vivimos.
I. El Orgullo vs. La Fe en Dios
El orgullo es uno de
nuestros peores enemigos, pero ¿de dónde proviene el orgullo? y ¿qué es? El
orgullo puede ser definido como arrogancia, vanidad o exceso de estimación
propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.
¿Qué es fe? Definiremos el término
fe como plena confianza en Dios. Ahora, debo hacer énfasis en tener total
confianza en Dios y no en las circunstancias.
“porque por fe andamos, no por vista.”
(2Corintios 5:7)
El orgullo ha estado presente
aún antes de nuestra caída en Edén, pues fue precisamente el mismo, lo que le
llevó a ser destituido como uno de los arcángeles de Dios, ya que Satanás fue quien
le dijo a Eva que si comían del árbol que Dios había prohibido, no necesitarían
a Dios.
“Entonces la serpiente dijo a la mujer: No
moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán
abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” (Gn.3:4-5).
De manera que, de allí nació
en el corazón de los hombres el orgullo, al creer que podían ser como Dios, lo cual
hasta en nuestros días, tristemente continúa destruyéndonos. Tenemos un sobreexceso
de estimación, del cual el apóstol Pablo nos advierte en la carta a los Romanos
cuando dice:
“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a
cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el
que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe
que Dios repartió a cada uno.” (Romanos 12:3)
La Biblia nos advierte que
antes de la caída es la altivez (orgullo) de espíritu.
“Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y
antes de la caída la altivez de espíritu.” (Proverbios 16:18)
Nuestro deber como creyentes
no consiste en tratar de entender o cuestionar el plan de Dios, sino el de
sujetarnos a él. Mientras el orgullo nos hace pensar que no necesitamos a Dios,
la fe nos recuerda que dependemos de él.
II. La Fe y La Justicia
Mientras miremos el mal en
la vida de otros, siempre existirá la posibilidad de anidar el orgullo en
nosotros. Por consiguiente, debemos más bien contemplarnos, frente a la
santidad de Dios y siempre terminaremos recordando nuestro propio pecado.
Es cierto que reinaba el
mal, pero si Habacuc pretendía que Dios interviniera en aquel momento reclamando
justicia, realmente estaba pidiendo juicio. Es posible, que hubieran muchas
personas en peores condiciones espirituales que las de Habacuc, pero nunca
olvidemos, que todos somos pecadores y que cuando reclamamos castigo sobre los
que violentan la ley de Dios, no quedamos excluidos.
“por cuanto todos pecaron, y están destituidos
de la gloria de Dios”
(Romanos 3:23)
La fe a la que somos
llamados a creer, descansa en la justicia provista por Dios y no en la nuestra.
“Y que por la ley ninguno se justifica para
con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12y la ley
no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.” (Gálatas 3:11-12)
De manera que, la diferencia
en lo que somos y en lo que hacemos, con relación a los demás, radica en la
obra de Dios en nosotros y no en alguna virtud nuestra.
III. La Fe Como Medio y Estilo de Vida
Los creyentes no fuimos
llamados a evaluar el plan de Dios, sino a confiar en él. No son las
circunstancias temporales las que determinan el final, sino lo que Dios
determinó.
“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este
nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva
de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en
nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no
mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas
que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2Corintios 4:16-18)
Cuando Dios le declara a
Habacuc que, “el justo por la fe vivirá”, le invitaba a continuar sirviéndole,
a adorándole y a continuar viviendo a la altura de un profeta, sin importar lo
que viera o viviera. Cuán prestos somos para desilusionarnos y a justificar
nuestra falta de entrega, devoción y compromiso con la obra de Dios, al pensar
en lo que otros hacen.
Dios en su momento, como le
indicó a Habacuc actuaría y al final el bien reinaría, de manera que esa no
debía ser la preocupación de Habacuc, sino la de vivir su fe en Dios por encima
de la circunstancias.
“Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos;
porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la
creeréis.” (Habacuc 1:5)
“¿No es esto de Jehová de los ejércitos? Los
pueblos, pues, trabajarán para el fuego, y las naciones se fatigarán en vano.
Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como
las aguas cubren el mar.”
(Habacuc 2:13-14)
En fin, el profeta Habacuc
recibió el mensaje de Dios, de vivir en fe a pesar de no entender lo que
sucedía y lo que le tocaría vivir, pero aun así, se determinó a confiar en
Dios. De forma tal que pudo decir:
“Aunque la higuera no florezca, Ni en las
vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den
mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los
corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi
salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de
ciervas, Y en mis alturas me hace andar.”
Conclusión
Vivimos tiempos similares a
los del profeta Habacuc, tiempos en donde parece reinar la maldad y en donde la
justicia parece no estar presente, sin embargo, no debemos olvidar que Dios
sigue gobernando. “Mas
Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra.” (Habacuc
2:20)
Determínese a
confiar en Dios, espere en él y él hará…
“Así ha dicho
Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y
su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto,
y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el
desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en
Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol
plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no
verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de
sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.” (Jeremías 17:5-8)
Bendiciones…
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