En la segunda carta de Juan, éste exhorta y ruega a los hermanos en la fe a mostrarse amor los unos a los otros. Notemos cómo Juan define el amor hacia los hermanos; amarse era sinónimo de obediencia a la palabra de Dios.
Ahora bien, debemos preguntarnos, ¿qué relación hay entre la obediencia a Dios y el amor a mi hermano? Todo. Si entendemos los mandamientos como principios de vida, podemos comenzar a entender la relación que existe entre ambas cosas.
La obediencia a la palabra de Dios trae sana convivencia, ya que en ella aprendemos sobre el respeto a los demás, la valía de todo ser humano, el respeto a la vida, la necesidad de ayudarnos y la de perdonarnos, entre muchas otras cosas.
Por consiguiente, vivir de acuerdo a la palabra de Dios es la mejor manera de amarnos. No sólo le librará de hacerle daño a su hermano, sino que le instará a procurar el mejor bienestar del mismo. Amémonos obedeciendo a Dios.
pastor Gilberto Rufat
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