“Porque vuestra obediencia ha venido a ser
notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para
el bien, e ingenuos para el mal.”
(Romanos 16:19)
La obediencia
a Dios, sin lugar a dudas, es la mayor evidencia de nuestra fe y de nuestro crecimiento
en el Señor, además de ser el mejor abono para su obra. Dios demanda madurez de
su pueblo, sin embargo, es lamentable cómo en algunas iglesias escasea el
verdadero alimento de la palabra de Dios, mientras que por otra parte, parecen levantarse
expertos en el arte de justificar lo que claramente la Biblia llama pecado. En
otras palabras, que comienza a levantarse una generación de “creyentes” que es
ingenua para el bien, pero sabia en argumentar a favor del mal.
Existe bíblicamente
una relación entre nuestro crecimiento en la palabra de Dios y la transformación
que ocurre en nuestra vida como creyentes, así como existe una correspondencia entre
la alimentación y la salud. Pablo estaba gozoso al escuchar cómo los hermanos en
Roma, comenzaban a evidenciar su fe en obediencia. No obstante, no ignoraba el
hecho de que enfrentarían dificultades en el camino y que serían retados, cuestionados
y perseguidos, por medio de otros sistemas de creencias y filosofías, ya que vivían
en Roma, la meca del pluralismo religioso de aquel tiempo.
La única manera
segura de garantizar el crecimiento continuo de nuestras iglesias y la perseverancia
en la fe de nuestros hermanos, consiste en exhortarles a crecer y a madurar en
la palabra de Dios, pues en la medida en que sus creencias son transformadas en
convicciones, será más difícil que algo o alguien los pueda sacar de la verdad.
No se alimente con migajas cuando puede y
tiene acceso a comer de la mesa de Papá. Estudie diariamente su Biblia y pídale
al Espíritu Santo de Dios que le ilumine, a modo de poder discernir su palabra.
pastor Gilberto Rufat
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