En nuestro tiempo, como en otros en la historia de la iglesia, se están realizando grandes esfuerzos por alcanzar la unidad de la iglesia. Me pregunto, ¿quién la desunió? Pues hasta donde sé permanece unida. La iglesia no consiste de denominaciones u organizaciones eclesiásticas, pues está formada por todos los que bajo la soberana gracia divina han sido llamados a la fe en Cristo Jesús.
La iglesias neotestamentarias hacían más esfuerzos de cooperación mutua, que aquellos esfuerzos por tratar de ser iguales. Sin embargo, los apóstoles, sí se esforzaban para que las iglesias vivieran en la sana doctrina, ya que, cada iglesia tiene características distintivas y únicas. Además, vemos que se esmeraban y se preocupaban por ayudar a los hermanos en la fe, que pudieran estar pasando necesidades o pruebas.
No obstante, vemos a los apóstoles centrados en que las iglesias se alejaran de los que pervertían el evangelio y no en tratar de que éstas se unieran. Dios dispuso en su voluntad, las iglesias como cuerpos locales y como tales, deben ser respetadas. No existe unidad en tratar de ser unilaterales, Dios ama la diversidad y lo podemos ver en toda su creación.
Respetemos las iglesias como cuerpos locales. Velemos sí, por la sana doctrina y porque la misma nos dé unidad de propósito, a fin de realizar esfuerzos conjuntos por el bien del reino de Dios.
Más bien, esforcémonos en no permitir la desunión. Nos guste o no, tengamos diferencias de criterio o no, todos los que hemos acudido al llamado de la gracia en Cristo, hemos sido introducidos en su cuerpo, la iglesia. Cuidémonos de rechazar a aquel por quien Jesús murió en la cruz. Aprendamos a amarnos y a respetarnos como hermanos que somos. Pues si Jesús no aceptó que nadie llamara fatuo a su hermano, cuánto más a un creyente y hermano en Cristo.
pastor Gilberto Rufat
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