Ensayo
sobre la Base BÍBLICA para la libertad religiosa,
basado
en el libro de Anderson, Justo.
Historia
de los Bautistas, Tomo I: Sus Bases y Principios.
Por: Rev. Gilberto
Rufat
Introducción
Como bautista, creo firmemente, que
nadie debe ser coartado de abrazar alguna fe religiosa por presión;
intimidación o imposición. Dios no obligó a los hombres a adorarle, aunque ciertamente
lo merecía y esperaba, de modo, que sobre la base de ello, seremos juzgados
(Ro.1:18-20). Es de conocimiento general que la doctrina de la libertad
religiosa se desarrolló dentro del ámbito histórico de la búsqueda de la
libertad por aquellos creyentes que entendían tenían el derecho a diferir de las
enseñanzas y dogmas impuestos por la Iglesia Católica Apostólica y Romana y en
el caso de los Separatistas en Inglaterra, por la Iglesia Anglicana. Reconozco
que querían servir a Dios dentro de la forma y manera que entendían era
bíblicamente correcta, sin correr el peligro de ser condenados o marginados por
el estado o la iglesia. Sin embargo, es necesario tener cuidado en cómo tratamos
el tema y cuál es el fundamento bíblico adecuado, no sea que queriendo justificar
la libertad religiosa, abramos las puertas al libertinaje y a la confusión
religiosa.
La
Imagen de Dios
Anderson afirma que los bautistas
crearon “las formas de la libertad” (pág.74), no sé si la misma presenta un
problema en su traducción, pero sería correcto si dijera, que los bautistas
reconocieron tal derecho y no que lo crearon. Éste reconoce que los bautistas
están obligados a presentar y a sostener con claridad el fundamento sobre el
cuál basan su convicción. Sin embargo, el autor reconoce que “el estudio
exegético y analítico de la Biblia no revela una doctrina de libertad religiosa
bien elaborada.” (pág.74) No obstante, él afirma que el principio se encuentra
implícito y no explícito en la Biblia.
La primera afirmación que Anderson
presenta para sostener la libertad religiosa y en la que baso o fundamento mi
ensayo, está contenida dentro del concepto de lo que implica tener la imagen de
Dios en el hombre. Según éste, la imagen de Dios en el hombre representa su
capacidad para razonar, elegir y dirigirse a sí mismo de manera consciente. En este
punto empiezo a estar en desacuerdo con Anderson, ya que Dios no le dio al
hombre la libertad de decidir por sí mismo cómo quería vivir. La libertad
conferida por Dios al hombre en el huerto, no incluía la desobediencia; la
libertad con la cual Dios nos creó, nos brindaba la oportunidad de darle
gracias y de poder servirle. La libertad no es concebible sin la verdad, así tampoco,
sin la obediencia a la misma. Por consiguiente, debemos tener mucho cuidado al
afirmar que Dios nos dio derecho a decidir por nosotros mismos, pues dicho
derecho estaba y está limitado o enmarcado dentro de la soberanía de Dios.
Anderson expone que “Dios declaró
la libertad inherente del hombre.” (pág.74) y que por tal razón, es tan sagrada
que Dios mismo la respeta y rehúsa imponer su voluntad sobre ella. La libertad
no es algo que se declara, sino algo que se obtiene o se pierde con relación a
cómo se decide. Este pensamiento podría ser usado para establecer que si Dios
respeta mi libertad, entonces, nadie tiene el derecho a juzgarme, pues soy
libre para decidir por mí mismo. Dios no le dio tal libertad a Adán, sino que
inmediatamente lo creó, delimitó su libertad al decirle:
“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el
huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová
Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás. ” (Génesis 2:15-17)
Parte del problema consiste en cómo
definimos el término libertad, pues de éste elaboramos la doctrina del libre
albedrío, uno acuñado por algunos filósofos y cristianos, en un intento de definir
la capacidad o el poder, que según éstos, tiene el ser humano para decidir cómo
ha de vivir. Sin embargo, desde un punto de vista bíblico, no es fácil sostener
el libre albedrío, sin ser inconsistentes e incoherentes con la correspondencia
que debe haber entre las demás enseñanzas bíblicas.
“Si se toma la frase teológicamente,
como si denotara una habilidad natural del hombre no regenerado para llevar a
cabo actos que son indudablemente buenos a los ojos de Dios, o para responder a
la invitación del evangelio, pasajes como Ro.8.5–8; Ef.2.1–10; Jn.6.44 parecen
indicar que ningún hombre tiene la libertad de obedecer y tener fe mientras no
sea liberado del dominio del pecado por la gracia preventiva. Todas sus
elecciones voluntarias son, en un sentido u otro, actos de servidumbre al
pecado, hasta que la gracia rompe el poder del pecado y lo lleva a obedecer el
evangelio.” (Diccionario Certeza)
El tema de la libertad, no se trata, de si el ser humano puede decidir
sobre lo que no le conviene, sino de que si esa capacidad de la voluntad, es en
sí un derecho, como Anderson asegura. La Biblia da ejemplos de la voluntad
humana, lo que no dice es que sea libre en el sentido de poder decidir, sin tener
que dar cuentas de sus actos y de las consecuencias de los mismos.
“Todo me es
lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.”
(1Corintios 11:23)
“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas
convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de
ninguna.” (1Corintios 6:12)
La verdadera libertad se disfruta cuando se hace uso de todo lo
creado por Dios legítimamente y dentro de los parámetros para los cuales fueron
creadas. Por ende, la libertad está basada sobre el ejercicio de la voluntad en
reconocer lo que la palabra de Dios ha establecido, a fin de obedecer a la misma,
para así disfrutar de la libertad. La expresión libre albedrío no aparece en la
Biblia, aunque sí la idea, la cual está asociada no con lo que Dios le dijo a
Adán, más bien con lo que la Serpiente le aseguró a Eva. La idea de que al
comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, podrían ser como Dios, provino
de la Serpiente. Aquí es donde debemos examinar con detenimiento el asunto y
las implicaciones del mismo, pues la idea puesta en la mente de Eva, provocó
que ella creyera que comiendo del fruto conocería el bien y el mal y que no
tendría necesidad de Dios. En otras palabras, que Adán y Eva podrían decidir
por sí mismos lo que sería mejor para ellos y así no depender más de Dios.
La verdad como mencionáramos previamente, es que Dios nunca le dio
la libertad a Adán de decidir, si deseaba obedecerle. Si Dios le hubiese dado
tal derecho, como asegura Anderson, entonces, sería tarea divina el respetarla
y rehusar imponer su voluntad sobre ella. Es importante resaltar el hecho de
que Dios, en ningún momento le dijo a Adán que podía vivir como quisiera,
porque no existe libertad fuera de Dios. Creo que los proponentes del libre
albedrío deberían considerar con detenimiento las consecuencias de la caída del
hombre, pues el resultado de la caída no fue libertad.
¿En qué consiste la libertad? La libertad no consiste en la
capacidad de decidir, disfrutar o realizar a rienda suelta sobre lo que se
desea, pues el día que actuamos contrario a lo establecido por Dios, la
perdemos. La verdadera libertad debe primeramente basarse en la verdad y luego,
debe actuar conforme a ella, a modo de poder disfrutar de lo creado. La
libertad no es una mera facultad del alma, sino el resultado o el fruto de la
obediencia a la verdad, procesada por el alma. Por consiguiente, es imposible
hacer lo malo y tener libertad. Además, la libertad tampoco debe ser
considerada como un mero estado temporal, pues también implica un estado
emocional, social y sobre todo espiritual. De hecho, el propio Anderson
reconoce que sin la regeneración y el amor que provienen de Dios, nos sería
imposible actuar en la verdadera libertad; aquella que de manera consciente y
voluntaria responde ante la gracia divina.
Entonces, podemos decir que el concepto de “libertad religiosa”
debe definirse sólo dentro del parámetro de la no presión, intimidación o
imposición del estado hacia una creencia en particular, ya que la misma pudiera
ser utilizada como un mecanismo de control. Dicho principio no debe fundamentarse
en la doctrina bíblica de la imagen de Dios, pues Dios no nos otorgó con ella,
la capacidad de “libertad religiosa” y mucho menos la de no creer, pues al
final, los hombres serán juzgados por la aceptación o el rechazo a lo
establecido por Dios. Finalmente, solamente Dios tiene el derecho de juzgar a
los hombres sobre sus creencias y prácticas religiosas y no una organización
eclesiástica o el estado.
Conclusión
Anderson concluye su exposición sobre la base bíblica de la
libertad religiosa, argumentando que la naturaleza del hombre “es la piedra
fundamental sobre la cual descansa la libertad religiosa.” (Pág.75) No
obstante, las razones básicas por la cual nadie debería ser forzado,
amedrentado o intimidado en materia religiosa, se debe más bien, a que éstos
pueden ser usados como formas de manipulación humana, como tristemente la
historia ha demostrado o evidenciado. En segundo lugar, la naturaleza de la fe
y la devoción a Dios han de ser libres y ejercidas voluntariamente. Por
consiguiente, no estoy de acuerdo con que el estado ni ninguna iglesia tengan
el derecho a usar la religión como un mecanismo de represión, sino que deberían
proteger tal ejercicio libre y voluntario de la fe.
Se desprende de la lectura
que el fundamento para la libertad religiosa pretende proteger al ciudadano, pero
también abre las puertas para que otros lo usen mal como medio para justificar
todo tipo de conducta, bajo la falsedad de que Dios nos dio el derecho a
decidir aun contrario a lo establecido por él. No olvidemos que Dios concluyó
su conversación con Adán diciéndole con toda claridad que el día que violara lo
establecido por él, moriría.
Debemos tener mucho cuidado en afirmar que “el hombre tiene la
capacidad para dirigirse a sí mismo.” (pág.75), pues aunque es cierto que Dios
no creó “robots”, lo que presupone una programación, tampoco nos dio el derecho
de usar incorrectamente la libertad. La imagen de Dios en el hombre le capacitó
para conocer al Creador, para poder conocer la verdad y para poder obedecerle con
libertad de consciencia y voluntad y no para decidir lo opuesto a lo
establecido por él.
Bibliografía
Anderson,
Justo. Historia de los Bautistas, Tomo I: Sus Bases y Principios. El Paso,
Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 1978.
Confesión Bautista de Fe de 1689. Publicado por primera vez en inglés en
1689 bajo el título 1689 Baptist
Confession of Faith. Editorial Peregrino, S.L. Derechos Reservados
Cristianismo Histórico, Editorial Peregrino.
Douglas, J.
D., Nuevo Diccionario Bíblica Certeza, (Barcelona, Buenos Aires, La Paz,
Quito: Ediciones Certeza) 2000, c1982.
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