miércoles, 25 de junio de 2014

Ay de los que a lo malo dicen bueno

 “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!” (Isaías 5:20-21)

Vivimos en un mundo donde parece reinar la insensatez y donde todo da la impresión de haberse tornado al revés. La verdad parece no importar, cuando se trata de estilos de vida o de moral, porque si se trata de justicia, economía y salud, entre otros, sí es importante. No hay problema al mentir, siempre y cuando no le mienta al que le dijo que no es importante hacerlo, ya que entonces, es importante decir la verdad.

Celebramos derechos contrarios a la propia naturaleza, mientras alegamos haber evolucionado. Hablamos de libertad, pero vivimos siendo copias de los demás. A la lujuria, llamamos amor, el cual se ha convertido en una mera expresión de nuestro egoísmo irracional.

El ser “más evolucionado” (según los que creen dicha teoría), se ha convertido en el más irracional en su manera de actuar. Su capacidad de razonar (que le distinguía de los demás), ha pasado, dando lugar a la pura emotividad, la cual termina consumiéndolo al no proveer lo que éste esperaba.

Lo contradictorio de nuestra humanidad es que, sobre la misma base moral que rechazamos y nos rebelamos contra Dios, pretendemos juzgar a los demás. De tal modo, que sobre esa misma base moral, según la Biblia, seremos juzgados. La verdad es que no tenemos excusa delante del que nos creó. Es hora de tornarnos a Dios.

pastor Gilbert Rufat

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