"Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro." (1 Pedro 1:22)
Comentario:
Nadie negará la importancia que el amor debe jugar entre los hermanos en la fe. Sin embargo, la pureza o la veracidad del mismo (del amor) no descansa, según Pedro, en la manifestación de un sentimiento, sino en la obediencia a la verdad.
Pero, ¿existe una relación entre la obediencia y el amor fraternal? El verdadero amor proviene de Dios, de una mente que ha sido llevada sujeta a la verdad y no solamente una que la contempla. El apóstol expone que es mediante el Espíritu Santo, que somos guiados e iluminados a la verdad, a modo de obedecer.
El cristianismo no es dirigido por las emociones, sino que éstas se sujetan en obediencia a la verdad. Note, cuán importante es la verdad, por cuanto nos aclara, guía, muestra y enseña con el fin de que obedezcamos.
El punto que Pedro presenta es la relación que existe entre la obediencia a la verdad y el amor. La mejor manera de amar a los demás es obedeciendo a la verdad. La obediencia a Dios es la más sublime expresión de amor hacia él y al prójimo, pues quienes son dados a obedecer no lastimarán ni desearán hacerle daño a los demás.
Conclusión:
Un corazón puro se evidencia por la obediencia a la verdad. Una mente limpia es aquella en la cual la verdad ha hecho residencia. Únicamente, a través de una relación íntima con Dios se puede amar con sinceridad a los demás. El apóstol enfatiza que el verdadero amor fraternal es una expresión genuina de la manifestación del Espíritu Santo en un creyente que obedece a la verdad, porque ha permitido que ésta purifique su alma del egoísmo irracional.
pastor Gilberto Rufat
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