“¿Qué, pues, diremos?
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera.
Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”
(Romanos
6:1-2)
Nadie
mejor que Pablo conocía lo que significaba el predicar la doctrina de la
salvación por la gracia; desentendimiento y malas interpretaciones. Debemos
tener presente, que la razón del desentendimiento estaba arraigada al punto de
vista religioso que permeaba dentro de los círculos religiosos judíos. Estos pensaban,
que sólo a través del pacto con Israel y mediante una estricta observancia a la
ley, los hombres podrían llegar a ser justificados ante Dios (Ro.10:3-5). Por consiguiente,
el mensaje de la gracia y la justificación por la fe les parecía contrario al mensaje
del Antiguo Testamento. Además, consideraban que el mensaje de la gracia promovía
todo tipo de pecados a esperas de la misericordia divina (Ro.3:8).
Sin
embargo, el mensaje de la gracia nunca fue utilizado por el apóstol, a fin de
justificar el pecado. Ya que dicho mensaje resalta el amor y la misericordia de
Dios para con los que se salvan (Ro.5:8). Por consiguiente, la gracia impulsa a
los creyentes a la aspiración de una mejor vida. El punto
que el apóstol sostendrá en todo el capítulo seis de la carta a los Romanos, es
que la gracia de Dios en la salvación, es consistente con el llamado a la santificación.
El ser santos no es algo que logramos o escogimos, pues Dios nos separó para
él, sin embargo, la santificación es la mayor evidencia de que realmente hemos
nacido de Dios. Por ende, la libertad del pecado jamás implicará libertinaje en
la vida moral y espiritual de los hijos de Dios. Pablo resume su argumento y exhortación
en el verso veintidós:
“Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de
Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.” (Romanos 6:22)
Bendiciones y lindo día,
Pastor Gilberto Rufat
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