Existe un pensamiento bien marcado, lamentablemente aun dentro del pueblo cristiano, en el cual se utiliza el amor de Dios como un medio para consentir y justificar todo tipo de pecado. Sin embargo, Juan describe el amor de Dios hacia sus hijos como el mayor motivador hacia una vida de santidad a Dios. Ya que, el verdadero amor está centrado en la cruz y representa la muerte de Jesús por nuestros pecados.
Segundo, el amor de Dios para sus hijos no es sólo el perdón de sus pecados, sino que es transformación de vida. Si luego de haber recibido el amor de Dios en Cristo continuáramos viviendo en pecado, sería lo mismo que decir que la sangre de Jesús no tiene poder en el pecador.
Tercero, el apóstol con toda claridad expone "el que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo." (1Juan 2:6) Dejémonos de cuentos, puesto que quien vive en pecado y justifica su pecado con el amor de Dios, no ama a Dios, pues Cristo murió una sola vez por los pecados, de manera que no existe ningún otro remedio que el de arrepentirse verdaderamente y nacer de nuevo.
Pastor Gilberto Rufat
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