viernes, 29 de agosto de 2014

Estudio Bíblico de Romanos 6



Estudio Bíblico: Romanos 6
Rev. Gilberto Rufat


Introducción

El capítulo seis de la carta a los Romanos comienza enfatizando uno de los resultados de la justificación por la fe, el cual consiste en capacitar al creyente para vivir una vida de santidad. Ya que, el creyente en el nuevo nacimiento no es sólo perdonado, sino transformado por el Espíritu Santo para poder vivir una vida agradable a Dios. El punto que el apóstol sostendrá, es que la gracia de Dios en la salvación, la justificación por la fe, es consistentes con el llamado a la santidad. Además, que la libertad del pecado, jamás implicará libertinaje en la vida moral y espiritual de los llamados.



1¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”

V.1 Nadie mejor que Pablo conocía lo que significaba el predicar la doctrina de la salvación por la gracia; desentendimiento y malas interpretaciones. El punto de vista religioso que permeaba dentro de los círculos judíos era el que únicamente, a través del pacto a Israel y mediante una estricta observancia de la ley, los hombres podrían llegar a ser justificados ante Dios. Por consiguiente, el mensaje de la gracia y la justificación por la fe, parecían ser contrarios al mensaje del Antiguo Testamento. De ahí que, pasara a ser considerado como un mensaje falso o una herejía, además de parecerles, que dicho mensaje promovía todo tipo de pecado a expensas de la gracia o la misericordia divina.

La dificultad consistía dentro de la mentalidad judía, en cómo entender que del mal, pudiera provenir el mayor bien, esto es la salvación. Aún más, cómo podía ser esto posible sin ningún acto de entrega a la ley y fuera del pacto de Dios para con Israel, ya que también podían pasar a ser justificados los gentiles que creyesen. Al igual que como mucho de los judíos, en la actualidad, algunos no logran entender que la ley no fue dada a fin de alterar el pacto previamente ratificado para con Abraham, ya que el mismo fue establecido sobre la fe. Podemos observar que una cantidad considerable de creyentes, tiene problemas con entender que la ley no puede salvarles. Pablo previamente había dicho esto cuando dijo:

“Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.” (Ro.5:20)

V.2 El mensaje de la gracia nunca fue utilizado por el apóstol, a fin de justificar el pecado, sino para presentar la verdad de la ley, la cual expone que todos somos pecadores (Ro.3:10 y 23), pero a su vez, para resaltar el amor y la misericordia de Dios para con los que se salvan, al morir en sustitución por sus pecados (Ro.5:8). Por consiguiente, para Pablo, la gracia impulsaba a los creyentes a la aspiración de una vida mejor, ya que la vida de los creyentes está ligada a la obra de Cristo. De manera, que los cristianos siendo regenerados y sellados con el Espíritu Santo, no podían volver atrás. Para Pablo, era contradictorio e inconsistente, la posibilidad de que un verdadero creyente deseara regresar a su antigua manera de vivir.

La verdad es, que si utilizáramos el estándar de Pablo, muchos llamados creyentes hoy, no podrían serlo. ¿Es acaso que la sangre de Cristo no transforma al creyente? O, ¿sólo después que Jesús ascendió perdió el poder de salvaguardar a los que él mismo llamó y eligió? ¿Puede caer el creyente en el lodo? Sí, pero nunca revolcarse y agradarse de tal condición, a no ser que como dijera Pedro:

“…les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.” (2P.2:22)

Esto significa que sólo volverán atrás los que no han tenido un cambio en su naturaleza, por cuanto, nunca han sido salvos. Ser un simpatizante del cristianismo no hace a nadie cristiano, así como ir a un gimnasio no le hace ser un fisiculturista. La Biblia dice:

“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” (1Jn.3:9)

“Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.” (1Jn.2:19)

“Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.” (2Jn.9)

Lejos de poner en duda la pérdida de la salvación, los apóstoles pusieron en duda la veracidad de la salvación de los que se extraviaban, pues el problema nunca ha estado en Dios, sino en los hombres.


3¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”

V. 3-4 Los creyentes son movidos por el Espíritu Santo de gracia en la salvación a morir al pecado, los cuales creyendo en Cristo, resucitan a una vida nueva. Pablo expone que todo creyente en Cristo ha muerto a su antigua manera de vivir, pues su espíritu ha sido restaurado para poder agradar a Dios, lo cual Dios se había propuesto desde antes de la fundación del mundo.  

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.” (Ef.1:3-5)

Pablo afirma que de la misma manera en que Jesús resucitó de entre los muertos, el creyente es levantado por la gracia divina, esto es, por el Espíritu Santo, para una vida nueva. Por consiguiente, era una contradicción el desear o el querer volver atrás, como hemos mencionado previamente. Para Pablo mismo, el verso juntamente crucificado con Cristo, le llevó a rendir y a dedicar completamente su vida a Jesús, como lo expresa con toda claridad en la epístola a los Gálatas:  

"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20).


5Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.”

V. 5 El argumento Paulino es el siguiente: si fuimos plantados en Cristo, en la semejanza de su muerte y hemos muerto al pecado con él, entonces, también hemos resucitado con él; ya que según las Escrituras, estábamos muertos por el pecado.

“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.” (Ef. 2:1)
El creyente debe comprender que ha muerto al pecado y que está vivo para agradar y servir a Dios.


“6sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado 7Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. 8Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él 9sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive 11Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
V. 6-7 Aquí, Pablo avanza hacia un punto ya discutido en el capítulo 5, si hemos muerto al pecado con Cristo y hemos sido levantados a una nueva vida con él, entonces, ya hemos sido justificados de todos nuestros pecados. La pregunta que debemos hacernos es si hemos muerto realmente al pecado, pues por el contrario, no hemos sido justificados y somos esclavos del pecado.

V. 8-9 El apóstol afirma que los resultados de la muerte de Cristo, le han sido aplicados al creyente. Por consiguiente, el verdadero creyente ha resucitado con Cristo y la antigua manera de vivir no tiene porqué dominarlo.

V. 10-11 Debemos comprender que vivimos, según las Escrituras por Cristo, de forma tal, que la vida eterna que se nos ha otorgado, nadie nos la podrá quitar. El verdadero creyente debe considerarse muerto al pecado, pero vivo para Dios.


“12No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias 13ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.”

V. 12-13 El creyente no debe obedecer a las concupiscencias que todavía le asedian.

"En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad." (Ef.4:22-24)

La realidad del perdón debe ser evidenciada mediante una sincera disposición de obediencia a Dios.

"Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu." (Gá.5:25)


14Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.”

V. 14 El pecado no tiene porqué dominarnos, pues no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Qué quiere decir el apóstol con que la ley no tiene por qué enseñorearse de nosotros? Lo que Pablo está presentando es el hecho de que la ley no pudo y no puede darle al creyente el poder para vivir una vida agradable a Dios, pero en el estado de gracia, viviendo por el Espíritu Santo, los creyentes son capacitados en virtud del nuevo nacimiento y de la residencia del Espíritu Santo. En el estado de gracia, las demandas de la ley no son exigencias meramente externas, sino que Dios, por medio de su Espíritu, coloca su ley en nuestro corazón para que podamos cumplirlas.


“15¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.”

V. 15 Pablo se ve en la necesidad de aclarar, que el creyente aunque no está llamado a vivir por la ley como medio de justificación, no obstante, es llamado a una vida de santidad. ¿Es esto una contradicción? No. La base de la obediencia del creyente es una expresión de adoración y una demostración de la realidad de la salvación.


“16¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?"

V. 16 En la nueva naturaleza, el creyente es invitado y llamado en virtud del nuevo nacimiento y de la residencia del Espíritu Santo a someterse a Dios, de manera que, no le es una carga, sino que constituye un acto de adoración. Éste entiende que ambos caminos, el de la obediencia y el de la desobediencia, producen resultados diferentes; el apóstol le llama muerte o vida. Pablo enseña que nuestro estilo de vida, muestra realmente a quién obedecemos y por ende, quién es nuestro dueño.


“17Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados 18y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.”

V. 17-18 Debemos dar gracias a Dios por la virtud otorgada por medio de su Espíritu Santo para la obediencia a la verdad, pues sin ella, ningún corazón podría responderle a Dios. La libertad para vivir en obediencia, jamás podría concretarse, si no fuera por el llamamiento eficaz y la regeneración por el Espíritu Santo. Dicha libertad significa libertad del pecado, pues en Cristo, la verdadera libertad implica el someternos como siervos a su justicia. Nótese que hubo un cambio de servidumbre, de la servidumbre a la ley a la servidumbre a Cristo. Mientras la servidumbre al pecado produce muerte, la servidumbre a Cristo le es vida y paz.


“19Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.”

V. 19 Pablo reconoce nuestra debilidad humana, pero nunca es usada como excusa para no vivir en santidad. Por el contrario, Pablo anima a los creyentes en Roma a vivir para Cristo. La vida cristiana no es vista únicamente como algo que creemos, sino como algo a lo que somos llamados a vivir. El planteamiento es que nuestras vidas deben evidenciar a Cristo.

“20Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. 21¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.”

V. 20 El apóstol argumenta, que cuando éramos esclavos del pecado, éramos libres de la justicia, pues el pecado dominándonos y cautivándonos, sumía nuestras acciones en tal depravación, que nos era imposible vivir en la justicia.

V. 21 Sin embargo, el verdadero creyente conoce el resultado de una vida sin Cristo, de manera que ahora se avergüenza de lo que en otro tiempo solía disfrutar y defender. Y más aún, conoce con claridad las consecuencias de apartarse de Dios.


“22Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.”

V. 22 Gracias a Dios, hemos sido libertados. El apóstol no dice que seremos, sino que, ya somos libres. Libertad para poder servir a Cristo, de forma tal, que nuestra vida debe reflejar un proceso gradual de la obra de santificación. Cuando hablamos de la santificación, nos referimos al proceso de transformación en la vida del creyente, a través de la cual son hechos a la semejanza del Hijo de Dios.


“23Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”

V. 23 Pablo resume que el pecado paga, pero paga mal, con la muerte. Los resultados de una vida de pecado son evidentes en nuestra vida terrenal y catastróficos para la eternidad. En cambio, la gracia de Dios, la cual no merecemos, es vida mediante Jesucristo.

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