Estudio Bíblico: Romanos 6
Rev. Gilberto Rufat
Introducción
El
capítulo seis de la carta a los Romanos comienza enfatizando uno de los
resultados de la justificación por la fe, el cual consiste en capacitar al
creyente para vivir una vida de santidad. Ya que, el creyente en el nuevo
nacimiento no es sólo perdonado, sino transformado por el Espíritu Santo para
poder vivir una vida agradable a Dios. El
punto que el apóstol sostendrá, es que la gracia de Dios en la salvación, la
justificación por la fe, es consistentes con el llamado a la santidad. Además,
que la libertad del pecado, jamás implicará libertinaje en la vida moral y
espiritual de los llamados.
“1¿Qué, pues, diremos?
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2En ninguna
manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”
V.1
Nadie mejor que Pablo conocía lo que significaba el predicar la doctrina de la
salvación por la gracia; desentendimiento y malas interpretaciones. El punto de
vista religioso que permeaba dentro de los círculos judíos era el que únicamente,
a través del pacto a Israel y mediante una estricta observancia de la ley, los
hombres podrían llegar a ser justificados ante Dios. Por consiguiente, el
mensaje de la gracia y la justificación por la fe, parecían ser contrarios al mensaje
del Antiguo Testamento. De ahí que, pasara a ser considerado como un mensaje
falso o una herejía, además de parecerles, que dicho mensaje promovía todo tipo
de pecado a expensas de la gracia o la misericordia divina.
La
dificultad consistía dentro de la mentalidad judía, en cómo entender que del mal,
pudiera provenir el mayor bien, esto es la salvación. Aún más, cómo podía ser
esto posible sin ningún acto de entrega a la ley y fuera del pacto de Dios para
con Israel, ya que también podían pasar a ser justificados los gentiles que
creyesen. Al igual que como mucho de los judíos, en la actualidad, algunos no logran
entender que la ley no fue dada a fin de alterar el pacto previamente ratificado
para con Abraham, ya que el mismo fue establecido sobre la fe. Podemos observar
que una cantidad considerable de creyentes, tiene problemas con entender que la
ley no puede salvarles. Pablo previamente había dicho esto cuando dijo:
“Pero la ley se introdujo para que el pecado
abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.” (Ro.5:20)
V.2
El mensaje de la gracia nunca fue utilizado por el apóstol, a fin de justificar
el pecado, sino para presentar la verdad de la ley, la cual expone que todos somos
pecadores (Ro.3:10 y 23), pero a su vez, para resaltar el amor y la
misericordia de Dios para con los que se salvan, al morir en sustitución por
sus pecados (Ro.5:8). Por consiguiente, para Pablo, la gracia impulsaba a los
creyentes a la aspiración de una vida mejor, ya que la vida de los creyentes
está ligada a la obra de Cristo. De manera, que los cristianos siendo regenerados
y sellados con el Espíritu Santo, no podían volver atrás. Para Pablo, era contradictorio
e inconsistente, la posibilidad de que un verdadero creyente deseara regresar a
su antigua manera de vivir.
La
verdad es, que si utilizáramos el estándar de Pablo, muchos llamados creyentes
hoy, no podrían serlo. ¿Es acaso que la sangre de Cristo no transforma al
creyente? O, ¿sólo después que Jesús ascendió perdió el poder de salvaguardar a
los que él mismo llamó y eligió? ¿Puede caer el creyente en el lodo? Sí, pero
nunca revolcarse y agradarse de tal condición, a no ser que como dijera Pedro:
“…les ha acontecido lo del verdadero proverbio:
El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.”
(2P.2:22)
Esto
significa que sólo volverán atrás los que no han tenido un cambio en su
naturaleza, por cuanto, nunca han sido salvos. Ser un simpatizante del
cristianismo no hace a nadie cristiano, así como ir a un gimnasio no le hace ser
un fisiculturista. La Biblia dice:
“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica
el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque
es nacido de Dios.” (1Jn.3:9)
“Salieron de nosotros, pero no eran de
nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con
nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.”
(1Jn.2:19)
“Cualquiera que se extravía, y no persevera en
la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de
Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.” (2Jn.9)
Lejos
de poner en duda la pérdida de la salvación, los apóstoles pusieron en duda la
veracidad de la salvación de los que se extraviaban, pues el problema nunca ha
estado en Dios, sino en los hombres.
“3¿O no sabéis que
todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en
su muerte? 4Porque somos sepultados juntamente con él para muerte
por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria
del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”
V.
3-4 Los creyentes son movidos por el Espíritu Santo de gracia en la salvación a
morir al pecado, los cuales creyendo en Cristo, resucitan a una vida nueva. Pablo
expone que todo creyente en Cristo ha muerto a su antigua manera de vivir, pues
su espíritu ha sido restaurado para poder agradar a Dios, lo cual Dios se había
propuesto desde antes de la fundación del mundo.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación
del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en
amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.” (Ef.1:3-5)
Pablo
afirma que de la misma manera en que Jesús resucitó de entre los muertos, el
creyente es levantado por la gracia divina, esto es, por el Espíritu Santo,
para una vida nueva. Por consiguiente, era una contradicción el desear o el
querer volver atrás, como hemos mencionado previamente. Para Pablo mismo, el
verso juntamente crucificado con Cristo, le llevó a rendir y a dedicar
completamente su vida a Jesús, como lo expresa con toda claridad en la epístola
a los Gálatas:
"Con Cristo estoy juntamente crucificado,
y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo
vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí" (Gálatas 2:20).
5Porque si fuimos plantados juntamente
con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su
resurrección.”
V.
5 El argumento Paulino es el siguiente: si fuimos plantados en Cristo, en la
semejanza de su muerte y hemos muerto al pecado con él, entonces, también hemos
resucitado con él; ya que según las Escrituras, estábamos muertos por el
pecado.
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais
muertos en vuestros delitos y pecados.” (Ef. 2:1)
El
creyente debe comprender que ha muerto al pecado y que está vivo para agradar y
servir a Dios.
“6sabiendo esto, que nuestro viejo hombre
fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido,
a fin de que no sirvamos más al pecado 7Porque el que ha muerto, ha
sido justificado del pecado. 8Y si morimos con Cristo, creemos que
también viviremos con él 9sabiendo que Cristo, habiendo resucitado
de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. 10Porque
en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para
Dios vive 11Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero
vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
V.
6-7 Aquí, Pablo avanza hacia un punto ya discutido en el capítulo 5, si hemos
muerto al pecado con Cristo y hemos sido levantados a una nueva vida con él, entonces,
ya hemos sido justificados de todos nuestros pecados. La pregunta que debemos
hacernos es si hemos muerto realmente al pecado, pues por el contrario, no hemos
sido justificados y somos esclavos del pecado.
V.
8-9 El apóstol afirma que los resultados de la muerte de Cristo, le han sido
aplicados al creyente. Por consiguiente, el verdadero creyente ha resucitado
con Cristo y la antigua manera de vivir no tiene porqué dominarlo.
V.
10-11 Debemos comprender que vivimos, según las Escrituras por Cristo, de forma
tal, que la vida eterna que se nos ha otorgado, nadie nos la podrá quitar. El
verdadero creyente debe considerarse muerto al pecado, pero vivo para Dios.
“12No reine, pues, el pecado en vuestro
cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias 13ni
tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad,
sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y
vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.”
V.
12-13 El creyente no debe obedecer a las concupiscencias que todavía le asedian.
"En cuanto a la pasada manera de vivir,
despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,
y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del
nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad." (Ef.4:22-24)
La
realidad del perdón debe ser evidenciada mediante una sincera disposición de
obediencia a Dios.
"Si vivimos por el Espíritu, andemos
también por el Espíritu." (Gá.5:25)
“14Porque el pecado no
se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.”
V.
14 El pecado no tiene porqué dominarnos, pues no estamos bajo la ley, sino bajo
la gracia. ¿Qué quiere decir el apóstol con que la ley no tiene por qué
enseñorearse de nosotros? Lo que Pablo está presentando es el hecho de que la
ley no pudo y no puede darle al creyente el poder para vivir una vida agradable
a Dios, pero en el estado de gracia, viviendo por el Espíritu Santo, los
creyentes son capacitados en virtud del nuevo nacimiento y de la residencia del
Espíritu Santo. En el estado de gracia, las demandas de la ley no son
exigencias meramente externas, sino que Dios, por medio de su Espíritu, coloca
su ley en nuestro corazón para que podamos cumplirlas.
“15¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no
estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.”
V.
15 Pablo se ve en la necesidad de aclarar, que el creyente aunque no está
llamado a vivir por la ley como medio de justificación, no obstante, es llamado
a una vida de santidad. ¿Es esto una contradicción? No. La base de la
obediencia del creyente es una expresión de adoración y una demostración de la
realidad de la salvación.
“16¿No sabéis que si os sometéis a alguien
como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea
del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?"
V.
16 En la nueva naturaleza, el creyente es invitado y llamado en virtud del
nuevo nacimiento y de la residencia del Espíritu Santo a someterse a Dios, de
manera que, no le es una carga, sino que constituye un acto de adoración. Éste
entiende que ambos caminos, el de la obediencia y el de la desobediencia, producen
resultados diferentes; el apóstol le llama muerte o vida. Pablo enseña que
nuestro estilo de vida, muestra realmente a quién obedecemos y por ende, quién
es nuestro dueño.
“17Pero gracias a Dios, que aunque erais
esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a
la cual fuisteis entregados 18y libertados del pecado, vinisteis a
ser siervos de la justicia.”
V.
17-18 Debemos dar gracias a Dios por la virtud otorgada por medio de su Espíritu
Santo para la obediencia a la verdad, pues sin ella, ningún corazón podría
responderle a Dios. La libertad para vivir en obediencia, jamás podría
concretarse, si no fuera por el llamamiento eficaz y la regeneración por el Espíritu
Santo. Dicha libertad significa libertad del pecado, pues en Cristo, la
verdadera libertad implica el someternos como siervos a su justicia. Nótese que
hubo un cambio de servidumbre, de la servidumbre a la ley a la servidumbre a
Cristo. Mientras la servidumbre al pecado produce muerte, la servidumbre a
Cristo le es vida y paz.
“19Hablo como humano, por vuestra humana
debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para
servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad
vuestros miembros para servir a la justicia.”
V.
19 Pablo reconoce nuestra debilidad humana, pero nunca es usada como excusa
para no vivir en santidad. Por el contrario, Pablo anima a los creyentes en
Roma a vivir para Cristo. La vida cristiana no es vista únicamente como algo
que creemos, sino como algo a lo que somos llamados a vivir. El planteamiento
es que nuestras vidas deben evidenciar a Cristo.
“20Porque cuando erais esclavos del pecado,
erais libres acerca de la justicia. 21¿Pero qué fruto teníais de
aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es
muerte.”
V.
20 El apóstol argumenta, que cuando éramos esclavos del pecado, éramos libres
de la justicia, pues el pecado dominándonos y cautivándonos, sumía nuestras
acciones en tal depravación, que nos era imposible vivir en la justicia.
V.
21 Sin embargo, el verdadero creyente conoce el resultado de una vida sin
Cristo, de manera que ahora se avergüenza de lo que en otro tiempo solía
disfrutar y defender. Y más aún, conoce con claridad las consecuencias de
apartarse de Dios.
“22Mas ahora que habéis sido libertados del
pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y
como fin, la vida eterna.”
V.
22 Gracias a Dios, hemos sido libertados. El apóstol no dice que seremos, sino
que, ya somos libres. Libertad para poder servir a Cristo, de forma tal, que
nuestra vida debe reflejar un proceso gradual de la obra de santificación. Cuando
hablamos de la santificación, nos referimos al proceso de transformación en la
vida del creyente, a través de la cual son hechos a la semejanza del Hijo de
Dios.
“23Porque la paga del pecado es muerte, mas
la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
V.
23 Pablo resume que el pecado paga, pero paga mal, con la muerte. Los
resultados de una vida de pecado son evidentes en nuestra vida terrenal y
catastróficos para la eternidad. En cambio, la gracia de Dios, la cual no
merecemos, es vida mediante Jesucristo.
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