sábado, 8 de febrero de 2014

Romanos 14 - Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones


“Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones” 
Rev. Gilberto M. Rufat 

Base Bíblica: Romanos Capítulo 14 

Introducción 
En la iglesia del Señor, todos los convocados por la soberana gracia de Dios, estamos en pleno crecimiento hacia lo que Dios se ha propuesto hacer en nosotros, por medio de Cristo.
“2Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1Juan.3:2-3)

Los creyentes hemos sido rescatados de diferentes condiciones, pueblos, lenguas, costumbres, tradiciones, creencias, estratas sociales y niveles de conocimiento, entre otros. No obstante, estamos unidos en un solo cuerpo, la Iglesia de Cristo. Por ende, en ella se lleva a cabo un proceso de transformación individual y a la vez uno de manera colectiva.

“13Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios.4:13)

El crecimiento, por naturaleza implica dolores de crecimiento, diferencias de criterio y un proceso de adaptación, del cual el apóstol quiere que la iglesia de Roma estuviera consiente. Lo maravilloso es que, Dios no permite que nademos en un mar de opiniones humanas, sino que nos ha llamado a la unidad por su Espíritu y a fundamentarnos en su Santa Palabra.

1Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones”

V.1 En el cristianismo ningún hombre es la medida de todas las cosas, pues exclusiva y únicamente es Dios la medida de todas las cosas y si aún buscáramos a uno, sin duda alguna, sólo Jesucristo merece tal sitial. Dentro del cristianismo, no hay espacio para protagonismos, sino para el servicio. Dios no anda en búsqueda de protagonistas, sino de colaboradores en el Reino. En la iglesia, no debería haber cabida para el orgullo, sino espacio para la humildad. En la misma, no debe prosperar el odio, el rencor o el enojo, sino que se debe aprender a crecer en amor. Nada tenemos que no hayamos recibido por pura gracia, entonces, ¿por qué el orgullo, la arrogancia y la prepotencia de algunos? Como dice la Escritura, debemos vestirnos como escogidos de Dios con amor y paciencia, cargándonos los unos con los otros, no sea que terminemos menospreciando a un hermano, por el cual Cristo también dio su vida.

“1Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, 3solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; 4un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; 5un Señor, una fe, un bautismo, 6un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” (Efesios 4:1-6)

“2Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. 3El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido”

V.2-3 Es importante crear conciencia y hemos de dejar claro que las diferencias existieron y existirán en la iglesia, pues las mismas son parte de nuestra humanidad pecaminosa. La iglesia nunca ha sido perfecta y la realidad es que, se asemeja más a una sala de emergencia en un hospital, en donde somos pacientes de un mismo médico, nuestro Señor Jesucristo. Lo que no podemos perder de vista es que, a pesar de las diferencias de criterios u opiniones, tenemos un punto o marco de referencia en común del cual asirnos, la palabra de Dios. La Biblia y sólo la Biblia es nuestra lámpara y guía.

“19Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; 20entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, 21porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2Pedro 1:19-21)

Es lamentable que la iglesia se divida muchas veces por trivialidades y pequeñeces, pero peor aún, que no se busque escudriñar la palabra de Dios con seriedad y humildad para encontrar la verdad antes de tomar decisiones que van en detrimento de la misma. Dios no nos mandó a añadirle a su palabra, pero tampoco nos mandó a quitarle.

“4¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme”

V.4 Los creyentes no hemos sido llamados a juzgarnos los unos a los otros en términos de salvación, pero sí, el de estimularnos los unos a los otros en el amor y en las buenas obras. Cada creyente, según el apóstol Pablo, cae o permanece para el Señor. Por tal razón, debemos tener cuidado en no inmiscuirnos demasiado en la vida de los demás, sino en la nuestra. Es necesario ver primero la viga de nuestro ojo y trabajar con ella, para luego poder ayudar a sacar la paja del ojo de nuestro hermano. Ver nuestra propia debilidad nos ayudará a ser misericordiosos, como el apóstol dijo:

“1No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. 3¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 5¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.” (Mateo 7:1-5)

“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas.6:1).

A fin de cuentas, Dios es poderoso para permitir la caída con algún propósito o ¿no es esto lo que a menudo sucede?

“Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.” (Lucas 22:31-32)

“5Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. 6El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios”

V.6-7 El apóstol señala que hagamos lo que hagamos, por convicción y para Dios, pues para el Señor lo hacemos. De manera que, lo que emprendamos, lo hagamos no para los hombres, sino para él, con acción de gracias, pues es por su amor que nos lo permite. Los principios siempre serán más importantes que los mandatos. Guardar el sábado era importante, pero no estaba por encima de socorrer o extenderle la mano a un hermano, aunque ello fuera considerado como trabajo.

“4Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo* hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban. 5Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.” (Marcos 3:4-5)

“7Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. 8Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. 9Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven”

V.7-8 Ninguno de los elegidos fue llamado a vivir para sí mismo. Nuestra vida no depende de nosotros, sino de Dios. A los creyentes nos es necesario aprender a confiar en aquel que con amor eterno nos amó y a vivir para él. La muerte ya no es un problema, sino un paso hacia la eternidad con Dios, en donde Jesús nos espera como el padre espera al hijo pródigo. Nada de lo que hagamos dejará de ser para nuestro Dios, pues a él le pertenecemos, de manera que nada de lo que suceda, nos podrá separar de él.

“10Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. 11Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios. 12De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. 13Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano”

V.10-13 El único que tiene autoridad y puede juzgar con juicio justo es Dios, esto no puede hacerlo ningún hombre, organización o religión. Sólo uno murió y resucitó por nosotros. Veamos la amonestación del capítulo dos de Romanos, a continuación:

“1Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. 2Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. 3¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?” (Romanos 2:1-3) 


Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo y siendo así, deberíamos tener cuidado con la manera de juzgar, pues con la misma medida con la que medimos, seremos juzgados y aún más, por no haber sido misericordiosos.

“13Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.”(Santiago 2:13)

Hemos de cuidarnos en no ser de tropiezo a nuestros hermanos, pues nuestro primer llamado es a restaurar. Lamentablemente, del árbol caído, todos somos tentados a hacer leña. Quien fuera mi pastor, el Reverendo Carlos Cortés dijo: “Somos el único ejército que asesina a sus propios heridos en vez de curarlos”. Recuerdo como hoy sus palabras: “La Iglesia está llamada a barrer hacia dentro, no hacia afuera.” También decía: “La Iglesia siempre será semejante a una sala de emergencia de un hospital, nunca lo pierda de vista.” En una reunión de pastores Bautistas del Sur en Puerto Rico dijo con gran sabiduría: “Tristemente, hemos dejado solos a nuestros hermanos en combate, cuando deberíamos unirnos como lo hacían los romanos en la formación de tortuga, en la cual cada soldado se acercaba lo suficiente para unir escudos y fuerza, de manera tal que, pudieran resistir el ataque del enemigo.” Sin duda alguna, Dios se agrada cuando ve que el amor entre sus hijos, cubre multitud de faltas.

“14Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es. 15Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió. 16No sea, pues, vituperado vuestro bien; 17porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. 18Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. 19Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. 20No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come. 21Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.

V.14-21 Nuevamente, el apóstol nos invita a tener cuidado, no porque podamos hacer que un hermano se pierda, sino porque no debemos ser obstáculo en la obra de Dios, no sea que creyendo que ayudamos a Dios, nos convirtamos en los verdugos del diablo. A diferencia del no creyente, el verdadero creyente no puede hallar pleno deleite en el pecado, pues la simiente de Dios, el mismo Espíritu Santo, que habita en él, le contritará de pecado. Esto no impide que, en algún momento amonestemos a nuestro hermano, pero el acercamiento y el propósito deben ser el correcto; la restauración y la edificación. La empatía es una virtud de aquellos que estamos en la misma condición. No es bueno olvidar que su techo también es de cristal.

“1Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. 2Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. 3Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.”(Gálatas 6:1-3)

No estamos bajo ninguna circunstancia minimizando, ni justificando nuestras faltas, por las cuales Jesús murió para redimirnos, sino que es preciso y necesario no hacer vana la cruz de Cristo. Jesús pidió a sus discípulos que dejaran en sus manos el sacar el trigo de la cizaña. Significa esto que entonces, ¿debemos dejar que el pecado de manera abierta y deliberada permee en la iglesia? NO. La Escritura es clara que después de varias amonestaciones hacia un hermano en la fe y de éste persistir en una conducta claramente inapropiada, el tal sea tenido como impío y no grato en la comunidad de fe, pero también, que si posteriormente evidenciara una experiencia de arrepentimiento, el tal sea restaurado en la comunidad de fe.

“5Pero si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no exagerar) a todos vosotros. 6Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos; 7así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. 8Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él. 9Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo. 10Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, 11para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.” (2Corintios 2:5-11)

No olvidemos que el reino de Dios es mucho más que festividades, tradiciones y dogmas, es el gobierno de Dios sobre la tierra, es compañerismo y amor entre sus hijos. De manera que, debemos persistir en aquello que contribuye a la paz y a la sana convivencia. Debemos apoyar a los que van creciendo, no para disentir dice Pablo, sino para estimularlos al crecimiento. No importa cuán legítimo pueda parecer un reclamo, Pablo nos reitera que el amor está por encima de todo, aún el día de reposo fue hecho para el hombre. El que lea entienda, misericordia quiero y no sacrificios. La verdad no nos otorga el derecho de humillar, ni de aplastar o pisotear a nuestro hermano.

Pablo afirma que nuestro testimonio como creyentes y la expresión del mismo es más importante que lo que hacemos. ¿Sabía usted que, Dios está más interesado en el ser, que en el hacer? Para Dios, siempre es más importante lo que somos que lo que hacemos, sino vuelva a leer los primeros versículos de 1Corintios 13.

“1Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” (1Corintios 13:1-3)

De manera que, todo lo que pueda parecer ofensivo a nuestro hermano se nos aconseja no llevarlo a cabo, no por motivo de nuestra conciencia, sino por la conciencia de nuestro hermano. Todo aquello que sea iniciador o agente de controversia o disputa, debemos evitarlo, esto no es igual a ser hipócrita, sino prudente, considerado y maduro.

22¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. 23Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

La madurez de nuestra fe debe evidenciarse no únicamente en lo que creemos, sino en la manera en que nos conducimos o comportamos, como hemos examinado. El amor es la mayor virtud cristiana, en donde aún la fe es llamada a obrar por el amor.

“6porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.” (Gálatas 5:6)


En conclusión, llevemos a cabo todo aquello de lo cual tengamos una profunda convicción, siempre basado en su palabra, hagámoslo para la gloria de Dios y no olvidemos que aquello que contribuye a la gloria de Dios, edifica y estima a los demás.

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