sábado, 15 de febrero de 2014

Estudio de Romanos 10


Estudio de Romanos 10
Rev. Gilberto M. Rufat

Introducción 
 En el capítulo nueve, el apóstol se enfoca en presentar de manera clara que no todos los israelitas eran parte de Israel. Por tal razón, no todos creyeron, sino aquellos que fueron llamados. De modo que Dios nunca le falló a su pueblo (al escogido). No obstante, el remanente escogido por gracia sí creyó en Cristo Jesús al igual que algunos gentiles.
Pablo, en el capítulo diez expone que únicamente se puede pasar a ser parte del plan de Dios mediante la fe en Cristo. El plan de Dios nada tiene que ver con descendencia o genealogías judías, sino conforme a su llamado y esto según el puro afecto de su voluntad. El autor pasará a reconocer el celo de Israel o más bien el orgullo de Israel como un impedimento no sólo humano, sino divino, lo que les condujo a rechazar al Mesías que tanto anhelaban. Esto, debido a que Dios no les permitió entender que Jesús era el Mesías, sino que los mantuvo en oscuridad o ceguera espiritual. Su autojustificación les descalificó, pues Israel no entendió que al igual que los demás, eran pecadores y el único medio de gracia para salvación era Jesús. Pablo finalizará probando que de la misma manera en que la inclusión de los gentiles había sido profetizada, también lo serían el rechazo y extravío de Israel. 


“1Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación”

V.1 Pablo con humildad asegura, que él quisiera que Israel respondiera a Cristo y no le rechazara. Éste testifica que oraba por ellos. Note, que la doctrina de la elección no disminuye los esfuerzos de oración por los inconversos, pues nadie sabe quién responderá, sólo Dios. Por tal razón, es nuestro deber presentar a Dios a aquellos que no le han conocido y a testificarles, para que los que han sido llamados respondan. 


“2Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia”

V.2 Pablo asevera que Israel era sumamente religioso y celoso de sus costumbres y tradiciones. De hecho, la propia experiencia del apóstol como fariseo, le hacía consciente de ello. Pablo reconocía que algunos con sinceridad esperaban agradar a Dios, pero lo hacían incorrectamente, sin entendimiento. Lo expresa en su declaración; “tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia”. La palabra ciencia del griego “epígnosis” significa reconocimiento, por implicación pleno discernimiento, conocer, conocimiento. De forma tal, que los israelitas no conocieron el propósito de la ley y presumieron que por medio de ella podían agradar a Dios. 



“3Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios 4porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”

V.3-4 El pueblo hebreo nunca entendió que el propósito de la ley era el de guiarlos al arrepentimiento y que la ley ponía a la luz su pecaminosidad e impotencia, de modo que necesitasen un salvador. Sin embargo, creyeron tener en la ley la forma o manera de llegar a estar bien con Dios sobre la base de su propia justicia. Justicia establecida sobre méritos humanos y actos religiosos, pero no según Cristo, quien es el único que puede salvar por la fe. Mientras el evangelio hace un llamado a confiar o a tener fe en Jesús, los judíos ponían su confianza en la ley. 



“5Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas”

V.5 Pablo señala que la ley dada a Moisés exigía total sumisión y entrega en términos de poder vivir por ella. El resumen de la ley era: “…El hombre que haga estas cosas (todas) vivirá por ellas.” El problema radicaba en lo siguiente: ¿qué hombre podría lograrlo?

“10Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10).

“10Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas” (Gálatas 3:10-12).

En el capítulo ocho y versículo tres de la presente carta, ya Pablo expuso la imposibilidad de que alguien pudiese cumplir con la ley.

“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3).

“6Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); 7o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). 8Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: 9que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. 11Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. De Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor”

V.6-11 La justicia otorgada por la fe no trata de acercar, ni de distanciar a Dios por medio de actos que no sean un verdadero arrepentimiento y la sola fe en Cristo como Salvador. Ahora bien, ¿cómo puede un ser caído arrepentirse de lo que es propio de su naturaleza? y ¿creer en algo que no está capacitado para entender? La verdad es que sólo por el milagro del llamamiento y la iluminación del Espíritu Santo es que podemos ser salvos.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).

¿Qué es lo único que no puede ser de nosotros, la gracia o la fe? Es obvio que no puede referirse a la gracia, pues siempre será divina y nunca un acto humano. Por tal razón, lo que no es nuestro, pero que algunos podrían atribuirla como nuestra, es la fe. De manera, que la fe es el don otorgado por Dios para recibir la salvación. Lamentablemente, algunos lo interpretan como si la fe fuera de origen humano, cuando con toda claridad la carne en su estado pecaminoso no puede abrazar las cosas del Espíritu.

“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:7-8).

De modo, que la fe no es de todos, sino de aquellos a quien Dios eligió. 


“1Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, 2y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe” (2Tesalonisences 3:1-2).

La Biblia asevera que hay réprobos en cuanto a la fe, pues como hemos evidenciado no es de todos el creer.

“8Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe” (2Timoteo 3:8).

La palabra réprobos del griego “adókimos” significa no aprobado, rechazado; por implicación indigno. Literalmente o moralmente: eliminar, reprobado, reprobar, réprobo. La Biblia no da explicación del por qué del estado de indignación, sólo dice que algunos son reprobados para creer, esto es incapacitados, eliminados o indignos.

Sin embargo, a los llamados, “...la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).

“3Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3).

La palabra repartió del griego “merízo” significa literalmente repartir, conceder, compartir, o figurativamente repartir, dar (una parte), haber diferencia, dividir. Además, el tiempo gramatical, el aoristo indicativo activo representa una acción sobre el oyente que le fue dada u otorgada en el pasado. Le fe les fue otorgada, esto es, el creer. De forma tal que la fe, no es una facultad de la voluntad caída, en otras palabras es humana, sino un don o regalo de Dios para salvación. 



“12Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; 13porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

V.12-13 Pablo se reitera en que todos estaban perdidos cuando expresa que “no hay diferencia entre judío y griego”, de forma que sólo los que responden al llamado de Dios en Cristo, serán salvos. En el evangelio de Juan capítulo 6:37, 39,44 y 45 vemos con toda claridad, que exclusivamente los llamados por el Padre responderán. Jesús mismo lo afirmó cuando dijo:

“37Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”

Observe que dice “lo que el Padre me da”, la palabra dar del griego “dídomi” significa dar, conceder, confiar, constituir, dar, entregar, ofrecer, permitir, poner, presentar. De manera tal, que Jesús recibe únicamente lo que el Padre le da. Jesús no estaba esperando que todos respondieran, todo lo contrario, estaba estableciendo el por qué no todos respondían.

“39Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”.

En el verso treinta y nueve del capítulo seis de Juan, vuelve Jesús a reiterarse en que ninguno de los que el Padre le da “dídomi” se perderá. Nuevamente, lo que el Padre le da.

“44Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero 45Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí”.

Jesús dice que “ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere”. La palabra ninguno del griego “oudeís” significa ni siquiera uno, nadie, ninguno, nada. La palabra plantea una absoluta negación, esto es que no hay posibilidad aparte del llamado de Dios. De manera tal, que nadie puede venir a él (a Jesús), si el Padre no le trajere. Es Dios el único que puede acercarnos a su unigénito hijo Jesús. La palabra trajere del griego “jelcúo” significa arrastrar (literalmente o figurativamente): arrastrar, atraer, sacar, traer. Si usted todavía cree que fue su decisión lo que lo condujo a una relación con Cristo Jesús, permítame decirle que está equivocado. Por el contrario, si usted hoy es creyente lo es porque Dios en su soberana gracia le escogió y llamó por medio de la obra del Espíritu Santo. Mi amado hermano, ninguno no es unos pocos, ni todos menos uno, es ninguno, nadie. Esto implica una total incapacidad de acercarnos a Dios a no ser que él se acerque a nosotros. 



“14¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?"

V.14 Pablo pasa a responder lo siguiente: ¿cómo creerán? La repuesta es a través de la proclamación del evangelio y del llamamiento eficaz del Espíritu de gracia, por medio de los cuales los herederos, reciben la salvación que les fue concedida en Cristo, antes de los tiempos.

“21Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 22Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; 23pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 24mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1Corintios 1:21).

Vea que aunque el mensaje del evangelio era contradictorio para los judíos y locura para los griegos, para los llamados por Dios es su medio de salvación. De manera, que es responsabilidad de la Iglesia el predicar el mensaje de las buenas nuevas, pues sólo a través del mismo, Dios habrá de llamar a los elegidos. 



“15¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”

V.15 Dios elige hombres a los que capacita para la tarea constante de la proclamación del evangelio, la cual es una digna. No obstante, esto no debe ser considerado como el que algún grupo especial ha sido comisionado, pues es responsabilidad y privilegio de todo creyente el de anunciar las buenas nuevas de salvación.

“9Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1Pedro 2:9). 



“16Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? 17Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. 18Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, Por toda la tierra ha salido la voz de ellos, Y hasta los fines de la tierra sus palabras. 19También digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primeramente Moisés dice: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo; Con pueblo insensato os provocaré a ira 20E Isaías dice resueltamente: Fui hallado de los que no me buscaban; Me manifesté a los que no preguntaban por mí 21Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor”

V.16-21 Como mencionamos al inicio del capítulo, Pablo presenta que había sido advertido por Dios, por medio del profeta Isaías, que no todos responderían en Israel.

“10Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? 11El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. 12Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. 15Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane. 16Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron” (Mateo 13:10-17).

Jesús les dijo con toda claridad a sus discípulos que a ellos les era dado por Dios el poder conocer los misterios del reino de los cielos, lo que a otros no.

“19Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? 20Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así? 21¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? 22¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, 23y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, 24a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?”(Romanos 9:19-24).

Entonces nada tiene que ver con nuestra capacidad intelectual, sino con el llamado y la gracia de Dios en los elegidos. Note que en la lectura de Mateo 13:10-17 mientras a unos se les otorga la bienaventuranza o el privilegio de entender, a los demás se les deja en su estado pecaminoso, en el cual no pueden discernir o entender el mensaje del evangelio. La verdad nos guste o no es que sin el toque primero del Espíritu Santo, nadie podría entender, ni responder.

“14Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 15En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. 16Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” (1Corintios 2:14-16).

El endurecimiento de Israel fue profetizado, como el hecho de que sería provocado a celos con un pueblo que no era contado como pueblo. Dios dice que extendió su mano una y otra vez sobre personas que no deseaban seguirle. Los que se pierden nunca tendrán excusas, pues el problema no estriba en una falla en Dios, sino en ellos mismos.

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