jueves, 6 de febrero de 2014

Estudio Bíblico de Romanos 1

Estudio Bíblico de Romanos 1
Rev. Gilberto M. Rufat

Introducción
La carta a los Romanos fue escrita por el apóstol Pablo alrededor del año 56 a.C. Ésta fue dirigida a los creyentes de la ciudad de Roma, ciudad que en aquel momento constituía la capital del Imperio Romano. La misma era una ciudad muy importante y cosmopolita que representaba en la mente del apóstol, un escenario útil en la propagación del evangelio. Al parecer, cuando Pablo escribe la carta, todavía no había visitado la ciudad, entonces, ¿cómo llegó el evangelio a Roma y cómo pudo penetrar la meca del pluralismo religioso de aquel tiempo?

En el libro de los Hechos encontramos, probablemente una de las mejores respuestas, debido a la gran precisión histórica del libro. Hechos representa la continuación del evangelio de Lucas, el cual dice en el capítulo 1:1-4:

"Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido."

Ahora en Hechos 1:1-5 continua diciendo:


"En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días."

Ahora en Hechos, Lucas narra lo que sucedió después de la ascensión de Jesucristo y el mandato expreso de permanecer en Jerusalén. Éste presenta tres acontecimientos o eventos que marcarían la vida de los discípulos y que fueron la razón del impacto de la iglesia en todo el mundo romano.

1- La certeza de la resurrección


2- La investidura de poder por parte del Espíritu Santo

3- La clara comprensión del propósito del evangelio o dicho de otra manera de su misión.


El libro narra cómo en las festividades del día de Pentecostés, el Espíritu Santo fue derramado, según lo profetizado por Jesús en la vida de cada uno de los discípulos allí congregados. Y cómo, dicho evento marcó el inicio de la obra de la iglesia.


“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.” (Hch.1:4-5)

Ciento veinte que habían permanecido en Jerusalén, fueron investidos de poder para predicar el evangelio y ser testigos de la resurrección. Cerca de tres mil personas responderían al mensaje del evangelio, predicado por el apóstol Pedro. Con toda probabilidad, algunos de los que escucharían y creerían, llegarían a Roma dando testimonio de lo acontecido e iniciando de esta manera, lo que posteriormente sería la Iglesia de Roma.


“Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretense y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.” (Hch.2:9-11)

Aunque Pablo no acostumbraba edificar donde otros ya habían edificado, no obstante, su corazón anhelaba llegar a Roma. Es necesario mencionar que dicha carta no va dirigida a ninguno de los apóstoles. Según la Iglesia Católica Apostólica Romana, Pedro fue el primer líder de la iglesia de Roma. Parece extraño, de ser cierto, que Pablo no dirigiera la carta a éste y ni tan siquiera le mencionara o apareciera en las salutaciones finales. Por demás, es un hecho histórico que la iglesia principal, al menos en los primeros siglos, no fue la iglesia de Roma, sino la de Jerusalén.

“1Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios."

V.1 Cuando comencé en el ministerio, quien fuera mi pastor y mentor, el Rvdo. Carlos Cortés me dijo: “Gilberto, Dios nunca llama al fracaso, lo importante es reconocer que hemos sido llamados.” Pablo conocía bien su llamado y basado en ello se dirige a los romanos.


El apóstol Pablo se dirige a los creyentes como siervo y apóstol de Jesucristo. Lo primero que debemos notar, es que Pablo se describe así mismo como siervo. La palabra siervo implica una posición de sumisión. Siervo del griego “doúlos” - significa esclavo, literalmente o figurativamente, involuntario o voluntario; frecuentemente, por lo tanto en un sentido calificado de sujeción o subordinación[1]. El apóstol no pretende ser reconocido con ningún otro título mayor que éste. En Ro.6:18 Pablo nos aclara el por qué, citamos “…libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”. Esto parece contradictorio para un mundo que busca libertad y termina esclavizado. Pablo reconoce que sólo a través de su esclavitud a Cristo, puede disfrutar de libertad. La sumisión no es una opción hacia la libertad, sino que es el camino a transitar, de hecho, es más que una sugerencia, es un mandato. La obediencia a Dios es el camino a la libertad.

Lo segundo que clarifica el apóstol es la encomienda o tarea que se le había asignado, a saber, la proclamación del evangelio. Apóstol del griego “apóstolos” significa delegado; específicamente embajador del evangelio; oficialmente comisionado de Cristo[2]. Es importante el destacar que Pablo no se había llamado a semejante tarea, sino que la misma le fue ordenada. Por tal razón, podía hablar con la autoridad conferida como un embajador de Dios en Cristo. Su mensaje como embajador era el evangelio de Dios. La palabra evangelio significa buenas noticias. La palabra en griego “euangelion” denotaba originalmente una recompensa por buenas nuevas; más tarde desapareció la idea de la recompensa y la palabra vino a denotar las mismas buenas nuevas[3].


“2que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras."

V.2 El mensaje del evangelio, no era uno nuevo, sino el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. Esto es de suma importancia porque Pablo no pretendía ser portador de una nueva revelación, sino un comunicador del evangelio de Dios. El término hebreo traducido profeta, probablemente se deriva de una raíz que significa anunciar o proclamar[4]. El apóstol era portavoz del evangelio, el cual era visto como el desenlace o la culminación de las profecías del Antiguo Testamento, en Cristo, fundamentado en la ley y los profetas. Lo mismo es de gran importancia, ya que los judíos podían argumentar y juzgar como lo hicieron porque el mensaje del evangelio nada tenía que ver con la ley. De manera, que el apóstol reta a juzgar dicho mensaje a la luz de las Sagradas Escrituras, lo cual dentro de la carta a los Romanos va a hacer continuamente. Una y otra vez en la carta, Pablo va a citar el Antiguo Testamento con el propósito de fundamentar su argumentación y demostrar el punto de referencia para la interpretación del mismo. Su método es uno gramático e histórico, no subjetivo o alegórico.


“3acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, 4que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos."

V.3-4 En el versículo dos de Romanos capítulo uno, el apóstol se refiere al Evangelio “que él había prometido antes por sus profetas en las Sagradas Escrituras.” Sin lugar a dudas, los judíos anhelaban la llegada del Mesías aunque diferían sobre el cumplimiento de las profecías. Estos discrepaban acerca de cómo sería el establecimiento del reino, no obstante, todos esperaban al heredero al trono del linaje de David. En los versos tres y cuatro, Pablo hace referencia a tres puntos importantes, los que evidencian que Jesús era el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento:


1- Jesús era del linaje de David.


2- Su ministerio como su vida dieron evidencia del poder de Dios en él.


3- Su resurrección selló el cumplimento de su ministerio y autoridad como el Hijo de Dios.


El evangelio de Mateo da comienzo con la genealogía de Jesús mostrando ser descendiente del linaje de David, de manera que Pablo indica que dicho cumplimiento tuvo lugar en Cristo. La dificultad residía en la imagen o idea preconcebida que los judíos tenían sobre el Mesías, uno que no pasaba de ser un libertador político. Los mismos no entendían que el Reino de Dios era mucho más que el establecimiento de un estado político, bajo un pueblo elegido por gracia. El ministerio de Jesús era el establecimiento no de un reino terrenal, sino el del gobierno de Dios en el hombre. Aquellos judíos no concibieron la idea del Reino de Dios como el establecimiento de la soberanía de Dios en sus corazones, ya que no comprendían su verdadera necesidad, la cual radicaba como hemos mencionado en el corazón y no en las circunstancias. De manera tal, que crucificarían a Jesús por no encajar con sus ideas previas, por lo que su necio corazón fue cegado al extremo por su propio pecado.


No obstante, la vida de Jesucristo dio testimonio de que él era el hijo de Dios. La mayor evidencia de ello lo fue la resurrección. Es interesante que un farsante, según algunos ven a Jesús, pusiera todo el peso de su credibilidad en un evento sobrenatural, la resurrección. Este hecho fue atacado desde el principio por los principales líderes judíos, quienes se aseguraron de crear la primera teoría falsa acerca de dicho suceso, la teoría del robo, la cual establece que los discípulos robaron el cuerpo de Cristo para hacer creer a otros que había resucitado (ver Mateo 28:13-18). En el primer siglo de la iglesia, en medio de persecuciones, mofa y aún el martirio de muchos, la resurrección permaneció como un evento irrefutable y como el tema principal de la predicación de los apóstoles. Lo único que necesitaban los líderes religiosos era presentar el cuerpo de Jesús, cosa que nunca pudieron hacer. De haber podido presentar evidencia sobre la falsedad de la resurrección, el cristianismo no hubiera tenido probabilidad alguna de perseverar hasta nuestros días.


Es irónico que Jesús haya sido traicionado por treinta monedas de plata, sin embargo, todo el dinero y recursos disponibles del mundo, no pudieron detener el impacto de la resurrección. Si nadie en el primer siglo, ni aún el Imperio Romano pudo presentar evidencias contrarias a la resurrección, es absurdo que dos mil años después, queramos refutar la realidad de la resurrección con teorías nuevas como las del desmayo y el intercambio, entre otras. Jesucristo sigue siendo la piedra angular sobre la cual la iglesia es edificada y el pecador es llamado a salvación porque en ninguno otro hay salvación, debido a que no hay otro nombre dado a los hombres en el cual podamos ser salvos.


“5y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre."

V.5 Una de las palabras claves en las epístolas paulinas es la gracia. La gracia es definida como favor no merecido. Desde la óptica teológica es la manifestación de la misericordia de Dios sobre los que heredan la salvación. Esto es, que los que merecen condenación, reciben misericordia sin obras, por el puro afecto de la voluntad de Dios. El versículo cinco afirma que el impacto del evangelio prometido sólo puede ser recibido por la gracia de Dios. De modo, que los que han recibido gracia, dice el apóstol son llamados a la obediencia y a la proclamación del evangelio en todo lugar. Aunque Pablo se presenta a los destinatarios romanos como apóstol, esto es uno comisionado a realizar algo, en este caso a la predicación del evangelio, también llama a los creyentes a asumir su apostolado. En otras palabras, que todos los creyentes somos llamados no sólo a creer sino a obedecer y a proclamar el evangelio. En la segunda carta a los Corintios capítulo 5:14-15 dice: " 14Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 15y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos".[5] Una vida de obediencia en amor, es la mayor evidencia de la obra de Dios en el creyente.


“6entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo 7a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.”

V.6 Todos los que creen son llamados eficazmente por medio del Espíritu Santo. Su plan eterno, según las Sagradas Escrituras era reconciliar a los elegidos consigo mismo, por medio de Cristo, para que fuesen partícipes de una nueva naturaleza. (Ef.1:4-5). Es importante recordar que al comienzo de la carta a los Romanos, el apóstol Pablo deja claro que el evangelio es el cumplimiento de las profecías de lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento. La teología de todo el Antiguo Testamento se centra en el pueblo escogido por Dios y sin duda alguna, la teología del Nuevo Testamento es la culminación de la soberana voluntad de Dios para la Iglesia. El término iglesia se refiere a la reunión o asamblea de los elegidos por Dios para ser sus hijos por medio de Cristo.

De ahí que Pablo en Romanos expone desde los versos cinco al siete, que los creyentes son llamados a la obediencia (v.5), a ser de Cristo (v.6) y a ser santos (v.7). Los creyentes como dijera el apóstol son llamados a ser santos. La expresión santo no denota perfección humana, sino la separación de algo o alguien para un propósito divino. De manera, que los creyentes son llamados santos porque Dios los separo para sí mismo, desde antes de la fundación del mundo. Tendemos a confundir la santificación con ser santo. No existe contradicción entre ser apartados para Dios, esto es santo y el proceso de santificación. La santificación es un andar diario con Dios. Ésta es la obra de transformación del Espíritu Santo en la vida de aquellos que han sido apartados, como mencionamos, para que pueda cumplir su propósito de manera digna y eficaz. De esta manera inicia la conversión, la cual se extiende sobre todo el peregrinaje del creyente hacia su destino final, la eternidad. (1Jn. 3:2-3).

La gracia y la paz son a su vez estados de gracia que son experimentados cuando el creyente se alinea dentro del plan de Dios y vive una vida agradable a él.

Debemos hacer mención que como en el v.1 también en el v.7, Pablo vuelve a colocar al hijo en posición de autoridad y adoración con relación al Padre. Mostrando y evidenciando así, la deidad de Cristo Jesús como Salvador y Señor de nuestras vidas.


“8Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo."

V.8 La gratitud a Dios debería ser una expresión normal y continua de los creyentes, pues por medio de Jesucristo hemos sido hechos partícipes de la gracia. La gracia de Dios ha de ser manifestada mediante la fe en todos los que creen. Note que la fe de los romanos era divulgada, esto es conocida, no por cambios en su manera de pensar, sino por cambios en su estilo de vida. Esta clase de fe glorifica a Dios. Debemos preguntarnos si nuestra fe habla de la misma manera o si es muda. De manera que la fe no es únicamente algo que creemos, sino algo en lo que somos llamados a vivir. Los creyentes debemos vivir por convicción y no por especulación, emoción, manipulación o persuasión. Una fe genuina es una que se da a conocer y que glorifica a Dios. La fe del término griego "pistis" significa plena confianza o esperanza en Dios. No somos llamados a creer en las circunstancias, sino en Dios. Lo que hoy llaman fe en muchas iglesias no es más que presunción o estimulación del sistema nervioso.


“9Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones."

V.9 Quizá el cristianismo pueda ser fingido, aunque sólo puede ser vivido por aquellos que han sido amados por Dios. Pablo tiene a Dios por testigo de la sinceridad de su amor por los que todavía no han conocido a Dios, como por aquellos a los cuales el apóstol se ve como deudor del saber que Dios le ha dado en Cristo. Nuestra vida cristiana es una que se da no en la mente, ni en actos, sino en el corazón mismo del ser, nuestro espíritu. Tal espíritu, según la misma carta a los Romanos capítulo ocho ha pasado a ser residencia de Dios por medio del Espíritu Santo.


Pablo comunica a los romanos que él había estado orando por ellos. Cuán a menudo oramos por los creyentes que se encuentran en otros países, por los misioneros que se encuentran lejos de sus familias para seguir a Cristo donde él les lleve. Vemos que parte de la vida de oración del apóstol era el de presentar a Dios a los creyentes dondequiera se encontraren para que éstos pudieran vivir a la altura del evangelio. La vida cristiana no es algo a lo que el creyente aspira, sino algo en lo que es llamado a vivir. La vida del creyente no depende de sus fuerzas o conocimiento, sino de la gracia y el sostenimiento de Dios, de manera que Pablo oraba por sus hermanos en Cristo. Estoy convencido que nuestra vida de oración sería mejor si dejáramos de estar pidiendo de manera egoísta por nosotros y comenzáramos a clamar con sinceridad por el bienestar de los unos y los otros.


“10rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros."

V.10 El deseo de Pablo sin lugar a dudas, era llegar a estos creyentes, lo que estaba condicionado a la soberana voluntad de Dios. Note que el apóstol dice “que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros”. Algunos creyentes hoy son tan sabios y presumidos, que entienden ya no deben orar pidiendo que se haga la voluntad de Dios. Creen que Dios contestará sus peticiones si son buenas. Desear algo bueno no es sinónimo de la voluntad de Dios. Pablo sabía que sin la aprobación divina nada tendría sentido, ni propósito final. Pues hacer la voluntad de Dios no tiene que ver con nuestros deseos, sino con los suyos, ni con nuestros planes, sino con los de él. La experiencia cristiana muestra que muchas veces nuestros deseos, sueños y anhelos no son necesariamente parte del plan de Dios y esto sin añadirle que Dios determina el tiempo en que se darán las cosas según su designio. En el libro de los Hechos capítulo dieciséis tenemos un buen ejemplo en términos de que no siempre lo que queremos o entendemos es la voluntad de Dios o el cumplimiento de su tiempo. "6Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; 7y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió". Vemos otro ejemplo en la epístola a los Gálatas capítulo dos y verso dos, "2Pero subí según una revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles."


"11Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados."

V.11 En este verso, el apóstol muestra una de las virtudes del verdadero cristianismo, la humildad. Pablo estaba presto a enseñar a otros y también de aprender de otros. El versículo encierra una verdad que será compartida posteriormente en la epístola, que la iglesia es el cuerpo de Cristo, el cual interactúa y depende de las funciones de todos sus miembros. Añade además que lo que hacemos debe evidenciar algún fruto, como lo sostendrá en la carta a los Corintios capítulo catorce en la que establece que los dones de Dios son para mutua edificación. Pablo no sólo esperaba ser de bendición a los hermanos en Roma, sino que esperaba recibir también bendición de Dios, a través de los hermanos. La Iglesia de Dios es confirmada en la medida en que los dones del Espíritu que Dios repartió como quiso en cada uno son manifestados para edificación, consolación y exhortación. Este hecho será confirmado y se tocará más ampliamente en el capítulo doce de dicha carta.


“12esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí."

V.12 La predicación del evangelio es la base de la fe a la que somos llamados a creer, por tal razón, Pablo expone que podían ser confortados por una fe común. Debemos hacer notar que el significado de la palabra fe no está basado en emociones pasajeras, ni en sentimientos, sino en lo acontecido y narrado en las Sagradas Escrituras, pues de otra manera no podría ser común.


“13Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles."

V.13 Pablo quería que los hermanos en Roma supieran que en varias ocasiones se había propuesto el visitarlos, pero que por diversas circunstancias le fue imposible. El apóstol creía que en cada lugar donde se predicara el evangelio habría respuestas. Aunque no siempre lo que es esperado o deseado, Dios lo concederá. El ministerio es de Dios y el llamamiento es obra de él. El mensaje a los gentiles estaba en sus inicios y Pablo esperaba recoger fruto, esto es almas que procederían a salvación.


“14A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor 15Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma."

V.14 En la mente del apóstol no existía predilección sobre a quiénes testificaría. El verdadero evangelio no hace acepción de personas. Pablo sabía que Dios en su soberanía había llamado a hombres a salvación fueran judíos o no lo fueran. A diferencia de nosotros, que escogemos o seleccionamos a las personas a las que nos dirigimos la mayor parte del tiempo, Pablo entendía debía ir donde Dios le llamara. Se veía como deudor hasta que no hubiera cumplido con su responsabilidad, de anunciar el evangelio de Jesucristo. Si los creyentes nos viéramos como deudores de aquellos que todavía no han escuchado, qué impacto evangelístico habría en el mundo.


V.15 Para Pablo, la proclamación del evangelio era con carácter de urgencia. No hay tarea mayor para la iglesia que la predicación y la enseñanza del evangelio, sin embargo, dicha tarea ha quedado a un lado por cultos de adoración, servicios de inspiración y sociedades, entre otros. Los mismos tienen funciones legítimas, pero no deben ahogar nuestra misión principal, la predicación de la palabra. ¿No fue esta la razón en el libro de los Hechos capítulo seis para seleccionar a los primeros diáconos? "1En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. 2Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. 3Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. 4Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra."


“16Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. 17Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá."

V.16-17 El apóstol no ignoraba que el mensaje del evangelio podía ser considerado como un cuento de camino. De hecho, los creyentes eran llamados los del Camino. En Hechos 24:14-15, el apóstol Pablo dice lo siguiente: " 14Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; 15teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos". Para Pablo, el evangelio no era motivo de vergüenza. Primeramente, porque es poder de Dios para salvación. La comunicación del evangelio es el medio que Dios escogió usar para alcanzar a los que heredarán la salvación. En la primera carta a los Corintios capítulo 1:21 Pablo expone: "21Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación". Dios dispuso alcanzar a su pueblo por medio de la predicación del evangelio de Cristo. Segundo, porque mediante el evangelio todos los que creen formarán parte del pueblo de Dios. Los hijos de Dios son los que creen. En Gálatas 3:6-7 y 26 el apóstol Pablo manifiesta: "6Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. 7Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham", "26pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús". Tercero, porque por medio de la fe los llamados serán justificados. La justicia de Dios es revelada, por medio de la fe en Cristo, para perdón de todos los pecados. La justificación es otro término teológico importante. Su significado es el de uno que es absuelto o libertado, uno a quien no se le inculpa. En la misma carta a los romanos, el apóstol sostiene este punto en el capítulo 4:6-8, "6Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. 8Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado."


En resumen, Pablo presenta a Dios como uno que conociendo de antemano que por causa del pecado su justicia jamás podría ser alcanzada por esfuerzo humano, decide en su libre voluntad otorgar gracia sobre los que elegiría, los cuales responderían por medio de la fe en Jesucristo.

Ahora los llamados son rescatados de la esclavitud del pecado, para vivir en sumisión a Dios, a quien ahora pertenecen. Esto significa que Dios decidió rescatar a los escogidos en Cristo no tomándoles en cuenta su pecado, afirmando a su vez que la fe que salva es una que llama al pecador no únicamente a arrepentimiento, sino a vivir para Cristo.


“18Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; 19porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa."

V.18-20 La Biblia describe que la razón apunta a que nuestra existencia procede de Dios y que él mismo nos lo reveló de manera personal. Génesis describe a Dios manifestándose en el huerto antes, durante y después de la caída. Dios no fue quien se ocultó, sino que fuimos los hombres quienes nos escondimos de su presencia.


Los seres humanos vivimos enajenados del resultado de habernos alejado de Dios, declarando nuestra independencia cuando en realidad nunca hemos sido ni seremos autosuficientes. Todo ser humano depende totalmente de Dios, lo entienda o no. Aún la existencia humana no puede ser explicada a no ser por la existencia de otro. Una de las leyes básicas de la biología establece que todo organismo vivo procede de otro organismo vivo. Un axioma de la ciencia establece que de la nada, no surge nada. Del verso dieciocho en adelante, Pablo pasa a exponer el resultado de habernos alejado de Dios. El apóstol manifiesta que dicho alejamiento provocó la ira de Dios, ya que, desde el principio Dios se reveló a la humanidad y que aún la creación, como dice el salmista, cuenta la gloria de Dios. De ahí que el ser humano no tenga ninguna excusa frente a Dios. En nuestros días, podemos escuchar a miembros de la comunidad científica declarada atea o agnóstica hablar de un diseño inteligente. El autor dice que no es Dios quien oculta la verdad sino que es el ser humano quien la suprime.


De la misma manera que cuando comenzamos a leer la Biblia, Dios no trata de presentar apología de su existencia, sino que la misma se da por sentada, de la misma forma, el Espíritu Santo tampoco trata de presentar defensa acerca de la realidad de la manifestación de Dios, sino que la da por hecha estableciendo que la misma creación evidencia su poder y deidad.


“21Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. 24Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. 26Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, 27y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. 28Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; 29estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; 30murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; 32quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican."

V.21-32 Sin lugar a dudas, uno de los puntos importantes en la teología es el efecto de la naturaleza caída en el ser humano. ¿Hasta dónde afectó la caída nuestro libre albedrío? ¿Poseemos realmente un libre albedrío? ¿Es el ser humano bueno por naturaleza? ¿Puede el ser humano en su estado natural buscar a Dios? Pablo pasa a describir la situación del hombre en su estado caído, resumiendo los efectos de la ira de Dios sobre los hombres como:


1- Habiéndolos entregado a la inmundicia en las concupiscencias de sus corazones


La palabra inmundicia del griego implica suciedad o impureza. Esto implica que el corazón de los hombres quedó atrapado por deseos sucios o impuros. Dios permitió que el ser humano se hundiera en su suciedad. 2Pedro 2:22, " 22Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno."


2- Habiéndolos entregado a pasiones vergonzosas


La palabra griega utilizada para pasiones implica sufrimiento, de otra manera que el ser humano sería arrastrado por deseos que aunque aparentaran satisfacerle su fin sería el dolor. Nadie negará que los seres humanos sean controlados en su estado caído por sus mayores deseos o inclinaciones. Proverbios 23:7 presenta: "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él..."


3- Habiéndolos entregado una mente reprobada


Esta palabra implica depravación. El resultado de esto sería que el hombre perdería el punto de referencia para juzgar lo correcto de lo incorrecto. De aquí que la Escritura establezca que el hombre en su estado caído es visto figurativamente como muerto. Efesios 2:1 "1Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados."


El estado que el autor describe es uno de total depravación, es uno en el que el ser humano es llamado pecador no porque peca sino porque es pecador. De ahí que no exista tal cosa como una libre voluntad. Es cierto que Dios creó al ser humano con voluntad, lo de libre lo hemos añadido. La Biblia no enseña que al hombre se le haya dado la potestad de decidir lo que quisiese. Desde el principio, Dios dijo lo que podíamos hacer y lo que no debíamos hacer pero nunca dándonos derecho a decidir sobre el mal. Sus palabras fueron el día que pecares, morirás. Tal declaración está exenta de libre determinación. Dios creó seres humanos con inteligencia y capacidad para tomar decisiones pero dichas decisiones debían estar fundamentadas sobre su voluntad. Esto es, que Dios esperaba que le obedeciésemos de manera libre y espontánea. Decidir sobre lo incorrecto no es un privilegio, según la Biblia es suicidio. No violamos los mandamientos, sino que nos violamos contra ellos. El cuadro del ser humano que Pablo describe, producto de la ira de Dios es uno que ha sido dejado a merced de sus malas decisiones. Dios ha permitido que éste se corrompa. De este estado entendemos que el ser humano no goce de una libre voluntad, pues como hemos dicho, nunca fue libre para decidir sobre lo malo, sino que ahora se suma una inclinación a la maldad. Los seres humanos decidimos, por lo general sobre la base de nuestro mayor deseo en un momento específico. Si nuestros deseos y anhelos son contrarios a Dios por naturaleza, entonces, ¿cómo podemos hablar de libre albedrío?


Para que exista algo como libre albedrío deben existir algunas premisas básicas:


1- Nada debería dominar o inclinar nuestra decisión, pues si tal cosa ocurriera, ya no sería libre por determinación, sino que sería, por auto seducción.


2- Más importante aún, es el hecho sobre el cuál basamos nuestra libre determinación. Para gozar de libertad es necesario saber qué es lo correcto, pues lo incorrecto nunca produce libertad. Considero que la definición de libertad que hemos asumido o se nos ha enseñado es errónea. Definimos libertad como la capacidad de escoger cualquier cosa sin que nada ni nadie nos obligue. Solemos decir "nadie tiene derecho a decidir o a escoger por mí". El problema es que la verdadera libertad está condicionada sobre la base de escoger lo correcto para que gocemos de libertad. La vida misma nos enseña que cuando hacemos lo correcto, gozamos de libertad. Esto implica que la libertad es un estado que se mantiene o que se pierde. La Biblia describe al hombre como habiendo perdido dicho estado por su pecaminosidad. Si el ser humano ha rechazado la fuente de sabiduría y el marco de referencia, ¿cómo puede escoger lo bueno, estando condicionado al mal? Jeremías 13:23 " 23¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?."

 
3- El libre albedrío no fue una capacidad dada por Dios para dejarnos llevar, sino para responderle con libertad a la verdad de Dios. Dios pudo haber determinado nuestras decisiones y acciones antes de la creación, pero no pasaríamos de ser robots. Dios esperaba que su amor, provisión y cuidado nos llevara a someternos de manera natural, pero ni tan siquiera le dimos gracias.


Bibliografía:


[1]Enhanced Strong’s Lexicon, (Oak Harbor, WA: Logos Research Systems, Inc.) 1995.


[2]Enhanced Strong’s Lexicon, (Oak Harbor, WA: Logos Research Systems, Inc.) 1995.


[3]Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.


[4]Nelson, Wilton M., Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 2000, c1998.


[5]Reina Valera Revisada (1960), (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.

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