lunes, 17 de febrero de 2014

Estudio Bíblico de Romanos 11


Estudio Bíblico de Romanos 11
Rev. Gilberto M. Rufat

“1Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín 2No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo: 3Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme? 4Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal 5Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia”

V.1 Pablo comienza el capítulo once contestando una pregunta legítima: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? La observación que Pablo presenta es si el rechazo de Israel al Mesías, Jesucristo, significaba el abandono o rechazo de Dios a su pueblo.

V.2-3 El autor contesta que Dios no ha desechado a su pueblo, pues él mismo era Israelita, de la tribu de Benjamín. Lo que el apóstol plantea es que Dios nunca ha abandonado a los que en gracia determinó separar para sí, de los cuales, su propia conversión era un ejemplo de elección divina.

“15Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia” (Gálatas 1:15).

Pablo ya había aclarado este punto en Romanos 9:6-8, en donde explicó que no todos los israelitas por ser descendientes de Abraham eran israelitas y herederos según la promesa.

“6No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, 7ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. 8Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes”.
Además, bajo ninguna circunstancia Dios es culpable de la incapacidad de los israelitas que se pierden. Su incapacidad para creer es el resultado de su condición pecaminosa, basada en su libre determinación.

“13Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Santiago 1:13-14).

Pablo compara la incredulidad y rechazo del pueblo de Israel al presente, con la historia pasada de Israel en tiempos del profeta Elías, como si la historia se repitiese e Israel hubiese sido entregado por completo a Baal. A lo que Pablo responde que Dios nunca ha desechado a su pueblo, el cual de antemano conoció.

La razón por la que no todos respondieron en el tiempo de Elías es la misma por la cual gran parte de Israel rechazaba a Jesús, ya que no todos habían sido preservados para Dios como su pueblo. Pues el Israel de Dios, según el plan divino, es un remanente salvado por elección. En conclusión, lo que sucede es que no todos son israelitas en términos de la elección, aunque sí en términos de la ascendencia como ya lo hemos evidenciado al final del capítulo anterior.

V.4 Pablo usa las Escrituras para demostrar que la misma contestación que Dios le dio a Elías, es la misma por la que no todos creyeron. Dios se reservó para sí, sólo un remanente escogido por gracia. Note, que no dice que Dios encontró siete mil hombres que no doblaron sus rodillas ante Baal, sino que él eligió y/o separó, siete mil hombres pare serle fiel, en medio de la corrupción de Israel.
“18Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (1 Reyes 19:18).

V.5 Podemos ver que ha quedado un remanente escogido por gracia; un grupo pequeño en comparación con los que se extraviaron. Aquellos que son escogidos pero únicamente mediante la gracia. Escogido implica separado de antemano y por gracia, esto es sin merecerlo. El propósito o plan de Dios nunca ha fallado porque no descansa en nuestra determinación, sino en la de Él.

“6Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra”

V.6 Lo primero que debemos observar es que la salvación no puede descansar en dos estados tan diferentes como la gracia y las obras. La salvación o es por gracia o por obras, pero no por ambas. ¿Por qué?
1- Porque la gracia y la ley se oponen. Una dice cree esto y vivirás y la otra dice has esto y vivirás.

“1Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas” (Gálatas 3:11-12).

2- Porque la promesa fue hecha a la simiente y no a los hacedores de la ley.

“15Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 16Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:15-16).

La promesa estuvo basada sobre la simiente, la cual Pablo claramente dice que es Cristo y sobre la promesa, no sobre el cumplimiento de la ley.

3- Porque la promesa fue hecha por gracia.

“17Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. 18Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa” (Gálatas 3:17-18).

La promesa fue establecida sobre la base de la gracia y no bajo la ley.

4- Porque la ley no vino a sustituir la gracia, sino a mostrar la necesidad de la misma.

““21¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. 22Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. 23Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. 24De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, 26pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:21-26).

El propósito de la ley nunca fue salvarnos.

5- Porque fuimos redimidos de la maldición de la ley.

“10Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3:10-14).

Porque ya fuimos redimidos de las consecuencias de la ley mediante Cristo.

El apóstol Pablo ya había establecido este punto en Romanos 4:2-5 “2Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. 3Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. 4Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; 5mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”.

La salvación siempre ha sido y será por gracia mediante la fe. Nadie irá al cielo por obra alguna, que no sea la OBRA de Cristo.

“7¿Qué pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos”

V.7 Es cierto que lo que Israel buscaba como nación no lo alcanzó, pero los escogidos sí, mientras que los demás fueron dejados en sus propias concupiscencias, de tal manera que fueron endurecidos (Ro. 1:24, 26, 28,32). El término elegidos “ekloge” denota sacar de entre, selección y, de ahí, lo que es elegido. En Hechos 9.15, se dice de la elección por parte de Dios de Saulo de Tarso; la frase es, literalmente: «un vaso de elección». Se usa cuatro veces en Romanos; en 9.11, de Esaú y Jacob, donde la frase «el propósito … conforme a la elección» es virtualmente equivalente a «el propósito elector»; en 11.5: «un remanente escogido por gracia» se refiere a los judíos creyentes, salvados de entre la nación incrédula; lo mismo en el v. 7; en el v. 28: «la elección» puede significar bien el acto de elegir o bien los elegidos; el contexto, señalando a los padres, señala a lo primero, a la elección de la nación a base del pacto de la promesa. En 1 Ts. 1.4: «vuestra elección» se refiere no a la iglesia colectivamente, sino a los individuos que la constituyen; la certeza que tiene el apóstol de la elección de ellos da la razón de su acción de gracias[1]”.

Los escogidos forman el remanente separado mediante elección por la gracia de Dios en Cristo. Aprecie que dice todos, no algunos de los escogidos alcanzaron la salvación. No hay otra interpretación, la doctrina de la soberana elección es una realidad, independientemente de nuestro entender, creer o sentir.

En 2Timoteo 2:10 dice: “Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna”.

¿Elegidos por quién? Por Dios. Observe que dice “...para que ellos...”, ¿quiénes? los elegidos, ¿con qué propósito? para que reciban salvación; no todos, sino todos los elegidos.

“8como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy”

V.8 Dios les dio espíritu de estupor. Sin la obra divina del Espíritu Santo, ningún hombre puede acercarse realmente a Dios y mucho menos conocerlo y entenderlo. Ejemplo tenemos en Juan capítulo tres con Nicodemo, quien siendo maestro en Israel, no fue colocado en una mejor posición para entender su necesidad de salvación, cuando le comparamos con la mujer samaritana en Juan capítulo cuatro. La realidad teológica es que el no creyente no puede entender el mensaje del evangelio.

“14Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1Corintios 2:14).
Si no puede entender, ¿cómo podrá tomar una decisión para salvación? La Biblia establece lo siguiente:

“7Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. 8Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9De pecado, por cuanto no creen en mí; 10de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” Juan 16:7-11).

Pero el cuadro es aún peor, ¿si está muerto, como podrá decidir? Efesios 2:1 expone:
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”.

Es tarea de Dios el llamar al pecador, pues sin la obra del Espíritu Santo no habría una sola conversión.

“9Y David dice: Sea vuelto su convite en trampa y en red, En tropezadero y en retribución; 10Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, Y agóbiales la espalda para siempre”

V.9-10 Pablo vuelve a fundamentar la teología de la elección mostrando cómo en el Antiguo Testamento, el rey David habló en Salmos 69:22-23. Nuevamente, argumentando cómo Dios permite que mientras unos sean rescatados, otros son dejados en su pecado. Sin la intervención de Dios no podríamos ver la salvación aun si la tuviéramos de frente. Es Dios quien nos dio a conocer su plan, de manera que pudiéramos recibirlo y entenderlo.

Efesios 1:8-9 señala: “que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo”.
1Corintios 2:9-12 indica: “9Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. 11Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido”. Mientras unos son dejados a merced de su necio corazón, a otros, Dios abre su corazón para que puedan entender lo que él les concedió en Cristo.
“11Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos”

V.11 ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? Si el verdadero Israel no cayó y Dios no ha desechado a su pueblo, ¿qué se trama Dios con la caída de Israel? Pablo penetra en el misterio del plan soberano de Dios estableciendo, que el rechazo general de Israel era parte de un plan mayor, a fin de dar inicio al llamado de los gentiles. En la carta a los Gálatas capítulo 3:8 explica que Dios desde el principio destinó también a los gentiles para ser partícipes del plan de Dios, bajo la promesa otorgada a Abraham.

“8Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. 9De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gálatas 3:8-9).

El término previendo (προείδω) significa prever, ver antes. Lo que Pablo está diciendo es que aunque los judíos no lo entendieran, dentro del diseño de Dios una parte de los gentiles pasaría como ellos a formar parte del pueblo de Dios.

El autor señala en la carta a los Efesios que esto era un “5misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: 6que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (Efesios 3:5-6).

“11Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisos por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. 12En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 13Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. 14Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, 15aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 16y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. 17Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; 18porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. 19Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:11-19).

“12Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?”

V.12 Pablo retoma la transgresión de Israel, la que ya fue presentada como el medio para traer la salvación a los gentiles ahora, como parte ulterior de una futura restauración de Israel.

“13Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol a los gentiles, honro mi ministerio, 14por si en alguna manera pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos”

V.13-14 Pablo afirma en estos versos, su llamado a los gentiles y su deseo de que algunos de los judíos respondieran aun fuera por celo. El anhelo por la salvación de su pueblo era tal, que él mismo dice: “3Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; 4que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; 5de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Romanos 9:3-5).

Debe ser nuestro deseo que nuestra familia, amigos y vecinos, entre otros, respondan al evangelio. La doctrina de la predestinación eterna no desmotiva el corazón hacia la evangelización. Por el contrario, lo motiva porque es el único medio de salvación, como Pablo dijera en Romanos 1:16, es poder de Dios para salvación. De todas maneras, los que son llamados, sólo serán alcanzados por las buenas nuevas de salvación, pues a Dios le plació salvar a los hombres por la locura de la predicación y no de otra forma.

“15Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?”

V.15 Pablo trae a colación nuevamente, el hecho profético de que si la exclusión de Israel en un momento es la proclamación del mensaje de salvación al mundo, qué no será su admisión de entre los muertos. Note que la razón de la exclusión era la muerte espiritual, pero su futura restauración será por preordenación divina, dentro del determinado consejo de Dios.

"16Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas 17Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, 18no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti”

V.16-18 Pablo expone el hecho de que aquello que le pertenece a Dios, él llama y santifica. El remanente judío elegido por gracia no era más santo que los gentiles elegidos por gracia. Pablo amonesta a los gentiles en términos de no enorgullecerse en extremo sobre Israel, pues ellos fueron inyectados por la gracia, lo mismo que los demás, pues su vida dependía de la savia de la raíz y no de obras muertas. Pues no sustentamos los elegidos al árbol, sino que él nos sostiene y alimenta.

“19Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado 20Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme”

V.19 Pablo vuelve a señalar que la caída de Israel era la inclusión de los gentiles como pueblo de Dios.

V.20 Aunque aclara que la exclusión fue no obstante por incredulidad, al fin y a la postre, los que no entraron no lo hicieron por su propia condición pecaminosa, la cual les incapacitaba, como la ceguera para ver o la sordera para escuchar. Sin embargo, la fe rechazada por los propios judíos, sería abrazada por una parte del mundo gentil. De manera, que Pablo llama a los creyentes gentiles a no tomar con ligereza, ni con orgullo su entrada a la gracia divina, de la cual ningún hombre es merecedor, pues ellos habían sido injertados por la fe.

“21Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará”

V.21 Pablo presenta que el propio rechazo de Dios a Israel, debía grabar en la mente de los gentiles la seriedad de tomar a la ligera el creer en Dios. Su argumento era sencillo, si Dios no perdonó a Israel por su incredulidad, ¿crees tú que escaparás si haces lo mismo? Aunque las puertas de la gracia divina se habían abierto para los gentiles, no obstante, de la misma manera como sucedió con los judíos no todos serían salvos.

“22Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado”

V.22 El apóstol se afirma en que no es una creencia lo que garantiza la entrada a la gracia divina, sino una profunda convicción y devoción constante a Dios. En el pasado esto era conocido como la doctrina de la perseverancia del creyente. La Biblia establece que únicamente los que perseveran hasta el fin serán salvos. La perseverancia en la carta a los Romanos no es el producto de algún ejercicio espiritual humano o el de una buena intención con relación a Dios, sino el resultado de la obra de gracia sobre el creyente, mediante el Espíritu Santo de Dios.

“23Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar”

V.23 Todo lo que permanezca en incredulidad será cortado. La perseverancia no elimina las debilidades humanas y tendencias pecaminosas, sino que preserva al verdadero creyente de mantener una conducta pecaminosa y desleal ante aquel que por gracia le llamó. Cuando el creyente peca es contristado para arrepentimiento por el Espíritu Santo, el cual actúa preservando a los que fueron llamados a la reconciliación con Dios.

“24Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?”

V.24 El escritor les comunica a los gentiles que de la misma manera en que en otro tiempo ellos no fueron parte del pueblo de Dios, pero que ahora por gracia han sido llamados de la misma forma, Dios en su gracia y conforme a su voluntad hará retornar al verdadero Israel de Dios.

“25Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; 26y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad. 27Y este será mi pacto con ellos, Cuando yo quite sus pecados”

V.25-27 Como en otros momentos de la carta, el apóstol sostiene su declaración acerca de la naturaleza del rechazo y próxima restauración de Israel sobre la base del Antiguo Testamento. Éste cita a Isaías 59:20 y a Jr. 31:33-34, en los cuales se afirma proféticamente no sólo la caída de Israel, sino su posterior llamamiento bajo el nuevo pacto, lo cual dice es un misterio dentro del plan de Dios.

“28Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres”

V.28 Pablo argumenta que los judíos, según la disposición del evangelio por la fe, permanecen en enemistad con Dios, aunque conforme a elección y predestinación serán rescatados.

“29Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios”

V.29 La razón para la futura restauración está basada en que los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables, esto es, ninguno puede ser anulado o cancelado. Dios nunca se equivoca o comete errores, sino que todo lo que permite, es porque él lo controla y porque a la postre cumplirá su propósito para su gloria.

“30Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, 31así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. 32Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. 33¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!”

V.30-33 Pablo les recuerda a los gentiles lo que en otro momento eran, para que puedan reconocer la naturaleza de la gracia de Dios. Nadie puede entender algo de la gracia, sin antes entender algo de lo que significa estar apartado de la gloria de Dios y de sus consecuencias. Dios sujetó a todos a desobediencia, esto es, permitió en su soberanía el pecado para luego tener misericordia de todos los que tendría a bien llamar. El cuadro es similar al de Adán, el cual por un tiempo permaneció sin ayuda idónea, para que cuando le fuera suplida tal necesidad pudiera abrazarla, reconocerla y valorarla de una manera especial. Así, Dios en su paciencia permitió el pecado para que luego los pecadores alcanzados por gracia pudieran reconocer el maravilloso amor de Dios en Cristo, a la vez de exaltar sobre todas las cosas la gloria de un Dios que todo lo hace conforme a su voluntad y propósito.

¿Quién hubiese imaginado dicho plan? La creación de un mundo que abriría las puertas a uno mejor. Uno, en el cual todos los pecadores salvados por gracia pasarían a ser parte del pueblo elegido por Dios, habiendo él tenido misericordia de unos en un momento (los judíos) y luego de otros en otro momento (los gentiles). Dios tendría misericordia sobre unos (Israel) y dejaría a otros en oscuridad (los gentiles) y luego tendría misericordia de los ciegos (los gentiles) y pasaría juicio sobre los privilegiados (Israel), con el propósito de tener misericordia de todos, salvando en gracia a los que soberanamente eligió. ¿Quién lo hubiese pensado?

“34Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?”

V.34 Pablo tiene que reconocer que ningún hombre hubiese establecido dicho plan y mucho menos lo hubiese concebido, pues ningún hombre es ni será consejero del Altísimo. Pecamos cuando intentamos cambiar lo establecido por Dios, pues osamos tener acaso más conocimiento que Dios o, ¿queremos presumir de ser más misericordiosos que Dios? Nuestra propia historia como ente colectivo debería llevarnos a callar, a arrodillarnos y a postrarnos ante Dios.

“35¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?”

V.35 Estoy convencido de que no existe un ser humano que entienda la gravedad de vivir en pecado y de sus consecuencias. Dios no le debe nada a nadie, ni tan siquiera misericordia, la cual de manera soberbia y arrogante pedimos como si la mereciéramos. Deberíamos más bien postrarnos como el hijo pródigo y recibir nuestra justa retribución, pero no, nos acercamos pretendiendo que la ofensa o falta no es tan grave, la justificamos y luego nos convertimos en víctimas y cambiamos de agresores a ofendidos. Dios tenga de nosotros misericordia…

“36Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén”

V.36 En conclusión, todas las cosas, todo lo creado y todo lo que sucede es del Señor y para el Señor, porque de él, por él y para él fueron establecidas.

[1]Vine, W.E., Vine Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo, (Nashville: Editorial Caribe) 2000, c1999.

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