Pasaje
a considerar:
“Asimismo
vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que
no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus
esposas.” (1Pedro 3:1)
Comentario:
Vivir a Cristo en un mundo que le ha dado
la espalda a Dios, es sin dudas sumamente difícil e imposible sin él. Pero, y ¿qué
con nuestras familias? En el contexto marital, el primer reto que encontraron
muchos cristianos fue cómo vivir a Cristo con un cónyuge inconverso.
En los versículos previos al capítulo 3, el
apóstol Pedro le habló a los creyentes sobre la importancia de la sujeción a
Dios en todas las áreas del diario vivir. Dicha sujeción, debía ser primero a
Dios, en donde sujetarse a la autoridad o a lo ordenado por Dios, como lo es el
caso del matrimonio, no era una sugerencia sino un mandato.
A continuación, el apóstol presenta tres
sugerencias a las esposas cristianas:
1- Su conducta o manera de vivir es de vital
importancia para que la palabra de Dios no halle tropiezo en el esposo
inconverso (1P.3:1-2).
2- Su atavío o la manera de llamar
la atención, debía ir más allá de lo externo. Lo externo desmerece y siempre
quedará opacado por lo interno (1P.3:3-4).
3- Su confianza o esperanza debe
estar puesta en Dios siempre, pues las que obedecen lo hacen sin intimidación, por
cuanto lo hacen esperando en Dios y no en sus esposos (1P.3:5-6).
Finalmente, Pedro les dice que Sara, la
esposa de Abraham, podía servirles de estímulo y de testimonio.
Conclusión:
1Pedro 3:1-6 no constituye una garantía a
las mujeres cristianas de que los maridos vendrían a ser creyentes por su
manera de vivir u obediencia, pero sí, que la palabra de Dios sería menos
resentida y que podría ser respetada por los que no creen, cuando es evidenciada
y modelada por aquellos que profesan creerla.
Pastor Gilberto Rufat
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