"quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados." (1 Pedro 2:24)
Comentario:
Sabemos que los muertos no pueden tomar decisiones, pues muertos están. Esta expresión no es una exagerada (no es una hipérbole), pues es el estado del hombre que Dios utiliza en el AT y el NT para referirse a los mismos en su pecado.
En el capítulo 37 del libro de Ezequiel, Dios le muestra al profeta el valle de huesos secos, identificándolo o comparándolo con el estado de la nación de Israel.
Así mismo sucede en la epístola a los Efesios 2, en la que el apóstol Pablo le dice a los creyentes que habían sido resucitados de los muertos por la gracia de Dios, a través del don de la fe.
Para que Dios salvara a los elegidos, justificándoles, esto es, declarándoles limpios de todo pecado, Cristo tenía que tomar el lugar de ellos. Recordemos que la paga del pecado era la muerte. De forma tal, que éste debía llevar en sí mismo nuestro pecado para que pudiéramos recibir salvación.
El propósito sería mucho más abarcador y profundo, pues el fin no era solamente el perdón, sino que sería el medio para atraernos hacia sí mismo para que fuésemos adoptados y pasásemos a ser su pueblo (sus hijos).
Conclusión:
No existe mayor evidencia del amor y el propósito de Dios para con nosotros que aquella que es evidenciada por la imagen de Cristo en la cruz y tampoco existe un mejor lugar que nos permita considerar y meditar sobre el significado y las implicaciones del pecado cargado allí.
Vivamos de tal manera, que exaltemos la buena voluntad de Cristo Jesús para nosotros, sus hijos.
pastor Gilberto Rufat
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