"Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto." (Mateo 5:48)
El cristianismo no está fundamentado sobre superficialidades y meros ideales. La meta del cristianismo no es la mejoración del ser humano, sino la transformación del mismo. Dios demanda todo. Puede que nos parezca difícil, pero es la única opción si queremos volar.
C.S. Lewis lo presenta de la siguiente manera en su libro "Mero Cristianismo". Es posible que no sea fácil para un huevo convertirse en pájaro, pero jamás volará a no ser que lo primero acontezca. El punto es, que no podemos desear ser buenos, debemos serlo y la única manera es a través de la muerte de nuestro yo.
A esto se refería Jesús cuando dijo, sed pues perfectos. Ahora, la perfección que conlleva la total transformación de los hombres, solamente puede ser alcanzada a través de la muerte. Jesús no vino a hacer de gente mala gente buena. Él vino para que los muertos tuvieran la posibilidad de tener vida.
Es por eso que Dios exige todo de la vida de aquellos a los que llama. Pues nada servirá en nosotros, a no ser que muramos a nosotros mismos, para pasar a ser completamente de él. Ningún árbol de naranja, dará manzanas. Nuestras vidas deben ser transformadas primero. Por tal razón, el cristianismo no llama a las personas a un curso de mejoramiento o de modificación de conducta.
El verdadero cristianismo llama a las personas en Cristo a morir, a fin de poder vivir. La transformación (la salvación) no es sugerida, sino necesaria. La perfección (la santificación) no es automática, pero sí segura. Mi amado Dios se propuso algo mayor sobre los que llamó que solamente perdonarlos, se propuso hacerlos a la imagen de su Hijo Jesucristo (Romanos 8:29).
Bendiciones y lindo día...
Pastor Gilberto Rufat
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