LA DEPRAVACIÓN TOTAL Y EL NUEVO
PACTO
Por: Rev. Gilberto Rufat
"¿Mudará el etíope su
piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien,
estando habituados a hacer mal?" (Jeremías 13:23)
Una doctrina central, a fin
de entender lo referente a la salvación, es aquella que analiza los efectos de
la caída en los seres humanos. Nos referimos a la doctrina de la depravación
total.
Dicha enseñanza expone que ningún ser humano por sí solo, buscará a Dios. Ya que, según la Biblia, la caída afectó a todos los hombres (Ro.5:12-21). Pablo presenta la universalidad del pecado cuando declara lo siguiente:
Dicha enseñanza expone que ningún ser humano por sí solo, buscará a Dios. Ya que, según la Biblia, la caída afectó a todos los hombres (Ro.5:12-21). Pablo presenta la universalidad del pecado cuando declara lo siguiente:
"por cuanto
todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios." (Romanos 3:23)
"Como está escrito: No hay justo, ni aun uno." (Romanos 3:10)
Por consiguiente, Dios debe
intervenir en la vida de los que se salvan, para que estos puedan conocerle. Fue
precisamente esto, lo que dijo el profeta Jeremías cuando expresó: “¿Mudará
el etíope su piel, y el leopardo sus manchas?” No, ya que es su naturaleza. Esta
misma verdad fue declarada por Jesús cuando dijo:
"Ninguno
puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en
el día postrero." (Juan 6:44)
"Todo lo que
el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera." (Juan
6:37)
Solamente un acto de la soberana gracia de Dios podía cambiar nuestra naturaleza. Fue así, que Dios le profetizó a Jeremías que ello sucedería; aunque en un tiempo futuro al que éste vivía. Le dijo:
"He aquí que
vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel
y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con
sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque
ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de
Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la
escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su
hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más
pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad
de ellos, y no me acordaré más de su pecado.” (Jeremías 31:31-34)
Dicha promesa o nuevo pacto, también le fue revelada al profeta Ezequiel.
“Y yo os tomaré de las naciones,
y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré
sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y
de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu
nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os
daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y
haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por
obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros
me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.” (Ezequiel 36:24-28)
En Ezequiel 37, Dios le
mostró al profeta cómo sería el pacto.
“La mano de Jehová vino sobre mí,
y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba
lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en
derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto
secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos
huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. 4Me dijo entonces:
Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así
ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y
pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré
de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy
Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras
yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con
su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió,
y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y
me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu:
Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla
sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y
entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército
grande en extremo. Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son
la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció
nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto,
profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros
sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la
tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros
sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré
mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y
sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.” (Ezequiel 37:1-14)
Note que a Ezequiel, Dios le
mostró que el pueblo estaba muerto, que únicamente por la intervención de él,
podría vivir. Le dijo a Ezequiel:
“…yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.” (Ezequiel 37:4)
El apóstol Pablo confirmó
esta experiencia en la epístola a los Efesios.
“Y él os dio vida a
vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.” (Efesios 2:1)
Quien fuera mi pastor, el
Rev. Carlos Cortés me dijo una vez: “Gilberto, ¿los muertos pueden decidir
sobre algo? Obviamente no. Y luego me pregunta, si la muerte es descrita como
su condición espiritual, ¿cómo puede el hombre (muerto) decidir sobre algo
contrario a su propia naturaleza? La respuesta parecía lógica, pero era
profunda, solamente por la intervención de Dios. Así que, Pablo argumenta una
verdad muy citada, pero poco entendida:
“Porque por gracia sois salvos
por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no
por obras, para que nadie se gloríe. 10Porque somos hechura suya,
creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano
para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:8-10)
Lo único que jamás podría
ser atribuido a nosotros es la gracia, por consiguiente, la fe es el don
otorgado por Dios, a fin de que recibamos la salvación. No obstante, el apóstol
se asegura de que nadie presumiera que lo merecía, ya que no medió ninguna obra;
dejándole, como es debido, toda la gloria a Dios. Al punto de terminar
expresando que todos los creyentes eran el resultado de lo que Dios había
preparado de antemano. Nuestro andar en Cristo no fue el resultado de nuestra
decisión, sino de la intervención de Dios.
Vivimos en el nuevo pacto,
según el libro de Hebreos. Por ende, ya no aguardamos la promesa, por el
contrario, vivimos por ella. El autor de Hebreos expone:
"…Jesús el
Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de
Abel." (Hebreos 12:24)
De modo, que todo lo que
somos se lo debemos a un acto de la gracia soberana de Dios.
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