jueves, 4 de septiembre de 2014

LA DEPRAVACIÓN TOTAL Y EL NUEVO PACTO



LA DEPRAVACIÓN TOTAL Y EL NUEVO PACTO
Por: Rev. Gilberto Rufat
 

"¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?" (Jeremías 13:23)


Una doctrina central, a fin de entender lo referente a la salvación, es aquella que analiza los efectos de la caída en los seres humanos. Nos referimos a la doctrina de la depravación total.
Dicha enseñanza expone que ningún ser humano por sí solo, buscará a Dios. Ya que, según la Biblia, la caída afectó a todos los hombres (Ro.5:12-21). Pablo presenta la universalidad del pecado cuando declara lo siguiente:

"por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios." (Romanos 3:23) "Como está escrito: No hay justo, ni aun uno." (Romanos 3:10)

Por consiguiente, Dios debe intervenir en la vida de los que se salvan, para que estos puedan conocerle. Fue precisamente esto, lo que dijo el profeta Jeremías cuando expresó: “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas?” No, ya que es su naturaleza. Esta misma verdad fue declarada por Jesús cuando dijo:
 
"Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero." (Juan 6:44)
"Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera." (Juan 6:37)

Solamente un acto de la soberana gracia de Dios podía cambiar nuestra naturaleza. Fue así, que Dios le profetizó a Jeremías que ello sucedería; aunque en un tiempo futuro al que éste vivía. Le dijo:

"He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.” (Jeremías 31:31-34)

Dicha promesa o nuevo pacto, también le fue revelada al profeta Ezequiel.

Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.” (Ezequiel 36:24-28)

En Ezequiel 37, Dios le mostró al profeta cómo sería el pacto.

La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. 4Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.” (Ezequiel 37:1-14)

Note que a Ezequiel, Dios le mostró que el pueblo estaba muerto, que únicamente por la intervención de él, podría vivir. Le dijo a Ezequiel:

“…yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.” (Ezequiel 37:4)

El apóstol Pablo confirmó esta experiencia en la epístola a los Efesios.

“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.” (Efesios 2:1)

 Quien fuera mi pastor, el Rev. Carlos Cortés me dijo una vez: “Gilberto, ¿los muertos pueden decidir sobre algo? Obviamente no. Y luego me pregunta, si la muerte es descrita como su condición espiritual, ¿cómo puede el hombre (muerto) decidir sobre algo contrario a su propia naturaleza? La respuesta parecía lógica, pero era profunda, solamente por la intervención de Dios. Así que, Pablo argumenta una verdad muy citada, pero poco entendida:

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe. 10Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:8-10)

Lo único que jamás podría ser atribuido a nosotros es la gracia, por consiguiente, la fe es el don otorgado por Dios, a fin de que recibamos la salvación. No obstante, el apóstol se asegura de que nadie presumiera que lo merecía, ya que no medió ninguna obra; dejándole, como es debido, toda la gloria a Dios. Al punto de terminar expresando que todos los creyentes eran el resultado de lo que Dios había preparado de antemano. Nuestro andar en Cristo no fue el resultado de nuestra decisión, sino de la intervención de Dios.

Vivimos en el nuevo pacto, según el libro de Hebreos. Por ende, ya no aguardamos la promesa, por el contrario, vivimos por ella. El autor de Hebreos expone:

"…Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel." (Hebreos 12:24)

De modo, que todo lo que somos se lo debemos a un acto de la gracia soberana de Dios.

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