¿En qué consiste el ministerio cristiano?
Por: Rev. Gilberto M. Rufat
El ministerio cristiano está integrado en lo que comprende
el plan de Dios para la salvación. Éste abarca mucho más que el llamado
especial de ciertos hombres dentro de la obra de Dios. En un sentido amplio,
todo cristiano es llamado a participar de la obra de Dios. Desde el momento en
que somos llamados por la gracia de Dios, el Espíritu Santo viene a residir en
nosotros, pero además nos otorga dones para la obra del ministerio. No
obstante, Dios llama a personas a realizar tareas específicas a las cuales
elige y capacita para lograr que su plan de fruto.
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros,
profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo.” (Efesios 4:11-12)
La
palabra ministerio del griego διακονία, diakonia señala un oficio, una obra, un
servicio o un ministerio. De ahí, que el ministerio se vea como una tarea, un
oficio o ministerio a ejercer de parte de Dios, relacionado con la obra de la
salvación y la edificación del cuerpo de Cristo (la iglesia). Entonces, el
ministerio se convierte no en algo que realizamos, sino en algo que somos.
Nuestro llamado delante de los hombres es el de vivir y proclamar a Cristo. Por
ende, los ministerios son dados y otorgados dentro de un cuerpo local que
llamamos la iglesia, pero no se restringen al culto. Ya que, lo que los
creyentes somos llamados a hacer va más allá de un horario y una reunión. La
Biblia presenta diversidad de dones, ministerios y operaciones, a través de los
cuales somos llamados a servir. El fin último de un ministerio no es otro que
servir. No existen ministerios pequeños, así como la Biblia no habla de
iglesias pequeñas.
“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu
es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay
diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el
mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.”
(1Corintios 12:4-7)
“Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace
todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la
manifestación del Espíritu para provecho.” (Romanos 12:6-7)
Cada ministerio, según la Escritura,
tiene su propósito y finalidad. Todos los ministerios son necesarios dentro del
cuerpo, por lo que, ninguno es menos importante, ya que Dios asignó mayor
gloria a los que nos parecen pequeños o menos dignos. Por consiguiente, ningún
ministerio será efectivo alejado de los demás, ya que, en la integración y la participación
de los mismos (los dones y ministerios) es que existe el crecimiento.
“de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido
entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad
propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.”
(Efesios 4:16)
Si bien es cierto que los ministerios
provienen de Dios, no obstante, somos llamados a ejercitarlos y a
desarrollarlos al máximo. No existen ministerios efectivos en los cuales el que
pretende servir no sea llamado primero a crecer y a desarrollarse en la fe. De
aquí, la importancia de los ministerios de enseñanza, los que colocan los
cimientos sobre los cuales la obra del ministerio puede descansar. A
continuación, veamos la base bíblica cuando Pablo instruye a Timoteo:
“Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la
exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que
te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio.
Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento
sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina;
persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.
(1Timoteo 4:13-16)
Por último y no menos significativo,
la vida espiritual del ministro es más importante que el ministerio al que ha
sido llamado. Tenemos la tendencia a pensar que a Dios le interesa más el hacer
que el ser. Cuando a la verdad, nadie puede dar, lo que no ha recibido, ni
entiende. Estoy convencido de que Dios está más interesado en lo que somos, que
en lo que hacemos.
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