Lección # 9
Características de una verdadera conversión
Rev. Gilberto Rufat
Base Bíblica: Juan 9:1-12
Introducción
En el capítulo 9 del evangelio de Juan, Jesús sana a un ciego de nacimiento, lo que suscita posteriormente, una controversia sobre quién había sanado al ciego. Los líderes religiosos comenzaron la misma, llegando al punto de negarle la entrada al nuevo vidente a la sinagoga (el lugar donde los judíos estudiaban la ley). Esta porción del evangelio de Juan nos muestra que hay una ceguera peor que la de los ojos, aquella que no nos permite acercarnos a Jesús, el Enviado de Dios y hallar en él, salvación. Mientras los fariseos y demás judíos permanecieron ciegos (sin entendimiento) referente a la persona y a la obra por la cual Jesús se encontraba en medio de ellos, un ciego de nacimiento recibió la luz de la salvación, siendo el menos apto y digno de merecerla (según los judíos).
Esta lección nos permite ver la obra de transformación que se produce en la vida del pecador, cuando la soberana gracia y misericordia de Dios le toca. Pues, la verdadera salvación produce un cambio en la vida del pecador al ser sacado de la ceguera espiritual en la que se encuentra (2Co.4:4), siendo capacitado para reconocer a Cristo (1P.5:9), a fin de que, reciba la salvación que por gracia le es otorgada.
Veamos tres puntos importantes referentes a la experiencia de una verdadera salvación:
1- Una verdadera conversión es la manifestación de la gracia de Dios.
El ciego de nacimiento nada pudo hacer para cambiar su condición, así como tampoco poseía algo que le hiciera merecedor de los milagros que recibió. Este hombre había nacido ciego, como el pecador nace pecador (Romanos 5:15-21). Sin embargo, la gracia de Dios se manifestó a través de Jesús para sanación y al final, para salvación. De la misma manera, la salvación siempre será la manifestación de la soberana gracia de Dios, la cual es operada a través del Espíritu Santo, sobre aquellos que son llamados por gracia a heredar la vida eterna.
2- Una verdadera conversión trae a la luz el pecado del hombre.
La verdadera experiencia de la salvación trae a la luz en la regeneración (lo que llamamos conversión) nuestra naturaleza pecaminosa, a fin de que haya arrepentimiento y fe en el Salvador, Cristo. No existe salvación sin arrepentimiento. No obstante, en nuestro tiempo tenemos predicadores que llaman solamente al pecador a dar un paso de fe sobre la obra de Jesús. Pero, ¿no está basada la obra de Jesús en el perdón de nuestros pecados? entonces, ¿por qué no llaman al pecador al arrepentimiento? ¿Enseña la Biblia la posibilidad de salvación sin arrepentimiento? NO.
En 2Corintios 7:9-11, el apóstol Pablo comparte lo siguiente:
“Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios…”
3- Una verdadera conversión produce una total restauración.
La verdadera salvación no produce cambios a medias. No existen cristianos en proceso, aunque sí existe un proceso de transformación en los creyentes llamado santificación. Según la Biblia, usted le pertenece a Dios o no le pertenece, ha nacido de nuevo o no ha tenido un nuevo nacimiento, tiene el Espíritu Santo de Dios o el del mundo. La salvación, no el perdón únicamente, es transformación de vida a través de la cual Dios se propuso hacer en sus hijos, la misma imagen de su Hijo Jesús (Romanos 8:29). La Biblia expone:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2Co.5:17).
Una verdadera conversión será evidenciada a la vida de otros, trayéndole gloria a Dios. En la carta de Gálatas 1:23-24 la Biblia expresa:
“solamente oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba. Y glorificaban a Dios en mí.”
Conclusión
La salvación no es una obra subjetiva. Una verdadera conversión traerá luz a la vida de quien la ha recibido y gloria y honra a aquel que le salvó. El pecador no puede salvarse a sí mismo. Él no puede ser el enfermo y el doctor, como en otros sistemas religiosos o de creencias. Sólo la intervención milagrosa de la gracia de Dios podrá traer luz a la vida de un pecador. No obstante, nunca debemos olvidar, el lugar donde se fue a lavar los ojos este ciego (o pecador), en el estanque de Siloé, que traducido es Enviado, Cristo. No hay posibilidad de salvación fuera de la ofrecida por Dios en su Hijo, Jesús.
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