miércoles, 20 de julio de 2016

¿Qué, pues, diremos ¿Qué hay injusticia en Dios? - Romanos 9:14



¿Qué, pues, diremos ¿Qué hay injusticia en Dios?


Pasaje a considerar

 “¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera.” (Romanos 9:14)


Contexto del Pasaje

En Romanos 8, Pablo presenta que la elección de Dios asegura la salvación de los escogidos (Ro. 8:29-39). De manera, que en Romanos 9, el apóstol se ve obligado a contestar qué paso con Israel. ¿No eran éstos el pueblo escogido por Dios? ¿Por qué rechazaron a Jesús como el Mesías?

Pablo provee varios ejemplos de la predestinación y de la elección divina en Romanos 9:6-18 en los que presenta que no todos los descendientes de Israel fueron elegidos a salvación. Uno de ellos es la historia de Jacob y Esaú. El relato de estos dos hermanos gemelos se encuentra en Génesis 25:21-23; aunque Pablo hace mención de una cita del libro del profeta Malaquías.

“Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto.” (Malaquías 1:2-3)

El profeta Malaquías inicia con una recriminación por parte de Dios a su pueblo, por cuanto cuestionaban su amor. El profeta les comunica que la elección de Dios sobre Jacob, de la cual ellos eran descendientes, era la mayor evidencia del amor de Dios sobre Israel. Pablo, en la carta a los Romanos, cita lo siguiente:

“Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” (Romanos 9:13)

“La expresión amé del griego ἀγαπάω “agapao” significa amar en sentido social o moral: amado, amada, amar, amor.” (1) Mientras el término aborrecí del griego μισέω “miséo” viene de la raíz “mísos” que significa aborrecido, odiado; detestar, por extensión amar menos: aborrecer, aborrecible. (2) Por ende, no existe manera de argumentar sin percatarnos de que Dios no miró a Esaú con el mismo agrado que a Jacob.  



Breve comentario

En Romanos 9:14, Pablo se adelanta a algunas de las objeciones a la doctrina de la elección. El apóstol está consciente de que la expresión “a Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” le parecería injusta a algunos.

No hay injusticia en Dios

¿Hay injusticia en Dios? Pablo contesta, “…en ninguna manera” (Ro. 9:14). El problema que ciertas personas enfrentan al interpretar dicho pasaje es que parten de la presunción equivocada de que Dios, para ser justo, debe ser misericordioso para con todos. Un argumento similar puede verse en la parábola de los obreros de la viña, cuando dichos obreros murmuran contra el padre de familia.

“Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, [murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día.] Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. [¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?]” (Mateo 20:1-15)

Somos insensatos cuando contendemos con Dios, puesto que él es perfecto en sus caminos. Pero evidenciamos mayor insensatez al contender contra él, siendo nosotros pecadores y reos de muerte.


No merecemos misericordia

Dios no le debe misericordia a nadie, por cuanto él tiene la prerrogativa de decidir soberanamente sobre quién tiene misericordia y a quién juzga. Pablo lo expresa de la siguiente manera:

“Pues a Moisés dice: [Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca]. Así que [no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.] Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. [De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.]” (Romanos 9:15-18)

Dios no es injusto. Al que perdona, lo hace siendo misericordioso y al que juzga, lo hace siendo justo. Uno recibe algo que no merece (gracia) y el otro, lo que merece (juicio), pero nadie, absolutamente nadie recibe injusticia. 


Conclusión

La doctrina de la elección es bíblica y necesaria por causa de la corrupción en la que se encuentra el hombre. Sin la intervención divina no habría posibilidad de salvación. Por consiguiente, únicamente podemos ser salvos mediante un acto de la gracia de Dios.


¡Soli Deo Gloria!

Pastor Gilberto Rufat


Bibliografía:

1) James Strong, Nueva Concordancia Strong Exhaustiva: Diccionario (Nashville, TN: Caribe, 2002).

2) Ibíd.

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