¿Qué, pues, diremos ¿Qué hay injusticia en
Dios?
Pasaje a
considerar
“¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En
ninguna manera.” (Romanos 9:14)
Contexto del Pasaje
En Romanos 8, Pablo presenta que la elección de Dios asegura la salvación
de los escogidos (Ro. 8:29-39). De manera, que en Romanos 9, el apóstol se ve obligado
a contestar qué paso con Israel. ¿No eran éstos el pueblo escogido por Dios? ¿Por
qué rechazaron a Jesús como el Mesías?
Pablo provee varios ejemplos de la predestinación y de la elección
divina en Romanos 9:6-18 en los que presenta que no todos los descendientes de
Israel fueron elegidos a salvación. Uno de ellos es la historia de Jacob y Esaú.
El relato de estos dos hermanos gemelos se encuentra en Génesis 25:21-23;
aunque Pablo hace mención de una cita del libro del profeta Malaquías.
“Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era
Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y
convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del
desierto.” (Malaquías 1:2-3)
El profeta Malaquías inicia con una recriminación por parte de Dios a su
pueblo, por cuanto cuestionaban su amor. El profeta les comunica que la
elección de Dios sobre Jacob, de la cual ellos eran descendientes, era la mayor
evidencia del amor de Dios sobre Israel. Pablo, en la carta a los Romanos, cita
lo siguiente:
“Como está escrito: A Jacob
amé, mas a Esaú aborrecí.” (Romanos 9:13)
“La expresión amé del griego ἀγαπάω “agapao” significa amar en sentido
social o moral: amado, amada, amar, amor.” (1) Mientras el término aborrecí del
griego μισέω “miséo” viene de la raíz “mísos” que significa aborrecido, odiado;
detestar, por extensión amar menos: aborrecer, aborrecible. (2) Por ende, no
existe manera de argumentar sin percatarnos de que Dios no miró a Esaú con el
mismo agrado que a Jacob.
Breve comentario
En Romanos 9:14, Pablo se adelanta a algunas
de las objeciones a la doctrina de la elección. El apóstol está consciente de que
la expresión “a Jacob amé, mas a Esaú
aborrecí” le parecería injusta a algunos.
No hay injusticia en Dios
¿Hay injusticia en Dios? Pablo contesta, “…en ninguna manera” (Ro. 9:14).
El problema que ciertas personas enfrentan al interpretar dicho pasaje es que
parten de la presunción equivocada de que Dios, para ser justo, debe ser
misericordioso para con todos. Un argumento similar puede verse en la parábola
de los obreros de la viña, cuando dichos obreros murmuran contra el padre de
familia.
“Porque el reino de los cielos es semejante a un
hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y
habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza
desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea
justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo
lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban
desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le
dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la
viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña
dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde
los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la
hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros,
pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un
denario. Y al recibirlo, [murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos
postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que
hemos soportado la carga y el calor del día.] Él, respondiendo,
dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un
denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a
ti. [¿No me es lícito hacer lo que
quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?]” (Mateo 20:1-15)
Somos insensatos cuando contendemos con Dios, puesto
que él es perfecto en sus caminos. Pero evidenciamos mayor insensatez al
contender contra él, siendo nosotros pecadores y reos de muerte.
No merecemos misericordia
Dios no le debe misericordia a nadie, por cuanto él tiene la
prerrogativa de decidir soberanamente sobre quién tiene misericordia y a quién
juzga. Pablo lo expresa de la siguiente manera:
“Pues
a Moisés dice: [Tendré misericordia del
que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca].
Así que [no depende del que
quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.] Porque
la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti
mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. [De manera que de quien quiere, tiene
misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.]” (Romanos 9:15-18)
Dios no es injusto. Al que perdona, lo hace
siendo misericordioso y al que juzga, lo hace siendo justo. Uno recibe algo que
no merece (gracia) y el otro, lo que merece (juicio), pero nadie, absolutamente
nadie recibe injusticia.
Conclusión
La doctrina de la elección es bíblica y necesaria por causa de la
corrupción en la que se encuentra el hombre. Sin la intervención divina no
habría posibilidad de salvación. Por consiguiente, únicamente podemos ser
salvos mediante un acto de la gracia de Dios.
¡Soli Deo Gloria!
Pastor Gilberto Rufat
Bibliografía:
1) James Strong, Nueva Concordancia Strong Exhaustiva: Diccionario
(Nashville, TN: Caribe, 2002).
2) Ibíd.
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