lunes, 1 de junio de 2015

¿Qué es adoración?



¿Qué es adoración?

Dependiendo de a quién le preguntemos, obtendremos una definición sobre lo que significa adorar. Sin embargo, cuando se ubica en el cristianismo, el marco de referencia de los cristianos es la Biblia y no se conforma a opiniones humanas. Con ello en mente, veamos cómo la Biblia aborda el tema de la adoración para entender su significado.

La palabra adoración del hebreo שָׁחָה “shajah” significa adorar, postrarse, bajarse, inclinarse. En el hebreo moderno tiene la connotación de inclinarse o agacharse. En el Antiguo Testamento es usada más de 170 veces. De manera, que la adoración es un término importante que conllevaba el acto de postrarse ante la grandeza de Dios, mediante el reconocimiento de la pecaminosidad de su pueblo frente a su santidad.

En el Nuevo Testamento existen varias expresiones del término. De ahí, que algunos se sostengan para indicar que no existe una definición específica sobre lo que significa la adoración. Desde luego, esto no es verdad, pues los términos griegos usados en el Nuevo Testamento se complementan y correlacionan entre sí. Por consiguiente, podemos definir lo que representa la adoración bíblica a Dios.

1-      Adoráis del griego “eusebeo” εὐσεβέω significa actuar piadosamente.

2-      Adorar del griego “proskuneo” προσκυνέω palabra compuesta de “pros”, hacia y “kuneo” besar. La misma se traduce como hacer reverencia, dar obediencia o rendir homenaje.

3-      Adorar del griego “sebo” σέβω se traduce como reverenciar, enfatizando el sentimiento de maravilla o de devoción.

4-      Adorando del griego “sebazomai” σεβάζομαι acto de honrar religiosamente.

5-      Servicio del griego “latreuo” λατρεύω representa el acto de dar servicio u homenaje religioso.

La adoración es la manifestación de un pecador que habiendo sido transformado por la gracia de Dios, de manera consciente, desea expresar gratitud, reverencia u honra al que le salvó, a través de una vida que se rinde, que expresa devoción y obediencia a Dios.

La adoración como una expresión de gratitud, entrega o devoción a Dios puede y debe crecer en el conocimiento de quién es Dios y de lo que ha hecho por sus hijos (a los que redimió). Por lo tanto, Dios merece adoración y es un deber de cada creyente adorarle.

La adoración no es la manifestación de nuestra opinión, de lo que pensamos o sentimos con relación a Dios. La verdadera adoración ha de darse de acuerdo a quién es él y la única manera de conocerle es por medio de su Palabra. Decir que alguien tiene mala doctrina o falsa enseñanza pero que es un buen adorador es demostrar desconocimiento de lo que conlleva adorar a Dios. La adoración debe darse conforme a la revelación de Dios en las Escrituras, por ende, es teológica.

La adoración bíblica es teológica porque se fundamenta en una relación con Dios, por medio de su Hijo Jesús. Por ende, no se puede adorar lo que no se conoce (Jn.4:22). La misma, además de ser expresada u ofrecida a Dios, debe ser recibida o aceptada por él y no por una congregación o una audiencia. Esto parece ser que a algunos se les olvida o no lo comprenden. No somos los hombres los que determinamos a base de gustos lo que es adoración, sino Dios.

Quien pretenda adorar a Dios debe hacerlo con reverencia y conocimiento y no con base en el talento y la emoción. Cuando leemos el libro de Levíticos, podemos ver lo meticuloso y detallado de cómo Dios requirió ser adorado y reverenciado por medio de cada uno de los sacrificios y ofrendas. Los levitas no eran un coro o un grupo musical dirigidos al pueblo, sino a Dios. Es un hecho que cuando los hijos de Aarón (sacerdotes) pretendieron cambiar lo establecido por Dios, murieron al ofrecer fuego extraño (Lv. 10:1-3).

Conclusión:

La adoración a Dios no es un ritmo o un estilo, sino la actitud de un corazón rendido en gratitud y devoción a Dios. La adoración como ha de ser dirigida y recibida por éste, debe fundamentarse en su revelación y no en la manera en la que la imaginamos. Por el contrario, sería idolatría a otro “dios” y no adoración.

Rev. Gilberto Rufat

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