No es al Coronavirus a quien debemos temer
Son muchos los que hoy, como en la antigüedad, corren en
búsqueda de alimento y todo tipo de “artículos indispensables” para enfrentar la
crisis, pero no entienden que ponen su confianza en cisternas rotas (Jeremías
2:13). Sin embargo, no vemos a esa misma gente, ante la amenaza del Coronavirus,
correr hacia Dios en arrepentimiento y en un clamor sincero por salvación (Apocalipsis
9:20-21; 16:9-11).
Todo indica que no hemos aprendido o no hemos entendido el
relato de Génesis 3. El papel higiénico, así como “las hojas de higuera” no
podrán protegernos de nuestra rebelión y pecados delante de Dios (Génesis 3:7).
Si hemos de temerle a algo o a alguien, temamos “a aquel que puede destruir el
alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).
Nuestra única esperanza como humanidad no está en la
ciencia, en el gobierno, en nuevos recursos, ni en la solidaridad humana por
buena que parezca. Nuestra única esperanza está en presentarnos ante Dios con
un corazón contrito y humillado, por cuanto fue profetizado que no sería
rechazado (Salmo 51:17). Jesús dijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí;
y al que a mí viene, no le echo fuera: (Juan 6:37).
Es preciso recordar y reconocer que según el santo evangelio
“hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo
hombre” (1 Timoteo 2:5). “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean
borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de
refrigerio” (Hechos 3:19).
Pastor Gilberto Miguel Rufat
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