viernes, 13 de marzo de 2020

Levítico 26 al 27


Segunda parte
Leyes sobre la santidad y la consagración a Jehová

Bosquejo de Levítico:

Primera parte - Levítico 1-16 (justificación)

1- Levítico 1 al 7: La ofrendas principales

2- Levítico 8 al 10: La institución del sacerdocio

3- Levítico 11 al 16: Las leyes de pureza

Segunda parte - Levítico 17-27 (santificación)

4- Levítico 17 al 20: La santidad en la vida cotidiana del pueblo

5- Levítico 21 al 25: La santidad de los sacerdotes y de las fiestas solemnes

6- Levítico 26 al 27: Las bendiciones de la obediencia y las consecuencias de la desobediencia

Capítulo 25

El esclavo en el Antiguo Testamento

“La idea de esclavitud que tenemos hoy día no coincide con la práctica de los hebreos. Básicamente, un esclavo era un trabajador. El término hebreo que se utiliza para esclavo es “eved”, que viene de una raíz que significa “trabajar”. Pero el esclavo no recibía salario por su trabajo, como pasaba con el jornalero. Además, formaba parte de la familia y del patrimonio familiar del amo (Lv. 22:11; 25:46). Sus hijos nacían esclavos (Gn. 17:12). El amo podía buscarle compañero o compañera (Éx. 21:1–5). Los esclavos estaban obligados a guardar el sábado y las fiestas (Éx. 20:10; Dt. 16:11–14). Participaban de la Pascua, para lo cual tenían que ser circuncidados (Gn. 17:12; Éx. 12:44). Los jornaleros, sin embargo, no debían participar (Éx. 12:45). El criado de Abraham le iba a heredar si su amo llegaba a morir sin dejar descendencia (Gn. 15:3).

Los esclavos tenían sus derechos (Job 31:13). Estaba prohibido maltratarles (Lv. 25:53). Si un amo lo hacía y la persona moría, el castigo era igual a si lo hubiera hecho a un hombre libre (Éx. 21:20). Si al golpearlo le hacía un daño irreparable, aunque fuera la pérdida de un diente, tenía que darle la libertad (Éx. 21:26–27). Había que dar refugio a los esclavos que huían de sus amos y no se les podía devolver a sus antiguos dueños ni oprimirlos (Dt. 23:15). Esta disposición, como otras relativas a la esclavitud, no existía en las naciones vecinas de Israel (1 R. 2:39–40). El secuestro de personas para venderlas era castigado con la muerte (Éx. 21:16).

Como existía el apremio corporal por deudas, un ladrón que no podía pagar lo robado era vendido por su hurto (Éx. 22:2–3). Una persona que no pudiera cumplir con una deuda podía ofrecerse como sirviente, pero estaba prohibido tratarle como esclavo, sino como a un jornalero, pero sin recibir paga, hasta el año del jubileo (Lv. 25:39–41). Ningún hebreo podía ser esclavo de otro hebreo, porque como son esclavos de Dios, “no serán vendidos a manera de esclavo”. Sólo extranjeros podían ser tomados como esclavos (Lv. 25:42–45). Y si un hebreo llegaba a ser esclavo de un extranjero, la familia tenía el deber de rescatarlo (Lv. 25:47–52). Y en todo caso había que tratar bien al esclavo, recordando la esclavitud que padecieron los israelitas en Egipto (Dt. 15:15). Y llegado el año del jubileo, los esclavos hebreos debían ser libertados (Lv. 25:54). En ese momento debían darles dones (Dt. 15:13–14).

Se tomaba como esclavos a los prisioneros de guerra (Nm. 31:26; Dt. 20:10–11; 2 P. 2:19). Un padre podía vender su hija como esclava, para servicio de una casa, con intención de casarla, pero con ciertas condiciones. En caso de que el amo o un hijo suyo no se casare con ella, el padre podía redimirla. Si se realizaba el matrimonio había que otorgarle el tratamiento de novia y esposa como a cualquier otra mujer no esclava (Éx. 21:7–11).

La esclavitud es utilizada para ilustrar los efectos del pecado sobre el ser humano. “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”, dijo el Señor Jesús (Jn. 8:34). Los creyentes eran antes “esclavos del pecado”, pero ahora son “siervos de la justicia” tras la redención realizada por Cristo (Ro. 6:17; Tit. 3:3)”.[1]

Capítulo 26

Pasaje clave:

Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados. (Levítico 26:18)

Palabra o frase clave:

“siete veces más” (Lv. 26:18, 21, 24, 28)

Propósito:

Levítico 26 presenta las bendiciones y las consecuencias de la violación de las leyes dadas por Dios a su pueblo. Si Israel vivía de acuerdo con la santidad establecida por Dios, entonces podía esperar la bendición de Dios y contar con su protección. Por otra parte, si Israel decidía violar el pacto, entonces experimentaría las consecuencias por haberlo violado. Si los hijos de Israel decidían no arrepentirse, debían esperar siete veces más el castigo o el juicio de Dios. Un ejemplo de esto puede verse en el libro de Apocalipsis en los juicios de los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas de la ira de Dios.

Verdad teológica:

El pacto de la ley fue un pacto basado en la obediencia a dicha ley. La carta a los Gálatas, en el Nuevo Testamento, afirma que este pacto (la ley) no invalidó el pacto (de la gracia) recibido por Abraham en Génesis 12:3 y 7 y confirmado en Génesis 15. Pablo explica en Gálatas que la ley dada a través de Moisés nunca tuvo el propósito de invalidar el pacto de la gracia establecido sobre la fe. El apóstol presenta que el pacto estaba basado en la simiente por medio de la cual muchos serían bendecidos incluyendo a Abraham. La simiente es presentada en Gálatas 3:16 y 19, siendo Jesucristo. El pacto de la ley, lejos de entrar en contradicción con el pacto de la gracia, lo confirma. ¿Por qué? Porque el pacto de la ley imposibilita la salvación del hombre, por cuanto demandada una obediencia perfecta. Este era su propósito, a fin de conducir al remanente escogido por gracia a salvación en la persona y en la obra de Jesucristo.

Capítulo 27

Pasaje clave:

Cuando alguno dedicare su casa consagrándola a Jehová, la valorará el sacerdote, sea buena o sea mala; según la valorare el sacerdote, así quedará. (Levítico 27:14)
Estos son los mandamientos que ordenó Jehová a Moisés para los hijos de Israel, en el monte de Sinaí. (Levítico 27:4)


Palabra o frase clave:

“estimarás” (Lv. 27:1-8, 12,16-19, 23, 27)

“rescatar” (Lv. 27:12, 15, 20, 27-29, 31, 33)

“consagrada” (Lv. 27:14, 21, 23, 28, 32)

Propósito:

Este capítulo subraya un énfasis que aparece en todo el libro. El hombre y todas sus posesiones pertenecen a Dios. Somos los siervos de Dios. Las leyes les ayudan a aprender cómo ser santos (separados con Dios). La santidad incluye su relación con Dios y con su prójimo. [2] Sed santos, porque yo, Jehovah vuestro Dios, soy santo.
A los israelitas se les requirió que dieran o consagraran ciertas cosas al Señor y a su servicio: los primeros frutos de sus cosechas, los animales primogénitos, los hijos primogénitos, el diezmo de su ganancia. Muchos deseaban ir más allá y consagrarse ellos mismos o consagrar a otro miembro de la familia, animales adicionales, una casa o un campo a Dios. En estos casos, era posible donar dinero en lugar de una persona real, un animal o una propiedad. Algunas personas hacían votos impulsivos o poco realistas. A fin de instarlos a reflexionar antes de hacerlo, se imponía una penalidad del veinte por ciento a aquellas cosas que eran vueltas a comprar con dinero. Este capítulo explica cómo fijar valores y qué hacer si un donante luego deseaba volver a comprar aquello que había donado a Dios.[3]

Verdad teológica:

Todo, absolutamente todo le pertenece a Dios. El hombre es solamente un mayordomo llamado a tener cuidado de lo que le pertenece al Creador. El capítulo 27 enseña que todo cuando ha sido separado para Dios no puede ser redimido. “Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado a Jehová” (Lv. 27:32). Además de los diezmos, algunos hombres consagrados o devotos, consagraban sus propias vidas y posesiones a Jehová. Las mismas podían ser estimadas en siclos de plata para ser ofrendadas en las arcas del templo. Todo voto hecho a Dios debe cumplirse. Los diezmos de todo le pertenecen a Dios y servían al propósito de proveer el sustento de la vida de los sacerdotes, ya que su tarea era dedicarse al servicio a Dios y no a las obligaciones diarias de la vida cotidiana.


[1] Lockward, A. (2003). Nuevo diccionario de la Biblia. (357). Miami: Editorial Unilit.

[2]Carro, D., Poe, J. T., Zorzoli, R. O., & Editorial Mundo Hispano (El Paso, T. (1993-<1997 i="">Comentario bíblico mundo hispano Levítico, Números, y Deuteronomio
(1. ed.) (134). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.
[3]Biblia del diario vivir. 2000, c1996 (electronic ed.) (Lv 27.1). Nashville: Editorial Caribe.

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