Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)
Vivimos en un mundo donde hemos aceptado la falsa idea de que existen diferentes caminos a través de los cuales se puede alcanzar salvación. De modo que muchos abrazan la mentira de que todas las religiones son generalmente iguales y que solamente difieren en la manera en cómo se puede ser salvo. Sin embargo, cualquiera que haya estudiado las diferentes religiones del mundo habrá podido notar que las mismas son muy diferentes e inclusive hasta opuestas y que solo son iguales superficialmente.
En el cristianismo existe un camino al cielo, una sola verdad revelada y un único mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. Posiblemente el distintivo mayor del cristianismo radica en que el hombre está muerto en sus delitos y pecados, por consiguiente, nada puede hacer para ser salvo.
Siendo Dios a quien se ha ofendido y el hombre el agresor, únicamente Dios
puede perdonarlo. Es decir, que en el cristianismo nadie puede salvarse a sí
mismo y tampoco nadie en su misma condición puede ayudarlo. ¿Por qué? Porque el
pecador está muerto en sus delitos y pecados y ha sido separado de la gloria de
Dios (Romanos 3:23). El mismo es un ciego al cual ningún mapa o brújula le podrá
servir de guía (Juan 9:39-41).
La salvación en el evangelio no es una oferta. Dios no extiende una invitación a los hombres, sino que él manda a todos los hombres a entrar por la puerta estrecha y a andar por el camino angosto, Jesucristo (Mateo 7:13-14). El arrepentimiento de los pecados y la disposición a la obediencia no es opcional. Dios llama a todos los hombres a arrepentirse y a venir a Jesucristo. No obstante, los hombres no quieren (Juan 3:19-20). De manera que solamente un acto de la gracia soberana de Dios, a través de la obra redentora de Cristo, podrá traer al pecador a los pies de la cruz para ser salvo.
La salvación es un don que solamente Dios puede obrar (Juan 1:12-13; Efesios
2:8-9). Jesús no vino a hacer posible la salvación, por cuanto él vino a salvar
y a buscar lo que se había perdido (Lucas 19:10). La salvación no es un mero regalo
que se nos ofrece, la misma es el acto mediante el cual, Dios satisface la
demanda de su justicia que reclama la muerte del pecador. ¿Cómo lo hace? A través
de un acto de sustitución por medio del cual el Justo (Jesús) muere por los injustos,
para que él sea el Justo y el que justifica a los impíos (Romanos 3:26; 1 Pedro
3:18).
Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones… (Hebreos 3:7-8). Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio (Hechos 3:19)
Pastor Gilberto Miguel Rufat
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