jueves, 5 de marzo de 2020

Levítico 24 al 25

Segunda parte
Leyes sobre la santidad y la consagración a Jehová

Bosquejo de Levítico:

Primera parte - Levítico 1-16 (justificación)

     1. Levítico 1 al 7: La ofrendas principales
     2. Levítico 8 al 10: La institución del sacerdocio
     3. Levítico 11 al 16: Las leyes de pureza

Segunda parte - Levítico 17-27 (santificación)

     4. Levítico 17 al 20: La santidad en la vida cotidiana del pueblo
     5. Levítico 21 al 25: La santidad de los sacerdotes y de las fiestas solemnes
     6. Levítico 26 al 27: Las bendiciones de la obediencia y las consecuencias de la desobediencia

Capítulo 24

Pasaje clave:

Manda a los hijos de Israel que te traigan para el alumbrado aceite puro de olivas machacadas, para hacer arder las lámparas continuamente. (Levítico 24:2)
Un mismo estatuto tendréis para el extranjero, como para el natural; porque yo soy Jehová vuestro Dios. (Levítico 24:22)

Palabra o frase clave:

     1. maldecir
     2. blasfemar

Propósito:

Las doce tribus o Israel es descrito como un candelero. Un candelero que debe estar limpio, lo que habla de la vida de santidad. El mismo debía arder diariamente, así como el creyente es llamado a ser luz. Dicha luz debe provenir del aceite puro de olivas machacadas. Esto representa la obra de Dios Espíritu Santo obrando en el creyente. Su pueblo es llamado continuamente a ser lleno del Espíritu, para poder vivir en el Espíritu y no en la carne. El incienso puro no puede faltar, representando la vida de oración a Dios. Además, los sacerdotes debían alimentarse continuamente en el lugar santo, igualmente, el creyente ha de sacar tiempo diario para alimentarse de la palabra de Dios.

Todo acto de maldición o blasfemia a Dios no debía ser permitido. El texto enseña que todos los judíos y los extranjeros dentro del campamento debían obedecer la ley de Dios. Dios espera que la congregación unánimemente no permita la blasfemia y de haberla, tenga consecuencias. En nuestro contexto, esto podría constituirse en quitarle la comunión a un aparente hermano en la fe o la excomulgación de una congregación local.   

Verdad teológica:

Lo que hacemos a diario con nuestra vida es el mejor testimonio de nuestra consagración a Dios y de lo que creemos realmente de él. Lo que permitimos bajo nuestra supervisión muestra a quién honramos y cuáles son nuestros valores y convicciones.

Capítulo 25

Pasaje clave:

Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años. (Levítico 25:8)

Palabra o frase clave:

     1- año de jubileo
     2- rescate

Propósito:

Este capítulo trata de otras celebraciones que debían ser obedecidas en la tierra prometida. Una vez establecidos en la misma, se disponía que no solamente el hombre debía descansar en el séptimo día, sino que la tierra debía hacerlo en el séptimo año. El pueblo era llamado a obedecer a Dios y a esperar que él proveería en abundancia el sexto año. De modo que pudieran vivir sin trabajar la tierra el séptimo año y aun que tuvieran los recursos necesarios, mientras la tierra era nuevamente cultivada para producir fruto. El año sabático tenía el propósito de que la congregación de Israel pasara un tiempo de consagración completa a Dios, puesto que estarían libres de las labores cotidianas.

En el ciclo séptimo de siete años sabáticos, esto es, cuando se cumplieran 49 años en el mes séptimo, se debía tocar la trompeta a los diez días del mes; el día de la expiación (Lv. 25:8 al 9). Llegado el año 50 el pueblo debía pregonar libertad “…en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia. El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos, porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto de la tierra comeréis. En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión” (Lv. 25:10 al 13).

Se dejaba descansar la tierra; cada propietario recobraba las posesiones que se hubiera visto obligado a vender, hipotecar o enajenar de otro modo, excepto las casas situadas dentro de ciudades amuralladas; los esclavos hebreos, inclusive sus familias, quedaban en libertad (Éx. 21:1–6). Empezaba con una fiesta de nueve días, que terminaba con el Día de Expiación. Mediante el jubileo se conservaba cierto equilibrio económico, evitando el latifundismo y la acumulación de riquezas por unos mientras otros quedaban por completo desposeídos.[1]

Encontramos evidencia en el libro de Jeremías 34:8 al 20, de que el pueblo, al menos, en un momento dado intentó cumplir con dicha ley, pero se retractó de hacerlo y volvieron atrás. En el libro de Nehemías 10:31, luego del retorno del exilio babilónico, hubo un compromiso de cumplir con la ley y la fiesta del jubileo.

Significado

Año sabático
Éx. 20:8–11; 31:12–17; Lv. 23:3; Dt. 5:12–15

Cada siete años se celebraba un año de gracia, en el que se dejaba descansar la tierra.
Año de jubileo
Lv. 25:8–55; 27:17–24; Ez. 46:17

El año cincuenta, tras siete años sabáticos, se dedicaba a proclamar la libertad de los siervos por deudas y a devolver las parcelas a quienes las hubiesen perdido.

Festividad
Significado en la vida cristiana

Verdad teológica en Cristo

Día sabático
La fe o confianza en la provisión de Dios

Jesucristo es nuestro reposo.
Año sabático
La necesidad del descanso del trabajo, ya que el pecado lo afectó todo.

Prefigura la restauración de la tierra en lo que la Biblia llama “cielo nuevo y una tierra nueva”.

Año de jubileo
La necesidad de un libertador que nos trate con amor y que nos libere de la opresión.

Señala el tiempo en el que Jesucristo se convertiría en el libertador de su pueblo, que había quedado cautivo o esclavo del pecado (Lc. 4:16 al 30). Representa la libertad del pecado y el regreso a la comunión con Dios por medio de Jesucristo.

Verdad teológica:

Cada día de descanso cada siete días, cada festividad o santa convocación, cada siete años de reposo de la tierra y cada 50 años en el día del jubileo se hacía referencia al descanso que vendría mediante la obra redentora de Dios en Cristo. Es por esta razón que el pueblo debía descansar, por cuanto Dios colocó orden a toda su creación, incluyendo la salvación del remanente desde antes de la fundación del mundo.

El esclavo en el Antiguo Testamento

“La idea de esclavitud que tenemos hoy día no coincide con la práctica de los hebreos. Básicamente, un esclavo era un trabajador. El término hebreo que se utiliza para esclavo es “eved”, que viene de una raíz que significa “trabajar”. Pero el esclavo no recibía salario por su trabajo, como pasaba con el jornalero. Además, formaba parte de la familia y del patrimonio familiar del amo (Lv. 22:11; 25:46). Sus hijos nacían esclavos (Gn. 17:12). El amo podía buscarle compañero o compañera (Éx. 21:1–5). Los esclavos estaban obligados a guardar el sábado y las fiestas (Éx. 20:10; Dt. 16:11–14). Participaban de la Pascua, para lo cual tenían que ser circuncidados (Gn. 17:12; Éx. 12:44). Los jornaleros, sin embargo, no debían participar (Éx. 12:45). El criado de Abraham le iba a heredar si su amo llegaba a morir sin dejar descendencia (Gn. 15:3).

Los esclavos tenían sus derechos (Job 31:13). Estaba prohibido maltratarles (Lv. 25:53). Si un amo lo hacía y la persona moría, el castigo era igual a si lo hubiera hecho a un hombre libre (Éx. 21:20). Si al golpearlo le hacía un daño irreparable, aunque fuera la pérdida de un diente, tenía que darle la libertad (Éx. 21:26–27). Había que dar refugio a los esclavos que huían de sus amos y no se les podía devolver a sus antiguos dueños ni oprimirlos (Dt. 23:15). Esta disposición, como otras relativas a la esclavitud, no existía en las naciones vecinas de Israel (1 R. 2:39–40). El secuestro de personas para venderlas era castigado con la muerte (Éx. 21:16).

Como existía el apremio corporal por deudas, un ladrón que no podía pagar lo robado era vendido por su hurto (Éx. 22:2–3). Una persona que no pudiera cumplir con una deuda podía ofrecerse como sirviente, pero estaba prohibido tratarle como esclavo, sino como a un jornalero, pero sin recibir paga, hasta el año del jubileo (Lv. 25:39–41). Ningún hebreo podía ser esclavo de otro hebreo, porque como son esclavos de Dios, “no serán vendidos a manera de esclavo”. Sólo extranjeros podían ser tomados como esclavos (Lv. 25:42–45). Y si un hebreo llegaba a ser esclavo de un extranjero, la familia tenía el deber de rescatarlo (Lv. 25:47–52). Y en todo caso había que tratar bien al esclavo, recordando la esclavitud que padecieron los israelitas en Egipto (Dt. 15:15). Y llegado el año del jubileo, los esclavos hebreos debían ser libertados (Lv. 25:54). En ese momento debían darles dones (Dt. 15:13–14).

Se tomaba como esclavos a los prisioneros de guerra (Nm. 31:26; Dt. 20:10–11; 2 P. 2:19). Un padre podía vender su hija como esclava, para servicio de una casa, con intención de casarla, pero con ciertas condiciones. En caso de que el amo o un hijo suyo no se casare con ella, el padre podía redimirla. Si se realizaba el matrimonio había que otorgarle el tratamiento de novia y esposa como a cualquier otra mujer no esclava (Éx. 21:7–11).

La esclavitud es utilizada para ilustrar los efectos del pecado sobre el ser humano. “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”, dijo el Señor Jesús (Jn. 8:34). Los creyentes eran antes “esclavos del pecado”, pero ahora son “siervos de la justicia” tras la redención realizada por Cristo (Ro. 6:17; Tit. 3:3)”.[2]




[1] Ventura, S. V. (1985). Nuevo diccionario bíblico ilustrado (631). 08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.

[2] Lockward, A. (2003). Nuevo diccionario de la Biblia. (357). Miami: Editorial Unilit.

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