No os conforméis a este siglo
“No os conforméis a
este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta” (Romanos 12:2)
A modo de entender Romanos 12:2 es necesario recordar el versículo
que le precede, Romanos 12:1, el cual dice:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios,
que es vuestro culto racional.”
Pablo presenta que el conocimiento de la misericordia de Dios
en nuestra salvación, debería llevarnos rendidos a una vida de total entrega y sumisión.
Romanos 12:1 presenta lo que Dios demanda; que presentemos nuestra vida como un
sacrificio vivo, esto es, como una ofrenda.
Lo que muchos cristianos olvidan o no entienden es que para
que la ofrenda pueda ser aceptada por Dios debe morir, (ser sacrificada). El
cristianismo de hoy, que únicamente quiere invitar a Jesús a su vida o al corazón,
sin primero morir y arrepentirse, no puede ser llamado cristianismo. De la
misma manera, tampoco puede ser considerado como una ofrenda a Dios.
La verdadera salvación implica el abandono, así como el rechazo
de nuestra antigua manera de vivir. Los creyentes somos llamados a vivir a la
manera de Cristo, porque la soberana voluntad del Padre fue que los hijos
fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo (Ro.8:29).
En Efesios 4:22-24, la Biblia expone lo siguiente:
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo
hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el
espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la
justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:22-24)
No existe la posibilidad de vivir el cristianismo según nuestros
deseos, caprichos, ilusiones, sueños, planes y metas por mejores que parezcan,
entre otros y vivir en la voluntad de Dios. Ya que, vivir en la voluntad de
Dios comprende renunciar a todo lo que valoramos, a fin de valorar lo que Dios
valora y lo que le complace. Por ende, el abandono sincero del pecado debe evidenciarse
(Ro. 6:1-4). Veamos un pasaje paralelo a Efesios 4:22-24:
“Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira,
enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los
unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y
revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va
renovando hasta el conocimiento pleno.” (Colosenses 3:8-10)
En la medida en que nuestro entendimiento es transformado
por la Palabra y mediante la obra del Espíritu Santo de Dios, comenzamos a ver
y a vivir la vida de una manera diferente. Sin la obra de Dios Espíritu Santo,
no hay transformación. Por tal razón, somos llamados a vivir sometidos a la
obra del Espíritu Santo o como dijera Pablo a los Efesios, debían procurar ser
llenos del Espíritu.
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del
Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo
que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y
manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación,
inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos,
iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras,
orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya
os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino
de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que
son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos
por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.” (Gálatas 5:16-25)
Conclusión:
Dios demanda que rechacemos el estilo de vida del mundo, que
seamos transformados en nuestro entendimiento y que procuremos la santidad como
modo de vida, pues solo así podremos disfrutar de la buena voluntad de Dios.
pastor Gilberto Rufat