viernes, 4 de abril de 2014

Estudio Bíblico: Romanos 13



Estudio Bíblico: Romanos 13
Rev. Gilberto M. Rufat

Introducción

El capítulo 13 de la carta a los Romanos comprende aspectos de gran importancia con relación al tema de la sumisión, debido a que presenta dicho tema fuera del ámbito de la iglesia y de la familia, centrándolo en la sociedad y en el estado. Sin duda alguna la sumisión es un tema de gran importancia en el Nuevo Testamento, ya que, muestra nuestra actitud hacia lo ordenado por Dios. ¿Qué es sumisión? La sumisión implica el sometimiento del creyente a lo ordenado o establecido por Dios. Segundo, la sumisión es un mandato, no una sugerencia. Tercero, la sumisión abarca todos los ámbitos de autoridad, lo cual Pablo presentará en dicho capítulo; en cuarto lugar, la sumisión no está centrada en la superioridad, sino en el designio de Dios o propósito. Por último y no menos importante, la sumisión es el mayor testimonio de que Cristo es nuestro Señor, pues quien no se somete se revela contra Dios.

“1Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. 2De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.

V.1-2 Los creyentes, aunque ciudadanos del reino de Dios, son llamados a sujetarse a las autoridades superiores, pues éstas han sido ordenadas han sido por él. Uno de los problemas principales de los seres humanos es el rechazo a la autoridad. Nuestra naturaleza caída reclama independencia hacia todo aquello que demande poder sobre nuestra voluntad. Queremos ser amos y dueños de nuestra vida, pero Dios colocó todo lo creado bajo su orden, por lo que debe haber sujeción a la autoridad. Rebelarse contra la autoridad es rebelarse contra lo establecido por Dios y por ende, es rebelarse contra Dios mismo. Esto no implica que todas las personas colocadas bajo autoridad dictaminen siempre o ejecuten lo que es correcto, sino que los creyentes no deben rebelarse contra la estructura que sostiene y da orden a la sociedad. Claro está que nuestro deber, por encima de cualquier dictamen humano es la obediencia a Dios, pero no podemos usarla como excusa para no colocarnos bajo la ley y el orden establecidos. Si el creyente ve que lo establecido por el gobierno es contrario a la ley de Dios (previamente establecida), no está obligado a sujetarse.

Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios.” (Hechos 4:19)

Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.” (Hechos 5:29)

“3Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella” 

V.3 Ningún magistrado ha sido colocado por Dios para infundir temor ni terror, sino para garantizar orden.  Ahora bien, los magistrados tienen el deber, por parte de Dios, para llevar a cabo su función, así que los que hacen el mal deben temer. Los creyentes deberíamos ser los primeros en reconocer el orden y en sujetarnos al mismo. Dios nos dice como a Caín: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Génesis 4:7).

“4porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo”

V.4 Pablo llama al gobierno, servidor de Dios. Dicho gobierno se compone de servidores con la autoridad delegada por él para ejecutar el cumplimiento de la ley y de llevar a cabo justicia. En este pasaje, de manera explícita se nos dice que los gobiernos tienen la autoridad para ejecutar la sentencia justa o aquella sentencia proporcional a la falta o al delito. 

“5Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia”

V.5 Pablo expone que no solo deberíamos obedecer por razón de temor al castigo, sino por motivos de nuestra nueva conciencia. Los creyentes estamos llamados a ser los primeros en entender y en obedecer, pues los mandamientos de Dios, como dijera el apóstol Juan, no son gravosos.

“6Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo”

V.6 Ahora, el apóstol expresa que no basta con tener una buena actitud frente a la ley y el estado, sino que también debemos sostenerlo. Dios espera que demos al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. El sostenimiento del sistema que provee para el orden debe ser sostenido de manera económica. No estamos entrando en si lo establecido por un estado es justo o no, si los fondos son utilizados de la manera apropiada o no, sino el principio detrás del mismo, de que todo sistema de orden debe ser no solo respetado, sino sostenido.

“7Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra”

V.7 Pablo explica que dicho principio de sumisión y de respeto a la autoridad, no se circunscribe a los gobiernos, sino a toda estructura establecida por Dios. Ejemplo de ello puede verse en la relación de los hijos con los padres o en la relación de los miembros de la iglesia con el pastor, entre otras. Los creyentes debemos respetar a todo aquel que ha sido puesto por Dios para presidir algo. Más aún, debemos honrarlos, esto va más allá de respetarlos, es sostenerlos y apoyarlos, por la misma razón que Pablo establece basado en el principio que rige los gobiernos o los magistrados.

8No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley 9Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo 10El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”

V.8-10 Nuestro deber como cristianos no reside únicamente en la obediencia, sino también en mostrar respeto y amor a los demás. Dicho deber se fundamenta en la ley y en su propósito, siendo este último más importante que la ley misma, puesto que tal propósito la sostiene. El amor es el bien supremo, es parte de la misma esencia de Dios y es el camino al cumplimiento de la ley. De modo que aquellos que van solamente tras la lujuria, la mera pasión o la gratificación, no aman a su prójimo, sino que le deshonran, proveyendo exclusivamente para sus propios apetitos egoístas y carnales.

“11Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” 

V.11 Los creyentes somos llamados a vivir de una manera proactiva o mostrando diligencia, pues somos llamados a trabajar como si faltasen muchos días para el encuentro con nuestro Creador y a vivir como si fuese hoy el último día. Los cristianos debemos vivir esperando la culminación de la salvación, la cual es la espera de la manifestación de la segunda venida de Cristo.

“12La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz”

V.12 Pablo creía que cada día que pasaba debía ser considerado como un día menos en el calendario de Dios, de modo que cada día debía enfrentarse con gozo y expectativa, pero sobre todo, con reverencia ante aquel que los había sacado de las tinieblas al reino de la luz. No era hora de vivir sin propósito, sino con y por el evangelio.

“13Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia 14sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”

V.13-14 Los creyentes somos llamados a redimir el tiempo; esto es, a ser buenos mayordomos del mismo, a dar prioridad a lo que de verdad lo tiene y a no ocupar nuestro tiempo, esfuerzo y recursos en aquello que no contribuye a nada. Hoy dedicamos más tiempo a todo tipo de distracciones, pasatiempos y a otras cosas que a lo que realmente es importante y lamentablemente, pagamos para perder nuestro tiempo en asuntos o en empresas que nos embrutecen y para permanecer ajenos a la realidad de la vida. Nuestra responsabilidad y nuestro deber es vestirnos como gente que ha sido transformada, como hijos de Dios.

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