Rvdo. Gilberto Rufat
“1Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.”V.1 Sin duda alguna, aun los ateos que emiten juicio como los demás, deben preguntarse sobre qué base moral emiten dichos juicios. ¿De dónde surge la moral? ¿Es la moral un valor adquirido y condicionado a nuestro estado o al tiempo en que vivimos? ¿Es la moral algo relativo o absoluto? Independientemente cual sea en este momento nuestra posición, la realidad es que todos juzgamos. El capítulo dos comienza estableciendo que el ser humano no empece a su estado caído, muestra en sí mismo que ha sido objeto de la creación de Dios, al juzgar a otros sobre una base moral de la cual él no es el autor y la cual él mismo viola. Entonces, ¿cómo puede el hombre ser el autor de algo que él mismo viola, circunstancialmente rechaza, pero que a la vez utiliza cuando le conviene?
Es importante destacar que el hecho de que emitamos juicios implica una base moral, esto es, un fundamento sobre lo bueno y lo malo. Ahora, toda base moral tiene un autor y es obvio que no es el hombre. No obstante, la misma base moral sobre la que pretendemos juzgar a otros, es la misma, por la cual nos rebelamos contra Dios, el dador de la ley moral, quien no es el autor, sino que la ley surge de su propia naturaleza. De ahí que todos los hombres, no importa su estilo o apariencia moral son llamados pecadores, pues todos pecamos.
También es importante señalar, que el hecho de emitir juicios implica no únicamente una base moral, sino conocimiento sobre lo que está mal. Pablo claramente dice que no somos ignorantes sobre la realidad de nuestro pecado, sino que en nuestra naturaleza caída buscamos suprimir nuestra culpabilidad y estando habituados al mal, llegamos a insensibilizarnos y a no escuchar a nuestra conciencia. De tal modo, que sobre esa base de juicio moral seremos juzgados. Por consiguiente, no tenemos excusa, pues Dios nos creó con conciencia moral y nos dio mente para juzgar sobre dicha base moral, de manera que no fueran las emociones, el instinto, ni las pasiones las que nos condujeran, sino su eterna e inmutable sabiduría.
"2Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad.”V.2 Aunque los seres humanos nos pasamos emitiendo juicios, no obstante, tales juicios sobre otros están empañados por nuestro punto de vista, el cual por lo general, deseamos que prevalezca sin poder ser totalmente objetivos, debido a nuestra condición pecaminosa y además por no tener un cuadro completo de los hechos. Sin embargo, Pablo declara que cuando Dios emite juicios y juzga, sus juicios son perfectos. Él es el único con la autoridad y el poder de juzgar o perdonar, como en el caso de la mujer samaritana en el evangelio de Juan 8:7 "7Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella".
“3¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?”V.3 Pablo presenta el hecho de que todos daremos cuentas a Dios. El asunto es que todos pecamos, lo que más adelante va a concluir en Ro.3:23, ya que, ninguno escapará al juicio de Dios. Se puede ver este contraste entre Juan capítulos tres y cuatro, respectivamente. Nicodemo como la mujer samaritana estaba bajo condenación, aunque en su vida cotidiana uno aparentara vivir con mayor rectitud que el otro.
“4¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”V.4 Pablo pasa a decir que lo increíble del caso es que siendo pecadores y estando bajo el juicio de Dios, no hayamos sido condenados todavía. Sin embargo, lejos de arrepentirnos continuamos pecando. Hemos vivido por tanto tiempo en un espacio de gracia que creemos merecer la misericordia de Dios. De hecho, hemos llegado a referirnos a ello como "errar es humano y perdonar es divino". Dios no está obligado a otorgar misericordia, pues la misericordia es el único atributo que no es indispensable para la Divinidad.
El apóstol nos dice que independientemente de tal estado, Dios nos ofrece un estado de gracia para que recapacitemos y nos arrepintamos, aun así permanecemos no solo en pecado, sino complaciéndonos con los que pecan. Romanos 1:32 cita "32quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican". Pablo expone que el ser humano no se arrepiente, ni por verse bajo condenación, ni por ver muestra de la misericordia y paciencia de Dios. Cuando hablamos de arrepentimiento en el plano humano, hablamos de sentido de culpa o de reconocimiento de lo que debería ser y no es, pero nunca de un cambio total o radical dentro del ser, lo cual solo puede ser posible bajo el toque de la gracia de Dios. La Biblia describe en la epístola a los Efesios 2:1 que el ser humano está muerto espiritualmente. ¿Cómo puede un ser caído y muerto tomar alguna decisión por sí mismo?
“5Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios.”V.5 El verso cinco apunta a que el corazón del hombre está tan atado al pecado que no puede ver su culpabilidad, de forma tal, que tampoco apreciará la benignidad de Dios. De modo que es nuestro corazón no arrepentido el que nos mantiene bajo condenación, la cual se consumará en el día del justo juicio de Dios.
“6el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: 7vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, 8pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; 9tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, 10pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; 11porque no hay acepción de personas para con Dios.”V.6-11 La Biblia claramente establece que Dios juzgará a los hombres conforme a sus obras y que el resultado del juicio divino será, vida eterna o condenación eterna. Hay dos palabras importantes en estos versos, perseverando y obedecen. Los que se salvan son aquellos que por la gracia de Dios creen y perseveran obedeciendo a la verdad. Pablo había afirmado que somos llamados no solo a creer sino a vivir por la fe (Ro.1:5). No se trata solo de creencias, sino de obediencia. Ahora, esto bajo ninguna circunstancia implica obras. Porque las obras no salvan, son el resultado de la obra de Dios en el corazón del hombre, aquello que según la carta a los Efesios, Dios preparó de antemano para que anduviésemos por ellas (Ef.2:10). Los que se condenan son aquellos que seducidos por su propia maldad perseveran y obedecen al pecado. Esta verdad dice el apóstol es común tanto a gentiles como a judíos, pues Dios no hará acepción de personas. Tanto judíos como gentiles son culpables ante de Dios.
“12Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados.”V.12 No por la obediencia a la ley seremos salvos, pues con ley o sin ley somos pecadores. El problema de la caída, lo cual es de vital importancia comprender, no está en la periferia, sino en el núcleo del individuo. De manera, que como hemos mencionado, somos pecadores no porque pecamos, sino porque somos pecadores. El problema entonces radica en nuestra naturaleza.
Pablo expone la culpabilidad de todos los hombres pues comprendía muy bien la mentalidad de los judíos, la cual descansaba en haber entendido que como nación habían sido elegidos y favorecidos por Dios. La realidad es contraria, pues la salvación aunque si bien ha sido por gracia mediante elección, no obstante, ha sido recibida por fe a los que Dios ha llamado.
“13porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.”V.13 La ley del antiguo testamento no establecía que el que cumpliese la ley sería justificado, pues nunca la justificación fue por la ley, sino por la fe. Lo que sí establecía la ley era las bendiciones o maldiciones mediante la obediencia o desobediencia. El problema nuevamente radica en la naturaleza pecaminosa, la cual no puede entender ni seguir la verdad de Dios.
“14Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos 15mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos.”V.14 La Biblia enseña que los gentiles a veces hacen por naturaleza lo que demanda la ley, mostrando con ello, la imagen de Dios, aunque borrada y convirtiéndose ellos mismos en ley.
V.15 Los seres humanos testificamos ser obra de Dios cuando juzgamos y somos sacudidos por la conciencia. Dicha conciencia nos acusa sobre una base moral, está por encima de nosotros y es contraria a nosotros, esto es, a nuestra naturaleza pecaminosa. Por tal razón, tiene que haber sido puesta allí por alguien. Los seres humanos buscamos fuera de nosotros evidencia de quién nos creó, cuando nuestra propia naturaleza nos dice mucho de cómo debe ser el que nos creó; uno con inteligencia, que toma decisiones sobre su naturaleza santa y justa y no sobre la emoción y el devenir.
“16en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.”V.16 El ser humano que ahora es juzgado por su conciencia será juzgado por el dador de la conciencia. El ser humano que hoy no escucha la voz de su conciencia, tendrá que escuchar y participar del juicio de Dios.
“17He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, 18y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor, 19y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, 20instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad. 21Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? 22Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? 23Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? 24Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros. 25Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión. 26Si, pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión? 27Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley. 28Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; 29sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.”V.17-29 Estos versos exponen el hecho de que tanto gentiles como judíos son culpables de vivir en rebeldía contra Dios. Para los judíos, claro está, sería un tanto más difícil el asimilar lo expresado pues como hemos mencionado eran enseñados desde pequeños que ellos eran el pueblo escogido y favorecido por Dios, que la circuncisión realizada era evidencia del pacto y la ley el camino a seguir. Ser confrontados con la realidad de su propia pecaminosidad y con la imposibilidad de poder alcanzar justicia a través de la ley era algo contrario a lo enseñado. Los judíos vivían sobre la base de la ley, sin que la misma les mostrara su pecaminosidad. No entendieron el propósito de la misma, que nada tenía que ver con cómo alcanzar la justificación ante Dios, sino todo lo contrario, mostrarles cuán alejados estaban de Él.
Gálatas 2:16 cita "16sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado".
La Ley de Dios revela dos cosas primarias al ser examinada:
1- El carácter santo de Dios
2- Nuestra naturaleza pecaminosa
3- Nuestra incapacidad de ser salvos a través de ley
Pensar que podemos ser justificados viviendo de acuerdo a la ley es algo contrario a las Escrituras y a nuestra naturaleza. Mostrar que los actos religiosos, la ley o el ser parte del pueblo del pacto, no garantizaban su salvación, era en sí mismo un reto para el apóstol. Los judíos creían que por ser descendientes de Abraham eran por naturaleza herederos del pacto divino.
En el capítulo cuatro, Pablo mostrará con más detalle el que los hijos de Dios, los hijos del pacto o como los judíos les llamarían los hijos de Abraham, nada tenía que ver con genealogía, sino, con la fe.
El autor señala en el verso veintinueve que la verdadera circuncisión, lo cual para los judíos era la evidencia externa del pacto, no era en sí misma la marca de ser hijos de Dios, sino, la circuncisión del corazón. Tal circuncisión no puede ser realizada por acto humano y sobre la cual, la ley no tiene poder. Pablo dirá más adelante en Romanos 8:3-4 "3Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; 4para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu".
Además, Abraham recibió la circuncisión posterior a la fe. Es la fe en Dios, mediante Jesucristo, la que cambia nuestro estado ante Dios. La verdadera circuncisión es un cambio operado por Dios en la naturaleza del ser humano. Dicha circuncisión solo puede ser otorgada por Dios y no hay posibilidad de alcanzarla mediante la ley. La Biblia enseña que solo aquellos que se acercan en arrepentimiento y fe sobre la justicia de Cristo son hallados justificados.
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