La abominación
de desolación y Eusebio de Cesarea
En la
literatura revisada para mi tesis doctoral, el
historiador temprano de la iglesia, Eusebio de Cesarea (265 -339 a. C.) en su
libro, Historia Eclesiástica, libro uno, capítulo 2 y párrafos 24 al 27 expone
lo que sigue:
El profeta Daniel, comprendiendo por el Espíritu divino el reinado
final del Verbo, inspirado, describe la visión divina con términos humanos,
diciendo: «Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un
Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza
como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego
ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de
millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se
sentó, y los libros fueron abiertos.»
Y sigue: «Miraba yo en la
visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de
hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de
él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones
y lenguas le sirvieran: su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su
reino uno que no será destruido.»
Todas estas cosas se refieren claramente a nuestro Salvador, el
Verbo divino que desde el principio estaba con Dios, al cual llama Hijo del
Hombre por su encarnación.
Puesto que ya reuní todas las profecías concernientes a nuestro
Salvador Jesucristo en otros comentarios, y habiendo demostrado con mayor
exactitud lo que hemos mencionado acerca de Él, nos contentaremos con lo dicho
en la presente obra.[1]
En el libro uno,
capítulo 6 y párrafo 11 presenta lo siguiente:
Todo esto es útil para confirmar otra profecía acerca de la
manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. [En el libro de Daniel la
palabra especifica el número de ciertas semanas hasta el Cristo-príncipe (sobre
esto traté en otro lugar), y profetiza que la unción entre los judíos sería
aniquilada una vez concluidas estas semanas. Todo esto se cumplió evidentemente
con el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo]. Estos detalles son
suficientes como preámbulo para establecer la exactitud de las fechas.[2]
Eusebio afirma también
en el libro 3, capítulo 5 y párrafos 2 al 7 lo que vemos a continuación:
Ahora bien, los judíos, después de la ascensión de nuestro
Salvador, culminaron su crimen contra él con la concepción de innumerables
maquinaciones contra sus apóstoles. El primero fue Esteban, al cual aniquilaron
con piedras; luego Jacobo, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, que fue
decapitado; y finalmente Jacobo, el que fue escogido en primer lugar para el
trono episcopal de Jerusalén, después de la Ascensión de nuestro Salvador, y
que murió del modo mencionado. Todos los demás apóstoles fueron amenazados de
muerte con innumerables maquinaciones, y fueron expulsados de Judea y se dirigieron a todas las naciones para la
enseñanza del mensaje con el poder de Cristo, que les había dicho: «Id, y haced
discípulos a todas las naciones.
Además de éstos, también el
pueblo de la iglesia de Jerusalén recibió el mandato de cambiar de ciudad antes
de la guerra y de vivir en otra ciudad de Perea (la que llaman Pella), por
un oráculo transmitido por revelación a los notables de aquel lugar. Así pues,
habiendo emigrado a ella desde Jerusalén los que creían en Cristo, como si los
hombres santos hubiesen dejado enteramente la metrópoli real de los judíos y
toda Judea, la justicia de Dios vino
sobre los judíos por el ultraje al que sometieron a Cristo y a sus apóstoles, e
hizo desaparecer totalmente de entre los hombres aquella generación impía.
En los relatos que escribió Josefo se describen con toda exactitud
los males que en ese momento sobrevinieron a todo el pueblo judío en todo
lugar; cómo principalmente los habitantes de Judea fueron agobiados hasta el
extremo de las desgracias; cuántos miles de jóvenes y de mujeres, juntamente
con sus niños, cayeron a espada, por hambre y por muchos otros tipos de muerte;
cuántos y cuáles ciudades de Judea fueron sitiadas; cuán grandes desgracias, y
más que desgracias, presenciaron los que fueron en su huida a Jerusalén, ya que
era la metrópoli más fuerte; el desarrollo de la guerra y lo que tuvo lugar en
ella en cada momento; y, finalmente,
cómo la abominación desoladora que proclamaron los profetas se asentó en el
mismo templo de Dios, en gran manera notable antiguamente; y entonces sufrió
todo tipo de destrucción hasta su desaparición final por el fuego.
Merece la pena señalar que el mismo autor afirma que los que,
procedentes de toda Judea, se apiñaron en los días de la fiesta de la Pascua,
en Jerusalén, como en una prisión, usando sus propias palabras, fueron
alrededor de tres millones.
Era preciso, pues, en los mismos días en los que habían llevados
cabo la Pasión del Cristo de Dios, bienhechor y Salvador de todos, que, como
encerrados en una prisión, recibieran el azote que les daba alcance viniendo de
la justicia Divina.
Así pues, dejando aparte los acontecimientos que les sobrevinieron
y cuántas veces fueron entregados a espada o de diversos modos, sólo me ha
parecido oportuno mostrar las desgracias originadas por el hombre, a fin de que
los que obtengan este escrito vean, parcialmente, cómo les daba alcance al poco tiempo el castigo procedente de Dios por
causa de su crimen cometido en contra del Cristo de Dios.[3]
Podemos resumir
los datos ofrecidos por el historiador temprano de la iglesia Eusebio De
Cesarea en su libro Historia Eclesiástica con referencia a lo que creía sobre las
70 semanas de la profecía de Daniel y sobre el cumplimiento de la abominación
desoladora como sigue:
1. Profesó que el reino comenzó
con la ascensión de Jesús, según la profecía de Daniel 7:13-14.
- Profesó que la profecía de las setenta semanas de Daniel tuvo cumplimiento en el año 70 d. C..
- Profesó que la profecía sobre las 70 semanas de Daniel constituía una de las mejores defensas de la validación y la confirmación de Jesús como el Mesías.
- Profesó que los discípulos se habían dirigido a todas las naciones para cumplir la tarea de la gran comisión antes de que ocurriera el juicio sobre Jerusalén.
- Profesó que en el año 70 de la era cristiana se cumplió la abominación desoladora sobre la santa ciudad (Jerusalén) y el templo judío.
- Profesó que Dios guardó a muchos de la hora del juicio divino sobre Jerusalén, siendo persuadidos a escapar a la ciudad de Perea llamada Pella.
- Profesó que el juicio contra los judíos se cumplió debido al rechazo y a la condenación a muerte de Jesús el Mesías, la persecución y las calamidades contra los apóstoles y la iglesia.
Por: Pastor Gilberto Miguel Rufat
[1] De
Cesarea, Eusebio. Historia
Eclesiástica: Tomo completo de la Historia Eclesiástica (Edición en español)
(Posición en Kindle591-592). Desconocido. Edición de Kindle.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd.
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