martes, 19 de mayo de 2020

La abominación de desolación y Eusebio de Cesarea (parte 1)


La abominación de desolación y Eusebio de Cesarea

En la literatura revisada para mi tesis doctoral, el historiador temprano de la iglesia, Eusebio de Cesarea (265 -339 a. C.) en su libro, Historia Eclesiástica, libro uno, capítulo 2 y párrafos 24 al 27 expone lo que sigue:

El profeta Daniel, comprendiendo por el Espíritu divino el reinado final del Verbo, inspirado, describe la visión divina con términos humanos, diciendo: «Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.»

Y sigue: «Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran: su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.»
Todas estas cosas se refieren claramente a nuestro Salvador, el Verbo divino que desde el principio estaba con Dios, al cual llama Hijo del Hombre por su encarnación.

Puesto que ya reuní todas las profecías concernientes a nuestro Salvador Jesucristo en otros comentarios, y habiendo demostrado con mayor exactitud lo que hemos mencionado acerca de Él, nos contentaremos con lo dicho en la presente obra.[1]

En el libro uno, capítulo 6 y párrafo 11 presenta lo siguiente:

Todo esto es útil para confirmar otra profecía acerca de la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. [En el libro de Daniel la palabra especifica el número de ciertas semanas hasta el Cristo-príncipe (sobre esto traté en otro lugar), y profetiza que la unción entre los judíos sería aniquilada una vez concluidas estas semanas. Todo esto se cumplió evidentemente con el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo]. Estos detalles son suficientes como preámbulo para establecer la exactitud de las fechas.[2]

Eusebio afirma también en el libro 3, capítulo 5 y párrafos 2 al 7 lo que vemos a continuación:

Ahora bien, los judíos, después de la ascensión de nuestro Salvador, culminaron su crimen contra él con la concepción de innumerables maquinaciones contra sus apóstoles. El primero fue Esteban, al cual aniquilaron con piedras; luego Jacobo, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, que fue decapitado; y finalmente Jacobo, el que fue escogido en primer lugar para el trono episcopal de Jerusalén, después de la Ascensión de nuestro Salvador, y que murió del modo mencionado. Todos los demás apóstoles fueron amenazados de muerte con innumerables maquinaciones, y fueron expulsados de Judea y se dirigieron a todas las naciones para la enseñanza del mensaje con el poder de Cristo, que les había dicho: «Id, y haced discípulos a todas las naciones.

Además de éstos, también el pueblo de la iglesia de Jerusalén recibió el mandato de cambiar de ciudad antes de la guerra y de vivir en otra ciudad de Perea (la que llaman Pella), por un oráculo transmitido por revelación a los notables de aquel lugar. Así pues, habiendo emigrado a ella desde Jerusalén los que creían en Cristo, como si los hombres santos hubiesen dejado enteramente la metrópoli real de los judíos y toda Judea, la justicia de Dios vino sobre los judíos por el ultraje al que sometieron a Cristo y a sus apóstoles, e hizo desaparecer totalmente de entre los hombres aquella generación impía.

En los relatos que escribió Josefo se describen con toda exactitud los males que en ese momento sobrevinieron a todo el pueblo judío en todo lugar; cómo principalmente los habitantes de Judea fueron agobiados hasta el extremo de las desgracias; cuántos miles de jóvenes y de mujeres, juntamente con sus niños, cayeron a espada, por hambre y por muchos otros tipos de muerte; cuántos y cuáles ciudades de Judea fueron sitiadas; cuán grandes desgracias, y más que desgracias, presenciaron los que fueron en su huida a Jerusalén, ya que era la metrópoli más fuerte; el desarrollo de la guerra y lo que tuvo lugar en ella en cada momento; y, finalmente, cómo la abominación desoladora que proclamaron los profetas se asentó en el mismo templo de Dios, en gran manera notable antiguamente; y entonces sufrió todo tipo de destrucción hasta su desaparición final por el fuego.

Merece la pena señalar que el mismo autor afirma que los que, procedentes de toda Judea, se apiñaron en los días de la fiesta de la Pascua, en Jerusalén, como en una prisión, usando sus propias palabras, fueron alrededor de tres millones.

Era preciso, pues, en los mismos días en los que habían llevados cabo la Pasión del Cristo de Dios, bienhechor y Salvador de todos, que, como encerrados en una prisión, recibieran el azote que les daba alcance viniendo de la justicia Divina.

Así pues, dejando aparte los acontecimientos que les sobrevinieron y cuántas veces fueron entregados a espada o de diversos modos, sólo me ha parecido oportuno mostrar las desgracias originadas por el hombre, a fin de que los que obtengan este escrito vean, parcialmente, cómo les daba alcance al poco tiempo el castigo procedente de Dios por causa de su crimen cometido en contra del Cristo de Dios.[3]

Podemos resumir los datos ofrecidos por el historiador temprano de la iglesia Eusebio De Cesarea en su libro Historia Eclesiástica con referencia a lo que creía sobre las 70 semanas de la profecía de Daniel y sobre el cumplimiento de la abominación desoladora como sigue:

1.      Profesó que el reino comenzó con la ascensión de Jesús, según la profecía de Daniel 7:13-14.

  1. Profesó que la profecía de las setenta semanas de Daniel tuvo cumplimiento en el año 70 d. C..

  1. Profesó que la profecía sobre las 70 semanas de Daniel constituía una de las mejores defensas de la validación y la confirmación de Jesús como el Mesías.

  1. Profesó que los discípulos se habían dirigido a todas las naciones para cumplir la tarea de la gran comisión antes de que ocurriera el juicio sobre Jerusalén.

  1. Profesó que en el año 70 de la era cristiana se cumplió la abominación desoladora sobre la santa ciudad (Jerusalén) y el templo judío. 

  1. Profesó que Dios guardó a muchos de la hora del juicio divino sobre Jerusalén, siendo persuadidos a escapar a la ciudad de Perea llamada Pella.

  1. Profesó que el juicio contra los judíos se cumplió debido al rechazo y a la condenación a muerte de Jesús el Mesías, la persecución y las calamidades contra los apóstoles y la iglesia.

Por: Pastor Gilberto Miguel Rufat


[1] De Cesarea, Eusebio. Historia Eclesiástica: Tomo completo de la Historia Eclesiástica (Edición en español) (Posición en Kindle591-592). Desconocido. Edición de Kindle.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd.

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