lunes, 3 de febrero de 2020

La comunión unos con otros - 1 Juan 1:1-7

Tema: La comunión unos con otros
Base bíblica: 1 Juan 1:1-7

Introducción

El propósito principal de esta carta se encuentra en 1 Juan 5:13, que expresa lo siguiente:

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. (1 Juan 5:13)

Un propósito secundario en primera de Juan y muy ligado a la idea principal, es señalar la relación que debe existir entre los hermanos en la iglesia. Veamos algunos de los pasajes más importantes que muestran esto, a continuación:

Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. (1 Jn. 3:11)
En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. (1 Jn. 3:16)
Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. (1 Jn. 4:11)

Exposición del pasaje

En 1 Juan 1:1-7, la palabra clave es comunión, pero ¿qué significa? El término griego “koinonia” es traducido en la versión Reina Valera de 1960 como comunión. El Diccionario Strong muestra que significa “sociedad, participación, o interacción social, o beneficio pecuniario: ayuda, compañerismo, comunión…”. El Diccionario Tuggy presenta que significa “comunión, relación estrecha, confraternidad, compartimiento, participación, unión, ayuda, contribución”. El Diccionario Vine la define como “tener en común, compañerismo, comunión”.

La comunión a la que se hace referencia implica participar de una estrecha relación. Esta relación es descrita por Juan en el orden que sigue:  

1. La comunión es sinónimo de salvación y la misma inicia con Dios (1 Jn. 1:3; 5-6).

2. La comunión con Dios es únicamente posible por medio de la comunión con su Hijo (1 Jn. 1:3; 7).

3. Por causa de la comunión con el Hijo, es que podemos tener comunión unos con otros (1 Jn. 1:7).

La razón por la que no disfrutamos de una comunión verdadera en nuestras congregaciones locales se debe principalmente a que no todos los que se dicen ser parte de la iglesia en realidad lo son. No existe ninguna posibilidad de comunión verdadera con los que no son creyentes. La comunión a la que 1 Juan hace alusión es una que resulta de la obra de la salvación.    

Por lo tanto, la falta de amor no es el problema. Es que no se puede dar lo que no se tiene y no se debe esperar lo que no existe. El amor de Dios es derramado exclusivamente sobre sus hijos (Romanos 5:5). El mismo es un fruto del Espíritu Santo de Dios, que solamente pueden manifestar los creyentes (Gálatas 5:22-24).

En 1 Jn. 2:19, vemos que la falta de comunión se debe a que equivocadamente pensamos que todos los que se congregan o que dicen ser cristianos, lo son. Es preciso prestar atención a la advertencia de Jesús en Mateo 13, en la parábola del Sembrador. Jesús enseñó que la evidencia de una verdadera conversión no se limita a que alguien parezca escuchar el evangelio, por cuanto dijo que el verdadero creyente debe entenderlo, perseverar en él y dar fruto.

No podemos impedir que el enemigo siembre cizaña en el mundo, pero debemos cuidarnos de no hacer de ella miembros en las congregaciones locales en aras de crecimiento. La iglesia está llamada a edificar al cuerpo de Cristo y no a entretener a cabras que no pueden ser pastoreadas. Lamentablemente, estas tienden a buscar posicionarse en las congregaciones, esto es, a querer ejercer liderato, contaminándolas con su pecado, por lo que representan el mayor obstáculo hacia el cumplimiento de la obra de Cristo.

Para presentar esta verdad, Juan utiliza la metáfora entre la luz y las tinieblas, para contrastar y exponer la enorme diferencia entre el verdadero creyente y el falso. A continuación, presentamos los cinco distintivos entre el creyente verdadero y el falso.

1. Los verdaderos creyentes guardan los mandamientos, los falsos no pueden hacerlo (1 Jn. 2:3-4).

2. Los verdaderos creyentes aman a sus hermanos, los falsos no los aman (1 Jn. 2:9-10; 3:12-24; 7-21).

3. Los verdaderos creyentes no son vencidos por el mundo, los falsos viven de acuerdo al mundo (1 Jn. 2:13-15).

4. Los verdaderos creyentes perseveran en la fe, los falsos no pueden perseverar en ella (1 Jn. 2:19, 24; 4:1-6).

5. Los verdaderos creyentes no perseveran en pecado, los falsos perseveran y se deleitan en él (1 Jn. 3:1-10).

Es necesario conocer y entender con claridad qué es la iglesia. En la actualidad, muchas congregaciones locales no pasan de ser un grupo social con matices religiosos. En la iglesia de Cristo existe el compañerismo, pero el mismo no es la finalidad. La meta de la iglesia es vivir y trabajar para la gloria de Dios. El compañerismo surge mientras sus miembros trabajan juntos para cumplir con este propósito.

Conclusión

La comunión verdadera no es algo que podemos crear. La misma no está basada en la cantidad de personas que se reúnen en una congregación local. Tampoco radica en la compatibilidad de caracteres e intereses. El problema no es el multiculturalismo. El problema en la iglesia de nuestros días se debe a que llama a todo el mundo cristiano basado en un evangelicalismo que no es bíblico. Nadie es cristiano simplemente por decir que lo es, ni por hacer una oración o por confesar de palabra que Jesús es Salvador.

Es hora de entender que no existe ninguna posibilidad de participar de verdadera comunión en propósito y compañerismo real, sin la obra de Dios en la salvación en la vida de los que se dicen ser cristianos. El cristianismo bíblico no es asentir o estar de acuerdo con un mensaje escuchado. Si el mensaje del evangelio no nos lleva rendidos a Dios en un arrepentimiento verdadero y en una fe que no solo abraza la idea de un Salvador, sino que se somete voluntariamente al señorío de Jesucristo, entonces no existe razón alguna para pensar que somos salvos. 1 Juan nos recuerda que no existirá verdadera comunión, mientras tratemos de reconciliar al trigo con la cizaña.

Predicación del domingo, 2 de febrero de 2020 en la Primera Iglesia Bautista De Everman
Por: Pastor Gilberto Miguel Rufat

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