Tema: Siete características fundacionales de la iglesia
(parte 9)
Resumen del mensaje del domingo, 19 de enero de 2020:
Vimos que la expresión
“Y a ti te daré las llaves del reino de
los cielos” en Mateo 16:19 representa el cumplimiento de la promesa de
Isaías 22:22. Eliaquim (Dios establece), hijo de Hilcías (porción de Jehová) es
presentado proféticamente como el cumplimiento de Aquel a quien Dios le daría
la llave de la casa de David. Las llaves del reino en Mateo 16:19 representan a
Cristo, la única esperanza de salvación para el pueblo que ha de ser anunciada
al mundo por la iglesia.
Propósito del mensaje del domingo, 26 de enero de 2020:
Mostraremos que
la frase “todo lo que atares en la
tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será
desatado en los cielos” contiene dos aspectos importantes que constituyen
el sexto y el séptimo fundamento de la iglesia, respectivamente; la autoridad
de la Biblia sobre la moral y la ética y la autoridad de la iglesia en el
ejercicio de la disciplina.
Base bíblica: Mateo
16:19
Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será
atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los
cielos.
Introducción
Muchos erróneamente interpretan la expresión en Mateo 16:19 “todo lo que atares en la tierra será atado
en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”
como si la misma fuera un poder o una autoridad que está a disposición del
creyente para desatar la bendición de Dios o para detener o eliminar un mal. Es
común escuchar en nuestros días a algunos pastores atando, desatando y decretando.
Pero es necesario preguntarnos si este es el significado de las palabras de
Jesús.
Contexto
El contexto inmediato de Mateo 16:19 comienza en Mateo 16:13 al 15.
Jesús les pregunta a sus discípulos quién es él para ellos. Sobre la declaración
de Pedro en Mateo 16:15 respecto a quién era Jesús, se establece la Cristología sobre la cual se
fundamenta la Eclesiología en Mateo
16:17 al 19. Es dentro de este contexto que Jesús les manifiesta a los
apóstoles que “todo lo que atares en la
tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será
desatado en los cielos”.
El Diccionario de Teología de Harrison afirma lo que sigue con
respecto al significado de la expresión atar y desatar:
Atar y desatar “son términos para referirse al
ejercicio de la autoridad disciplinaria que Cristo confirió junto con las
llaves del reino; primero, a Pedro en Mt. 16:19 y después a todos los
discípulos en 18:18. Esto no quiere decir que ellos tenían derecho a comunicar
decisiones en materias de conducta; esto es, para prohibir o permitir deberes
específicos o funciones morales. Lo que se da a entender es la autoridad para
excomulgar y readmitir a la gente dentro de la comunidad de los creyentes. Con
todo, debemos notar que en el judaísmo atar y desatar también significaba
«prohibir» y «permitir» en asuntos de casuística. Jn. 20:23 se relaciona con el
sentido de atar y desatar del texto de Mateo. La exclusión de la comunidad
siempre se debe a alguna ofensa y, por tanto, presupone el retener los pecados;
mientras que la readmisión incluye el perdón de los pecados.[1]
El teólogo William Hendriksen alude a estas dos verdades:
Atar y desatar son expresiones rabínicas que
significan prohibir y permitir. Naturalmente, si una persona continuaba
haciendo y creyendo lo que estaba prohibido, negándose a arrepentirse, sería
disciplinado; a la inversa, si se arrepentía de este mal camino, sería perdonado:
la “exclusión” sería levantada. De aquí que el pasaje tiene también
implicaciones con respecto a la correcta conducta o falta de buena conducta de
los miembros de la iglesia, como lo
indica una comparación de Mt. 16:19 con Jn. 20:23.[2]
El teólogo R. T. France agrega lo siguiente:
La metáfora de 'atar' y 'desatar' habla
también de la autoridad administrativa. Los términos se usan en la literatura
rabínica para declarar lo que está y no está permitido. Cuando se da la misma
comisión a todo el grupo de discípulos en 18:18, será específicamente en el
contexto de tratar con el pecado dentro de su comunidad. Dicha autoridad para
declarar lo que está y no está permitido tendrá, por supuesto, consecuencias
personales para la persona que se juzgue que ha pecado, pero es el juicio
previo en principio el foco de la metáfora de 'vinculación', y allí, como
aquí, el que los objetos de ambos verbos se expresarán en neutro, no en
masculino; son las cosas, los problemas, los que están siendo atados o
desatados, no las personas como tales.[3]
El Comentario Bíblico Beacon explica:
¿Qué significan atares y
desatares? M’Neile explica: ‘Atar’ y ‘desatar’ parecen representar términos
técnicos arameos con referencia al veredicto de un maestro de la Ley, que sobre
la fuerza de su experto conocimiento de la tradición oral, declaraba alguna
acción o cosa ‘atada’, es decir, prohibida, o ‘desatada’, vale decir, ‘libre’ o
‘permitida’.[4]
El comentarista judío Alfred Edersheim y reconocido experto en
judaísmo declara:
Y aquí recordamos que no hay otros
términos de uso más constante en la Ley del Canon Rabínico que estos «atar» y
«soltar». Las palabras son una traducción literal de los equivalentes hebreos
“Asar” que significa «atar» en el sentido de prohibir, y “Hittir” que significa
«soltar» en el sentido de permitir. Para este último sentido se usaba también el
término “Shera o Sheri”. Pero esta expresión, tanto en dicción targúmica
como talmúdica, no es meramente el equivalente de permitir, sino que pasa al de
remitir o perdonar. Por otra parte, «atar» y «soltar» se refieren
simplemente a cosas o actos que «se permiten» o «se prohíben», declarándolos
legítimos o ilegítimos. Éste era uno de los poderes reclamados por los rabinos.
Por lo que se refiere a sus leyes (no decisiones referentes a cosas o actos),
era un principio que mientras en las Escrituras había algunas que ataban y
algunas que soltaban, todas las leyes de los rabinos se referían a «atar» (Jer.
Ber. 3 b; Jer. Meg. 71 a; Jer. Sanh. 30 a). Si esto, pues, representaba el
aspecto o poder legislativo, otra pretensión de los rabinos era el declarar
«libres», o bien «debidos», esto es, «culpables» (Patur o Chayyabh), lo cual
expresaba su pretensión al poder judicial. Por medio de los primeros «ataban» o
«soltaban» actos o cosas; por lo segundo eran «remitidos» o «retenidos»,
declarando a una persona libre de castigo o sometida a él, a la compensación o
al sacrificio. Estos dos poderes –el legislativo y el judicial– que pertenecían
al oficio rabínico, Cristo
ahora los transfiere, no ya en su pretensión, sino en su realidad, a sus apóstoles: el primero, aquí, a Pedro, como representante de ellos; el segundo, después de su resurrección, a la Iglesia (Jn. 20:23).
ahora los transfiere, no ya en su pretensión, sino en su realidad, a sus apóstoles: el primero, aquí, a Pedro, como representante de ellos; el segundo, después de su resurrección, a la Iglesia (Jn. 20:23).
Sobre el segundo de estos poderes
no vamos a hablar ahora. El de «atar» y «soltar» incluía todas las funciones
legislativas de la nueva Iglesia. Y era una realidad. Según el modo de ver de
los rabinos, el cielo era como la tierra, y las cuestiones eran discutidas y
resueltas por un Sanedrín celestial. Ahora bien, por lo que se refería a algunos de sus decretos terrenales, acostumbraban a decir que «el Sanedrín de arriba» había confirmado lo que había hecho «el Sanedrín de abajo». Pero las palabras de Cristo, como evitaban el necio engreimiento de sus contemporáneos, no dejaron duda alguna,
sino que transmitían la seguridad de que gracias a la guía del Espíritu Santo todo lo que ataran o soltaran en la tierra sería atado o soltado en el cielo..[5]
resueltas por un Sanedrín celestial. Ahora bien, por lo que se refería a algunos de sus decretos terrenales, acostumbraban a decir que «el Sanedrín de arriba» había confirmado lo que había hecho «el Sanedrín de abajo». Pero las palabras de Cristo, como evitaban el necio engreimiento de sus contemporáneos, no dejaron duda alguna,
sino que transmitían la seguridad de que gracias a la guía del Espíritu Santo todo lo que ataran o soltaran en la tierra sería atado o soltado en el cielo..[5]
La autoridad de la Biblia en la iglesia
Los apóstoles serían responsables en el inicio de la iglesia de
enseñar a los nuevos discípulos de Jesucristo la manera en que debían
conducirse (Mateo 28:19 al 20), por cuanto la iglesia ha de ser columna y
baluarte de la verdad. Una que debe ser proclamada y vivida por los que la
profesan.
Un ejemplo colectivo de la autoridad bíblica como regla en la
iglesia puede verse en Hechos 15:1 al 29. Ejemplos del ejercicio de la
autoridad bíblica en las congregaciones locales pueden encontrarse en 2
Corintios 13:10; Tito 1:5; 2:15; 3:10 al 11.
Un problema común en el cristianismo actual
es que los cristianos llaman a la Biblia “la palabra de Dios”, pero no la
obedecen. De hecho, gran parte de los problemas en las congregaciones están
asociados a que la Biblia no rige como palabra de Dios el gobierno y el culto
de las mismas. Por otro lado, los encargados de velar por su cumplimiento, los
ancianos o pastores, no están ejerciendo su autoridad. Es preciso señalar que los
pastores no son empleados de las tales.
Cuando la palabra de Dios es la única regla infalible de autoridad
y práctica en la iglesia, muchos de los problemas desaparecen o disminuyen. Un
ejemplo de esto es presentado en 1 Corintios 1:10 al 17. La iglesia debe
caminar en un mismo sentir, el de la palabra de Dios.
En este punto, la Confesión Bautista de Fe de 1689 declara lo
siguiente:
1. Las Sagradas Escrituras constituyen la
única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia
salvadores.
9. La regla infalible de interpretación de las
Escrituras la constituyen las propias Escrituras; y, por consiguiente, cuando
surge una duda respecto al verdadero y pleno sentido de cualquier pasaje
bíblico (que no es múltiple, sino único), éste se debe buscar en otros pasajes
que se expresen con más claridad.
10. El juez supremo, por el que deben
decidirse todas las controversias religiosas, y por el que deben examinarse
todos los decretos de concilios, las opiniones de autores antiguos, las
doctrinas de hombres y espíritus particulares, y cuya sentencia debemos acatar,
no puede ser otro sino las Sagradas Escrituras entregadas por el Espíritu. A
dichas Escrituras así entregadas, se reduce nuestra fe en definitiva.
El problema consiste en que hemos permitido que algunos hombres se
coloquen al frente de la Biblia y no detrás de esta. El comentarista William
Hendriksen expresa sobre este particular lo que sigue:
Casi no es necesario agregar que esta
autoridad sobre la fe y la moral, y consecuentemente también sobre la membresía
solamente puede ser ejercida cuando se hace en completa armonía con las
enseñanzas de Jesús, o para expresarlo en forma diferente, con la Palabra de
Dios. Jesús condenó definitivamente todo
atar y desatar que fuese arbitrario, caso en que el prohibir y permitir, el
excluir y admitir y readmitir equivale a una transgresión del mandamiento de
Dios (15:1–20; 23:13). Cuando una persona es excomulgada injustamente, el Señor
la recibe (Jn. 9:34–38).[6]
La autoridad en el ejercicio de la disciplina
en la iglesia
El Catecismo de Heidelberg en 1563 en respuesta a la pregunta que continúa:
P. ¿De qué manera se abre y se cierra el
reino de los cielos por la predicación del santo evangelio?
R. Cuando según el mandamiento de Cristo,
públicamente es anunciado y testificado a todos los fieles en general y a cada
uno en particular, que todos los pecados les son perdonados por Dios, por los
méritos de Cristo, toda vez que abracen con verdadera fe la promesa del
evangelio. Al contrario, a todos los infieles e hipócritas se les anuncia que
la ira de Dios y la condenación eterna caerá sobre ellos mientras perseveren en
su maldad; según testimonio del evangelio, Dios juzgará así en esta vida como
en la otra.[7]
Los apóstoles, como los líderes representativos de Cristo, deben salvaguardar
la unidad de la fe (Efesios 4:1 al 16). Los ancianos o pastores tienen la
responsabilidad de velar por dos cosas básicas: la doctrina y la moral de los
miembros. El pecado tiene que ser confrontado, el pecador debe acatar la
disciplina y una vez terminado el proceso disciplinario, se debe restaurar al
miembro a la comunión con la grey.
El teólogo y comentarista D. A. Carson declara sobre este asunto
lo que vemos a continuación:
Si la iglesia, la gente escatológica del
Mesías ya reunida ahora, tiene que ejercer el ministerio de las llaves, si debe
atar y desatar, entonces claramente un aspecto será la disciplina de aquellos
que profesan constituirla.[8]
Este ejercicio de autoridad es descrito en Mateo 18:15 al 22. Un
ejemplo de la disciplina aplicada en la iglesia lo encontramos en 1 Corintios 5:1
al 13 y uno de la restauración del disciplinado, en 2 Corintios 2:5 al 11.
El catecismo de
Heidelberg contesta la siguiente pregunta:
P. ¿Cómo es que se cierra y abre
el reino de los cielos por medio de la disciplina cristiana?
R. Según el mandamiento de Cristo:
Aquellos que, diciéndose cristianos, profesan enseñanzas no cristianas o viven
vidas no cristianas, y que, después de haber sido amonestados repetidas veces
con amor, se niegan a abandonar sus errores y su mala conducta, y que, después
de haber sido denunciados a la iglesia (esto es, a quienes la iglesia ordenó
para tal propósito), no hacen caso a las amonestaciones de la iglesia—la
iglesia excluye a tales personas de la comunidad cristiana por medio de
negarles los sacramentos, y Dios también los excluye del reino de Cristo. Tales
personas, cuando prometen y demuestran una reforma genuina, son otra vez
recibidos como miembros de Cristo y de su iglesia (Mt. 18:15-20; 1
Co. 5:3-5, 11-13; 2 Ts. 3:14-15; Lc. 15:20-24; 2 Co. 2:6-11).
Conclusión
En
Mateo 16:18, Jesús es la roca, es el Señor, es quien edifica la iglesia y es contra
quien las puertas del Seol no prevalecerán. En Mateo 16:19, la iglesia es
portadora de las llaves del reino o del evangelio que ha de ser proclamado y es
quien posee la autoridad de atar y desatar, esto es, la Biblia como autoridad legal
y como poder judicial para disciplinar la iglesia.
[1] Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley and Carl F. H. Henry,
Diccionario De Teología (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 65.
[2] William Hendriksen. Comentario al Nuevo Testamento:
Exposición del Evangelio de San Mateo. Libros Desafío, 2003.
[3] R. T. France. The Gospel of Matthew. Wm. B. Eerdmans Publishing Co.,
2007.
[4] Comentario Bíblico
Beacon. Casa Nazarena de Publicaciones, 1689. Tomo 6.
[5] Alfred Edersheim. Comentario Bíblico Histórico Ilustrado. Editorial
Clie, 2009.
[6] William Hendriksen. Comentario al Nuevo Testamento: Exposición del
Evangelio de San Mateo. Libros Desafío, 2003.
[7] Catecismo de Heidelberg en 1563.
[8] D. A. Carson. Matthew: The Expositor’s
Bible Commentary. Editorial Zondervan, 2010.
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