lunes, 27 de enero de 2020

Siete características fundacionales de la iglesia (parte 9)



Tema: Siete características fundacionales de la iglesia (parte 9)

Resumen del mensaje del domingo, 19 de enero de 2020:

Vimos que la expresión “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos” en Mateo 16:19 representa el cumplimiento de la promesa de Isaías 22:22. Eliaquim (Dios establece), hijo de Hilcías (porción de Jehová) es presentado proféticamente como el cumplimiento de Aquel a quien Dios le daría la llave de la casa de David. Las llaves del reino en Mateo 16:19 representan a Cristo, la única esperanza de salvación para el pueblo que ha de ser anunciada al mundo por la iglesia.

Propósito del mensaje del domingo, 26 de enero de 2020:

Mostraremos que la frase “todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” contiene dos aspectos importantes que constituyen el sexto y el séptimo fundamento de la iglesia, respectivamente; la autoridad de la Biblia sobre la moral y la ética y la autoridad de la iglesia en el ejercicio de la disciplina.

Base bíblica: Mateo 16:19

Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

Introducción

Muchos erróneamente interpretan la expresión en Mateo 16:19 “todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” como si la misma fuera un poder o una autoridad que está a disposición del creyente para desatar la bendición de Dios o para detener o eliminar un mal. Es común escuchar en nuestros días a algunos pastores atando, desatando y decretando. Pero es necesario preguntarnos si este es el significado de las palabras de Jesús.

Contexto

El contexto inmediato de Mateo 16:19 comienza en Mateo 16:13 al 15. Jesús les pregunta a sus discípulos quién es él para ellos. Sobre la declaración de Pedro en Mateo 16:15 respecto a quién era Jesús, se establece la Cristología sobre la cual se fundamenta la Eclesiología en Mateo 16:17 al 19. Es dentro de este contexto que Jesús les manifiesta a los apóstoles que “todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”.  

El Diccionario de Teología de Harrison afirma lo que sigue con respecto al significado de la expresión atar y desatar:

Atar y desatar “son términos para referirse al ejercicio de la autoridad disciplinaria que Cristo confirió junto con las llaves del reino; primero, a Pedro en Mt. 16:19 y después a todos los discípulos en 18:18. Esto no quiere decir que ellos tenían derecho a comunicar decisiones en materias de conducta; esto es, para prohibir o permitir deberes específicos o funciones morales. Lo que se da a entender es la autoridad para excomulgar y readmitir a la gente dentro de la comunidad de los creyentes. Con todo, debemos notar que en el judaísmo atar y desatar también significaba «prohibir» y «permitir» en asuntos de casuística. Jn. 20:23 se relaciona con el sentido de atar y desatar del texto de Mateo. La exclusión de la comunidad siempre se debe a alguna ofensa y, por tanto, presupone el retener los pecados; mientras que la readmisión incluye el perdón de los pecados.[1]

El teólogo William Hendriksen alude a estas dos verdades:

Atar y desatar son expresiones rabínicas que significan prohibir y permitir. Naturalmente, si una persona continuaba haciendo y creyendo lo que estaba prohibido, negándose a arrepentirse, sería disciplinado; a la inversa, si se arrepentía de este mal camino, sería perdonado: la “exclusión” sería levantada. De aquí que el pasaje tiene también implicaciones con respecto a la correcta conducta o falta de buena conducta de los miembros de la iglesia, como lo indica una comparación de Mt. 16:19 con Jn. 20:23.[2]

El teólogo R. T. France agrega lo siguiente:

La metáfora de 'atar' y 'desatar' habla también de la autoridad administrativa. Los términos se usan en la literatura rabínica para declarar lo que está y no está permitido. Cuando se da la misma comisión a todo el grupo de discípulos en 18:18, será específicamente en el contexto de tratar con el pecado dentro de su comunidad. Dicha autoridad para declarar lo que está y no está permitido tendrá, por supuesto, consecuencias personales para la persona que se juzgue que ha pecado, pero es el juicio previo en principio el foco de la metáfora de 'vinculación', y allí, como aquí, el que los objetos de ambos verbos se expresarán en neutro, no en masculino; son las cosas, los problemas, los que están siendo atados o desatados, no las personas como tales.[3]

El Comentario Bíblico Beacon explica:

¿Qué significan atares y desatares? M’Neile explica: ‘Atar’ y ‘desatar’ parecen representar términos técnicos arameos con referencia al veredicto de un maestro de la Ley, que sobre la fuerza de su experto conocimiento de la tradición oral, declaraba alguna acción o cosa ‘atada’, es decir, prohibida, o ‘desatada’, vale decir, ‘libre’ o ‘permitida’.[4]

El comentarista judío Alfred Edersheim y reconocido experto en judaísmo declara:

Y aquí recordamos que no hay otros términos de uso más constante en la Ley del Canon Rabínico que estos «atar» y «soltar». Las palabras son una traducción literal de los equivalentes hebreos “Asar” que significa «atar» en el sentido de prohibir, y “Hittir” que significa «soltar» en el sentido de permitir. Para este último sentido se usaba también el término “Shera o Sheri”. Pero esta expresión, tanto en dicción targúmica como talmúdica, no es meramente el equivalente de permitir, sino que pasa al de remitir o perdonar. Por otra parte, «atar» y «soltar» se refieren simplemente a cosas o actos que «se permiten» o «se prohíben», declarándolos legítimos o ilegítimos. Éste era uno de los poderes reclamados por los rabinos. Por lo que se refiere a sus leyes (no decisiones referentes a cosas o actos), era un principio que mientras en las Escrituras había algunas que ataban y algunas que soltaban, todas las leyes de los rabinos se referían a «atar» (Jer. Ber. 3 b; Jer. Meg. 71 a; Jer. Sanh. 30 a). Si esto, pues, representaba el aspecto o poder legislativo, otra pretensión de los rabinos era el declarar «libres», o bien «debidos», esto es, «culpables» (Patur o Chayyabh), lo cual expresaba su pretensión al poder judicial. Por medio de los primeros «ataban» o «soltaban» actos o cosas; por lo segundo eran «remitidos» o «retenidos», declarando a una persona libre de castigo o sometida a él, a la compensación o al sacrificio. Estos dos poderes –el legislativo y el judicial– que pertenecían al oficio rabínico, Cristo
ahora los transfiere, no ya en su pretensión, sino en su realidad, a sus apóstoles: el primero, aquí, a Pedro, como representante de ellos; el segundo, después de su resurrección, a la Iglesia (Jn. 20:23).

Sobre el segundo de estos poderes no vamos a hablar ahora. El de «atar» y «soltar» incluía todas las funciones legislativas de la nueva Iglesia. Y era una realidad. Según el modo de ver de los rabinos, el cielo era como la tierra, y las cuestiones eran discutidas y
resueltas por un Sanedrín celestial. Ahora bien, por lo que se refería a algunos de sus decretos terrenales, acostumbraban a decir que «el Sanedrín de arriba» había confirmado lo que había hecho «el Sanedrín de abajo». Pero las palabras de Cristo, como evitaban el necio engreimiento de sus contemporáneos, no dejaron duda alguna,
sino que transmitían la seguridad de que gracias a la guía del Espíritu Santo todo lo que ataran o soltaran en la tierra sería atado o soltado en el cielo..[5]

La autoridad de la Biblia en la iglesia

Los apóstoles serían responsables en el inicio de la iglesia de enseñar a los nuevos discípulos de Jesucristo la manera en que debían conducirse (Mateo 28:19 al 20), por cuanto la iglesia ha de ser columna y baluarte de la verdad. Una que debe ser proclamada y vivida por los que la profesan.  

Un ejemplo colectivo de la autoridad bíblica como regla en la iglesia puede verse en Hechos 15:1 al 29. Ejemplos del ejercicio de la autoridad bíblica en las congregaciones locales pueden encontrarse en 2 Corintios 13:10; Tito 1:5; 2:15; 3:10 al 11.

Un problema común en el cristianismo actual es que los cristianos llaman a la Biblia “la palabra de Dios”, pero no la obedecen. De hecho, gran parte de los problemas en las congregaciones están asociados a que la Biblia no rige como palabra de Dios el gobierno y el culto de las mismas. Por otro lado, los encargados de velar por su cumplimiento, los ancianos o pastores, no están ejerciendo su autoridad. Es preciso señalar que los pastores no son empleados de las tales.

Cuando la palabra de Dios es la única regla infalible de autoridad y práctica en la iglesia, muchos de los problemas desaparecen o disminuyen. Un ejemplo de esto es presentado en 1 Corintios 1:10 al 17. La iglesia debe caminar en un mismo sentir, el de la palabra de Dios.

En este punto, la Confesión Bautista de Fe de 1689 declara lo siguiente:

1. Las Sagradas Escrituras constituyen la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores.
9. La regla infalible de interpretación de las Escrituras la constituyen las propias Escrituras; y, por consiguiente, cuando surge una duda respecto al verdadero y pleno sentido de cualquier pasaje bíblico (que no es múltiple, sino único), éste se debe buscar en otros pasajes que se expresen con más claridad.
10. El juez supremo, por el que deben decidirse todas las controversias religiosas, y por el que deben examinarse todos los decretos de concilios, las opiniones de autores antiguos, las doctrinas de hombres y espíritus particulares, y cuya sentencia debemos acatar, no puede ser otro sino las Sagradas Escrituras entregadas por el Espíritu. A dichas Escrituras así entregadas, se reduce nuestra fe en definitiva.

El problema consiste en que hemos permitido que algunos hombres se coloquen al frente de la Biblia y no detrás de esta. El comentarista William Hendriksen expresa sobre este particular lo que sigue:

Casi no es necesario agregar que esta autoridad sobre la fe y la moral, y consecuentemente también sobre la membresía solamente puede ser ejercida cuando se hace en completa armonía con las enseñanzas de Jesús, o para expresarlo en forma diferente, con la Palabra de Dios. Jesús condenó definitivamente todo atar y desatar que fuese arbitrario, caso en que el prohibir y permitir, el excluir y admitir y readmitir equivale a una transgresión del mandamiento de Dios (15:1–20; 23:13). Cuando una persona es excomulgada injustamente, el Señor la recibe (Jn. 9:34–38).[6]

La autoridad en el ejercicio de la disciplina en la iglesia

El Catecismo de Heidelberg en 1563 en respuesta a la pregunta que continúa:

P. ¿De qué manera se abre y se cierra el reino de los cielos por la predicación del santo evangelio?
R. Cuando según el mandamiento de Cristo, públicamente es anunciado y testificado a todos los fieles en general y a cada uno en particular, que todos los pecados les son perdonados por Dios, por los méritos de Cristo, toda vez que abracen con verdadera fe la promesa del evangelio. Al contrario, a todos los infieles e hipócritas se les anuncia que la ira de Dios y la condenación eterna caerá sobre ellos mientras perseveren en su maldad; según testimonio del evangelio, Dios juzgará así en esta vida como en la otra.[7]

Los apóstoles, como los líderes representativos de Cristo, deben salvaguardar la unidad de la fe (Efesios 4:1 al 16). Los ancianos o pastores tienen la responsabilidad de velar por dos cosas básicas: la doctrina y la moral de los miembros. El pecado tiene que ser confrontado, el pecador debe acatar la disciplina y una vez terminado el proceso disciplinario, se debe restaurar al miembro a la comunión con la grey.

El teólogo y comentarista D. A. Carson declara sobre este asunto lo que vemos a continuación:

Si la iglesia, la gente escatológica del Mesías ya reunida ahora, tiene que ejercer el ministerio de las llaves, si debe atar y desatar, entonces claramente un aspecto será la disciplina de aquellos que profesan constituirla.[8]

Este ejercicio de autoridad es descrito en Mateo 18:15 al 22. Un ejemplo de la disciplina aplicada en la iglesia lo encontramos en 1 Corintios 5:1 al 13 y uno de la restauración del disciplinado, en 2 Corintios 2:5 al 11.

El catecismo de Heidelberg contesta la siguiente pregunta:

P. ¿Cómo es que se cierra y abre el reino de los cielos por medio de la disciplina cristiana?
R. Según el mandamiento de Cristo: Aquellos que, diciéndose cristianos, profesan enseñanzas no cristianas o viven vidas no cristianas, y que, después de haber sido amonestados repetidas veces con amor, se niegan a abandonar sus errores y su mala conducta, y que, después de haber sido denunciados a la iglesia (esto es, a quienes la iglesia ordenó para tal propósito), no hacen caso a las amonestaciones de la iglesia—la iglesia excluye a tales personas de la comunidad cristiana por medio de negarles los sacramentos, y Dios también los excluye del reino de Cristo. Tales personas, cuando prometen y demuestran una reforma genuina, son otra vez recibidos como miembros de Cristo y de su iglesia (Mt. 18:15-20; 1 Co. 5:3-5, 11-13; 2 Ts. 3:14-15; Lc. 15:20-24; 2 Co. 2:6-11).

Conclusión

En Mateo 16:18, Jesús es la roca, es el Señor, es quien edifica la iglesia y es contra quien las puertas del Seol no prevalecerán. En Mateo 16:19, la iglesia es portadora de las llaves del reino o del evangelio que ha de ser proclamado y es quien posee la autoridad de atar y desatar, esto es, la Biblia como autoridad legal y como poder judicial para disciplinar la iglesia.



[1] Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley and Carl F. H. Henry, Diccionario De Teología (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 65.
[2] William Hendriksen. Comentario al Nuevo Testamento: Exposición del Evangelio de San Mateo. Libros Desafío, 2003.
[3] R. T. France. The Gospel of Matthew. Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 2007.
[4] Comentario Bíblico Beacon. Casa Nazarena de Publicaciones, 1689. Tomo 6.
[5] Alfred Edersheim. Comentario Bíblico Histórico Ilustrado. Editorial Clie, 2009.
[6] William Hendriksen. Comentario al Nuevo Testamento: Exposición del Evangelio de San Mateo. Libros Desafío, 2003.
[7] Catecismo de Heidelberg en 1563.
[8] D. A. Carson. Matthew: The Expositor’s Bible Commentary. Editorial Zondervan, 2010.

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