Tema: Le
era necesario padecer, morir y resucitar (parte 3)
Pasaje a considerar
(Mateo 16:21 al 23) Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Breve resumen de la predicación del domingo, 16 de febrero de 2020
El domingo pasado vimos que la piedra sobre
la cual la iglesia sería fundada en Mateo
16:18 fue profetizada por el profeta Isaías en Isaías 28:16, como una referencia al Mesías y, por lo tanto, a
Jesucristo. Esta sería la piedra de salvación para el remanente elegido por
gracia en el Antiguo Testamento y a su vez, una piedra de tropiezo para los
desobedientes o incrédulos.
Examinamos en el Nuevo Testamento la
interpretación de Isaías 28:16 en Romanos 9:31 al 33 y en 1 Pedro 2:6 al 8 en labios de Pablo y
Pedro, respectivamente. Finalmente expusimos cómo el pensamiento teológico de
Pedro, en términos de la necesidad de los padecimientos de Jesucristo, cambió
radicalmente (Hechos 2:22 al 23; 1 Pedro 1:18 al 20).
Predicación del domingo, 23 de febrero de 2020
Propósito: Presentar que la muerte del Mesías fue profetizada
en el Antiguo Testamento, por lo que, Dios llevó a cabo su plan de redención
tal y como fue determinado antes de la fundación del mundo. De manera que el
rechazo y los padecimientos de Jesús que desembocan en su muerte, no causaron
que Dios permitiera o abriera una ventana de salvación para la salvación a los
gentiles como falsamente algunos enseñan.
Ni Pedro ni los discípulos entendieron el porqué le era necesario a Jesús
morir en un principio.
(Mateo 16:22) Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.(Mateo 17: 22 al 23) Estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera.
Jesús reprende a Pedro al proponerle que no muriera.
El mismo Pedro al que Jesús le dijo en Mateo 16:17: “Bienaventurado eres,
Simón, hijo de Jonás”, ahora lo reprende en Mateo 16:23. Esto confirma que Pedro no era la roca, por cuanto la
roca es Jesucristo.
(Mateo 16:23) Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Un poco de contexto teológico rabínico
La enseñanza rabínica no vislumbraba o
preveía la muerte del Mesías. La misma se basaba en la creencia de que el Mesías
vendría a rescatar a Israel del cautiverio o dominio gentil para establecer el
reino y la era mesiánica con todo lo que esto representaba para la nación.
El Dr. Peter Schäfer profesor de la
Universidad de Princeton en su libro “Jesus
in the Talmud” (Jesús en el Talmud) presenta evidencia de los pensamientos
de los rabinos sobre la muerte de Jesús. En el capítulo 6 titulado “Jesus
Execution” (La ejecución de Jesús) se expone lo siguiente:
(Pág. 66) Es dentro de este
discurso halájico (ley judía) que se informan algunos detalles de la condena y
ejecución de Jesús:
Fue ahorcado en la
víspera de la Pascua que, según un manuscrito, resultó ser la víspera del
sábado.
El heraldo hizo el
anuncio requerido por la ley cuarenta días antes de que la ejecución tuviera
lugar.
Jesús fue ejecutado porque practicaba brujería y atraía a
Israel en la idolatría.
Nadie salió en su
defensa.
Estaba cerca del
gobierno.
(Pág. 74) En definitiva y más
precisamente, por lo tanto, aceptamos, argumenta, la responsabilidad de la
muerte de este hereje, pero no hay razón para avergonzarse y sentirnos
culpables. No somos los asesinos del Mesías e Hijo de Dios, ni del rey de los
judíos como Pilato quiso tener. Más bien, somos los verdugos legítimos de un
blasfemo e idólatra, que fue sentenciado de acuerdo con todo el peso, pero
también con el procedimiento justo, de nuestra ley.[1]
Las circunstancias de la muerte de Jesús y el
no cumplimiento de las profecías antiguo testamentarias tal y como los
principales líderes religiosos judíos las entendían, constituyó y constituyen en
nuestros días, las razones por las cuales los judíos no pueden ver en Jesús el
cumplimiento del Mesías profetizado.
Profecías sobre la muerte del Mesías en el Antiguo Testamento
La profecía de Isaías
(Isaías 53:9) Y se dispuso con
los impíos su sepultura, mas con los
ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su
boca.
Podemos ver el
cumplimiento de Isaías 53 con
relación a Jesús como el siervo sufriente en pasajes como Mateo 8:17; Hechos
8:29 al 35 y 1 Pedro 2:21 al 24.
(Mateo 8:17) para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.(Hechos 8:29 al 35) Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida. Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.(1 Pedro 2:21 al 25) Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
Los pasajes
anteriormente expuestos confirman que la muerte profetizada del siervo
sufriente en Isaías 53:9 en el
Antiguo Testamento se cumplió en la persona de Jesucristo.
La profecía de Zacarías
(Zacarías 12:10) Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.
El cumplimiento
de Zacarías 12:10 en el Nuevo
Testamento se halla en Juan 19:33 al 37 y Apocalipsis 1:7.
(Juan 19:33 al 37) Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.(Apocalipsis 1:7) He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.
La profecía de Zacarías 12:10 se cumple como Juan
19:37 presenta en la muerte de Jesús, por cuanto él es el Mesías prometido.
Evidencia de cómo posteriormente algunos judíos serían confrontados con la
muerte del Mesías por sus propias manos y de cómo el remanente sería confrontado
con esta verdad para salvación, se encuentra en el libro histórico de los
Hechos, en el capítulo dos.
En Hechos 2:22 al 23, los judíos reunidos
en Pentecostés son confrontados con la verdad anunciada por el profeta Zacarías
sobre la muerte del Mesías por la nación de Israel.
Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole;
Hechos 2:36 al 42 muestra el cumplimiento de cómo el mensaje del
evangelio comenzaría a alcanzar a muchos de los judíos al ser confrontados con
Aquel que traspasaron.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
Conclusión
El Nuevo Testamento testifica la importancia
de la obra de redención de Jesucristo. Su muerte fue también profetizada como el
sacrificio a Dios para la remisión y la redención de los pecados del pueblo que
vino a salvar. Fue mediante la vida, la muerte y la resurrección de Jesús que se
cumplió la obra de la redención establecida por Dios desde antes de la
fundación del mundo. Todo cuanto aconteció, sucedió de acuerdo con el soberano
plan de Dios. Nada dejó sin cumplir, porque ningún evento o circunstancia jamás
ha alterado sus propósitos eternos. Jesús es el cumplimiento de todo el mensaje
de salvación y los creyentes son los receptores de la bendita gracia de Dios en
Cristo.
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