lunes, 3 de febrero de 2020

No digáis a nadie que soy el Cristo - Mateo 16:20-28

Tema: No digáis a nadie que soy el Cristo
Base bíblica: Mateo 16:20-28

Bosquejo del pasaje de estudio:

  • Jesús manda a sus discípulos a no revelar a nadie que era el Cristo (Mt. 16:20).

  • Jesús les declara a sus discípulos que le era necesario padecer, morir y resucitar (Mt. 16:21 al 23).

  • Jesús les anuncia a sus discípulos el costo del discipulado (Mt. 16:24 al 26).

  • Jesús les anuncia a sus discípulos la venida en juicio del Hijo del Hombre (Mt. 16:27 al 28).

Introducción

Los discípulos habían sido comisionados a predicar que el reino de los cielos se había acercado en territorio judío exclusivamente (Mateo 10:7). Juan el Bautista había sido encarcelado y estando preso mandó a dos de sus discípulos a preguntarle a Jesús, si él era aquel que había de venir (Mateo 11:3). Jesús le contestaría que Isaías 35:5 al 6 y 61:1 se cumplían en él (Mateo 11:5 al 6). Posteriormente, Jesús identificó a Juan el Bautista con el Elías que habría de venir. Por esta razón, les había enviado a predicar que el reino de los cielos se había acercado, porque la llegada del Elías enmarcaba el inicio del reino de Dios (Mateo 11:14). Mientras Jesús se halla predicando el mensaje, encuentran todo tipo de hostilidad y rechazo (Mateo 11:20 al 12).

En Mateo 13, Jesús les presenta a los discípulos siete parábolas relacionadas con el reino de los cielos. Mateo 14 narra la muerte de Juan el Bautista. En Mateo 15 al 16, Jesús continúa su ministerio y sana a muchos. En Mateo 16:15 al 17, Jesús les pregunta a sus discípulos quién él era para ellos. Pedro contesta que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Jesús pronuncia que sobre la declaración de Pedro, sobre quién él es, se desarrollaría la obra de la redención de la congregación o del remanente profetizado en el Antiguo Testamento (Mateo 16:18 al 19). Prontamente, Jesús les manda lo siguiente:

1. No digáis a nadie que soy el Cristo (Mt. 16:20).

Es de conocimiento general que los judíos se habían formado una idea equivocada sobre el Mesías, su propósito y su reino, respectivamente.

  • Los judíos esperaban que el Mesías fuera un descendiente del linaje de David según la carne, pero no esperaban que fuera el Hijo de Dios.

  • Estos esperaban que el Mesías los salvaría del cautiverio gentil en el que habían permanecido desde el cautiverio babilónico, pero no de su naturaleza y condición pecaminosa.

  • Los mismos esperaban la reinauguración del reino tal y como fuera en los días del rey David, esto es, un reino terrenal, pero no esperaban un reino espiritual, uno que comenzaría con un cambio de corazón.

  • El pueblo judío esperaba un periodo de paz o de ausencia de conflictos, pero no esperaba ser reconciliado con Dios por medio de Jesucristo, para disfrutar de la paz con él.

¿Por qué Jesús les prohibió a los discípulos revelar su identidad al pueblo en aquel momento?

Creemos que existen tres razones principales que presentamos a continuación:

1. Los discípulos debían esperar a la resurrección.

En Mateo 17:9, Jesús volvió a decirle a tres de sus discípulos, quienes habían presenciado el momento de su transfiguración, que no debían decirle a nadie acerca de la visión hasta que resucitase de los muertos. ¿Por qué? Porque la resurrección sería la señal sobre la cual los apóstoles comenzarían a proclamar el evangelio (Hechos 1:22; 2:24, 31; 3:22; 26; 4:2, 33; 23:6; 26:23).

No obstante, el evangelio de Mateo registra que cuando llegó la hora de Jesús ser entregado en manos de los principales líderes religiosos para ser enjuiciado y condenado a muerte, él testificó que era el Mesías.

Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. (Mateo 26:63 al 64).

2. El propósito de la obra redentora del Hijo era servir como el mediador.

El Nuevo Testamento presenta a cada una de las personas de la Deidad, participando activamente en la obra de salvación del pueblo elegido por gracia. Ejemplo de esto se encuentra en la carta a los Efesios. En esta carta, Dios Padre es alabado por la predestinación de los elegidos a salvación (Efesios 1:3 al 4). Dios Hijo es exaltado como el mediador, a través del cual el amor de Dios alcanzaría a su pueblo (Efesios 1:5 al 7) y es presentada la obra eficaz de Dios Espíritu Santo, alumbrando el entendimiento de los elegidos para recibir el evangelio y ser sellados para salvación (Efesios 1:8 al 14). 

La primera venida de Jesús tenía el propósito de que cumpliera con toda la ley, para servir como el cordero perfecto para la expiación total de los pecados del pueblo que vino a salvar. Sería la obra de Dios Espíritu Santo conducir al pueblo por el cual Jesús murió a la cruz, para arrepentimiento de sus pecados y para la fe en Jesús como Salvador.

Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. (Juan 16:7 al 11).

3. La fe salvífica es más que llamar a Jesús, Rey o Señor.

La fe salvífica requiere cierto conocimiento sobre quién es Jesucristo y sobre lo que vino a hacer por su pueblo. Este conocimiento únicamente le es otorgado a los elegidos por Dios Espíritu Santo (1 Corintios 2:7 al 10). Como el hombre en su estado natural o caído no entiende el mensaje del evangelio, no puede creerlo (1 Corintios 2:14). De modo que lo que muchos llaman fe, no lo es. La fe verdadera no es subjetiva, es decir, una basada en nuestra propia opinión o suposición sobre quién es Jesús. La fe bíblica es objetiva porque coloca toda su esperanza en Jesús y porque está convencida de que la palabra revelada de Dios es verdad (Hebreos 11:1). Según Hebreos 11:6, sin fe es imposible agradar a Dios.

Desde el inicio del evangelio de Mateo, Jesús es presentado como el Rey prometido a la descendencia de David (Mateo 1:1), para salvación de su pueblo. Sin embargo, no se debe confundir quién es este Rey y qué implicaciones tiene esta verdad sobre toda la humanidad.

La salvación no es posible con una idea creada a nuestra manera sobre quién es Jesús. No podemos ser salvos creando nuestra propia interpretación de quién es él y de lo que vino a hacer. Muchos se han creado una imagen de Jesús como la de un Dios benevolente, que vino al mundo a salvar a los hombres de sus cargas diarias y a ayudarlos a alcanzar sus metas y sueños, entre otros. Esta creencia no es el evangelio.  

En Juan 6:14 al 15, vemos el mejor ejemplo de cómo es imposible ser salvos creyendo una idea falsa de quién es Jesús como Rey. La narración presenta que una multitud de más de cinco mil personas fueron testigos del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. El evento los llevó a pensar que Jesús era “el profeta que había de venir al mundo” e “iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey”. No obstante, Jesús no lo permitió, ni dejó que sus discípulos participasen de esto, por lo que los envió a la otra ribera del lago de Capernaum; mientras él despedía a la multitud (Mateo 14:22). 

Conclusión

No es posible hacer a Jesús Rey de nuestras vidas a nuestra manera o conveniencia y creer que seremos salvos. Confesar simplemente que Jesús es Rey no significa que hemos alcanzado salvación, como Jesús mismo lo expusiera en Mateo 7:21, tal confesión debe proceder de un corazón regenerado por Dios (Romanos 10:9 al 10). Esto va acompañado de obediencia, en otras palabras, mostramos evidencia de que hacemos su voluntad revelada en su Palabra.

Jesús es Rey sobre toda su creación. Por medio del evangelio, Dios llama a todos los hombres a arrepentirse de sus pecados y a tornarse a Cristo para salvación. El Rey no sugiere, él es quien manda, ordena y establece, entre otros y sobre la obediencia o desobediencia a su Palabra es que seremos salvos o condenados.

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