lo entregó por todos nosotros
“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién
contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó
por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? El que no
escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:31-32)
Tres verdades sobre nuestro rescate:
1-Dios no escatimó
Es común escuchar sobre el secuestro de personas, por los que
a cambio de su libertad se pide una cantidad sustancial de dinero. Podemos ver a
los familiares tratando de conseguir la suma del dinero para el rescate, su
dolor y sufrimiento.
Existe una gran diferencia entre la situación presentada y
la situación en la que se encuentran los hombres frente a Dios. A diferencia del
secuestrado, nadie fuera de nosotros podría recatarnos de nuestra condición. ¿Por
qué? Porque todos los hombres se encuentran en la misma condición de pecado
ante Dios (Ro. 3:23).
Siendo este nuestro caso, el único que puede hacer algo por
nosotros, irónicamente es aquel contra el cual nos rebelamos, Dios. Si alguna
vez se pregunta, ¿cuánto Dios le ama? Debería serle suficiente el hecho de que
Dios no escatimó a su Hijo para rescatarle de la muerte y del pecado en el que se
encontraba.
No obstante, a esto debemos sumarle que tampoco lo merecíamos,
por cuanto no somos buenos (Ro. 3:10-18). Sin embargo, es justamente aquí, en donde
se expresa el más grande amor. La Biblia lo expone de la siguiente manera:
“Ciertamente,
apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir
por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:7-8)
2-Dios lo entregó
¿Se ha detenido a pensar cuál fue el precio pagado por
nuestro rescate? El precio consistió en que Dios mismo entregara a su unigénito
Hijo por nosotros. ¿Estaría dispuesto a sacrificar la vida de su único hijo
para rescatar la vida de alguien que no lo merece? Estoy seguro de que no lo
haría.
Para que Dios satisficiera nuestra deuda, su Hijo tendría
que encarnarse entre los hombres, vivir una vida sin pecado y morir por
nosotros cargando en él nuestra culpabilidad. En la cruz, Dios desataría su ira
sobre su propio Hijo, por la cual moriría y quedando satisfecha la paga del
pecado (Ro. 6:23), Dios levantaría a su Hijo de la tumba al tercer día.
Esto aconteció porque Dios decidió amarnos en la eternidad.
Si algo Dios vio de antemano, antes de nuestra creación, fue que nos
rebelaríamos. Algunos falsamente enseñan que lo que Dios vio en la eternidad
fue que los hombres nos acercaríamos a él en arrepentimiento y fe para ser
salvos al escuchar el mensaje del evangelio.
3-Dios dará
Si Dios entregó a su Hijo como paga por nuestro rescate, entonces,
¿por qué dudar de que Dios proveerá para las demás cosas? La muerte vicaria del
Hijo en la cruz es la mayor evidencia del amor de Dios, pero el mayor regalo es
habernos hechos por derecho sus hijos (Jn. 1:11-13).
Ninguno de nosotros, los que hemos recibido por la gracia de
Dios una salvación tan grande, debería dudar jamás del cuidado de Dios; aunque
la verdad es que en ocasiones, como Juan el Bautista, nos turbamos y dudamos.
Conclusión
No existe mayor evidencia de la provisión y del amor de Dios
para con nosotros, que el recate de nuestra condición de pecado. No debe
existir duda de la inmensidad de su amor al entregar para ello a su propio
Hijo. Por consiguiente, debemos aprender a confiar en Dios.
Pablo expresó su seguridad en la provisión de Dios para con sus
hijos en la siguiente afirmación: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Al Dios y Padre
nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (Filipenses 4:19-20)
Bendiciones.
Pastor Gilberto Rufat
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