viernes, 21 de marzo de 2014

¿Qué es la voluntad de Dios?


¿Qué es la voluntad de Dios? 
Rvdo. Gilberto M. Rufat 
 
La mayoría de los creyentes habla sobre la necesidad de vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, sin embargo, pocas veces la definen. El concepto enraizado de lo que implica la voluntad de Dios para muchos creyentes, está basado en la presunción de que Dios tiene un plan personal, para cada uno de sus hijos. Por consiguiente, se cree que cada creyente debe orar pidiendo a Dios, que revele su voluntad para la vida del mismo. Analizando el asunto, podemos deducir entonces, que no entendemos que no se trata de nosotros, ni de un plan especial para nosotros, sino del plan de Dios. Debido a que estamos tan acostumbrados a ser egoístas por naturaleza, pensamos que todo tiene que ver con nosotros o que se relaciona con nosotros. La realidad es que Dios tiene un plan, su plan, del cual solamente por su gracia, somos llamados a participar.

Los años de estudio en la Biblia y principalmente de los evangelios, me han llevado a entender la voluntad de Dios de la siguiente manera:

1- El reconocimiento y la aceptación del Señorío de Dios sobre todo, pero primordialmente sobre mi vida.

2- La disposición a vivir en sujeción al orden establecido por Dios, de acuerdo a la Biblia.

3- El entender que la voluntad de Dios tiene que ver más con el proceso de transformación de Dios en mi vida, que con lo que yo puedo hacer para el reino.

4- El compromiso y la disposición de trabajar en todo aquello que redunde en la gloria de Dios, siéndome esto revelado de manera directa o simplemente por el reconocimiento de dónde Dios está obrando.

Es en la palabra de Dios que encontramos los principios por los cuales Dios desea que vivamos. Jesús dijo que el que quisiera hacer la voluntad de Dios conocería si la doctrina era de Dios, por lo que esto nos lleva a buscar la voluntad de Dios en la Biblia.

“El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.” (Juan 7:17)

Cuando estudiamos los evangelios y en especial el de Juan, vemos que este resalta el que Jesús vivió conforme a la voluntad de su Padre. Según el evangelio de Juan, vivir conforme a la voluntad del Padre es descrito por Jesús mismo, como el hacer y decir lo que veía u oía del Padre. En otras palabras, que para Jesús, hacer la voluntad de Dios era unirse al trabajo del Padre, lo cual era hacer su voluntad. Por ejemplo, en el capítulo 5 de dicho evangelio, se levanta toda una controversia por la sanación del hombre en el estanque de Betesda, ya que Jesús le dijo que tomara su lecho y se fuera a su casa un sábado. Le acusaron de violar la ley del sábado, sin embargo, las palabras de Jesús fueron las siguientes:

“Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios. Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.” (Juan 5:17-19)

De manera que, hacer la voluntad de Dios tiene la connotación simple y llanamente de unirnos a su trabajo y de vivir conforme a las normas del reino, dándole la gloria a Dios en todo lo que hagamos. Jesús enseñó en el sermón del monte, bajo el tema de la oración, que la voluntad de Dios tiene que ver con el reconocimiento del Señorío de Dios sobre todo lo creado, de ahí que, para los creyentes represente el sometimiento de su voluntad a la voluntad de Dios.

“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” (Mateo 6:10)

Es necesario señalar el hecho de que en más de una ocasión se asegura que solamente los que hacen la voluntad de Dios, los que acatan su gobierno, son llamados hijos de Dios, son llamados sus discípulos y los que habrán de entrar al reino de los cielos.

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7:21)

Interesantemente, el verso antes citado forma parte del final del sermón del monte, en el cual Jesús enfatiza que el señorío de Dios no se trata de creencias, sacrificios, ritos religiosos o dogmas, sino de obediencia y de una vida de justicia mayor a de los escribas y fariseos. En otras palabras, es evidenciar una vida honesta y sincera, en donde nuestra relación con Dios sea una prioridad y nuestra meta, el amor al prójimo. La Biblia destaca que hacer la voluntad de Dios es muestra de una relación de intimidad con él. Jesús dijo:

“Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.” (Mateo 12:50)

Vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, también está asociado a nuestro trabajo y desempeño en su viña, esto es, en sus negocios, en lo que Dios está haciendo, en su plan. Por tal razón, el creyente que desee hacer la voluntad de Dios buscará dónde Dios está obrando y se unirá a él. Esto lo podemos ver claramente en la parábola de los dos hijos.

“Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero.” (Mateo 21:28-31)

Hacer la voluntad de Dios no siempre será fácil para el creyente. La razón radica en que existe una lucha entre el espíritu y la carne. Podemos ver en el propio ministerio de Jesús, como cuando llegó la hora de la verdad, el momento de ser apresado y el pasar por la agonía de pagar por nuestro pecado y con ello lo que implicaba, que en su humanidad se nos dice que:

“otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.” (Mateo 26:42)

Jesús fue claro y honesto con sus discípulos, les hablo diciendo que el vivir y llevar a cabo la voluntad de Dios en sus vidas, podría conllevar sufrimiento, rechazo, negación de sí mismos y aun la muerte. No obstante, sólo siendo obedientes a la voluntad de Dios tendrían verdaderamente paz y contentamiento en sus vidas.

“Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo. Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí. Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.” (Juan 16:1-4) 


Conclusión 

Los falsos maestros y apóstoles de nuestros tiempos no tienen ni la remota idea de por qué Jesús escogió la imagen de una cruz para decirnos que así debíamos vivir cada día. Vivir conforme a la voluntad de Dios es el reconocimiento y la aceptación del Señorío de Dios sobre todo, pero principalmente, sobre nuestra vida. Es disponernos a vivir en sujeción al orden establecido por Dios, de acuerdo a la Biblia y el compromiso y la disposición a trabajar en todo aquello que redunde en la gloria de Dios. La voluntad de Dios tiene que ver más con el proceso de transformación de Dios en nuestra vida como creyentes, “pues la voluntad de Dios es vuestra santificación…” (1Tesalonicenses 4:3), que con lo que podamos hacer para su reino.

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