¿Es Injusta la Elección?
Por: RC Sproul
La enseñanza de que Dios elige a algunas personas fuera de la masa de la humanidad caída para ser salvos y no a otros levanta la objeción de que Dios no es justo. De alguna manera, es ampliamente asumido que Dios le debe a todas las personas ya sea el don de la salvación o por lo menos una oportunidad de salvación. Puesto que no se pueden salvar aparte de Su gracia, Él le debe a todo el mundo concederles esa gracia.
Este tipo de resultados que piensan de una confusión fundamental entre la justicia de Dios y Su misericordia o gracia. Gracia, por definición, es algo que Dios no está obligado a conceder. El no le debe misericordia a un mundo caído. Si clamamos por justicia en Sus manos, todos podemos recibir la justa condenación que merecemos. La justicia es lo que merecemos. La gracia es y siempre inmerecida. Si lo mereceríamos, no sería gracia.
"Justicia es lo que merecemos. La gracia es y siempre inmerecida. Si la mereciéramos, no sería gracia."RC Sproul
La cuestión se complica si tenemos en cuenta que Dios escoge para conceder esta gracia salvadora a algunos pero no a todos. Recordamos que, en primer lugar, Él no se lo debe a nadie. Una vez que alguien ha pecado, Dios no debe esa persona nada. De hecho, incluso antes del pecado, Dios no le debía nada a la criatura. Es la criatura la que está en deuda con Dios (por sostenerla, si no es que también la gracia salvadora), y no a Dios a la criatura. Pero lo que a menudo se asume es que si Dios concede gracia a algunos, entonces Él debe conceder la misma medida de gracia a todos si Él es justo y equitativo. Aquí debemos detenernos un momento y preguntar por qué esto debería ser así. ¿Por qué la concesión de la gracia para algunos requiere el otorgamiento de la gracia a todos? Una vez más recordamos que en este proceso no se recibe la injusticia de la mano de Dios. Los elegidos obtienen la gracia que no se merecen, mientras que los réprobos obtienen la justicia que merecen. Si Dios decide indultar a una persona culpable, eso no quiere decir que aquellos que Él no perdonará de alguna manera llegaran a ser menos culpables.
En respuesta a su propia pregunta: “¿Hay injusticia en Dios?” Pablo enfáticamente declaró: “Por supuesto que no!” Para el apóstol, era impensable que hubiera alguna injusticia en Dios. Recordó a sus lectores de lo que Dios revelo en el Antiguo Testamento cuando dijo a Moisés: “tendré misericordia del que tendré misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (Éxodo 33:19).
Vemos en este recordatorio del concepto inequívoco de la gracia soberana de Dios. Pablo dejó inequívocamente claro que Dios siempre se reserva el derecho de ejercer su misericordia y gracia conforme a Su buena voluntad. Este es el derecho supremo de clemencia ejecutiva. Esta es la expresión soberana del amor, que redunde en alabanza de Su gloria. Es este amor que nos deja atónitos y cantando doxologías. Es este amor abrumador que provocó Pablo a exclamar: Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?” (Romanos 11:33-35).
La conclusión que Pablo sacó de la expresión soberana de la gracia y la misericordia es la siguiente: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (9:16).
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