¿Por qué es tan importante para algunos verse bien?
Rev. Gilberto M. Rufat
“…Y era José de hermoso semblante y bella presencia.” (Gn.39:6)
En la actualidad, la belleza o la hermosura es una alta prioridad para muchos. De hecho, estamos reviviendo uno de esos momentos históricos en donde se le rinde culto al cuerpo, lo que no es nuevo. Parecería que quien posee hermosura, lo posee todo. Por ello, cada vez más, una cantidad de personas gasta su dinero y pasa horas ejercitándose, a pesar de que ese tiempo y recursos invertidos, siempre serán pasajeros y restarán al tiempo y a los recursos de la familia, porque al final, es importante verse bien. Otros, se someten a todo tipo de cirugías y compran todo tipo de artículos milagrosos, ya que se ha convertido en una preferencia, la lucha contra el envejecimiento. Pero, ¿qué es en realidad la belleza?
Alguien ha dicho que la belleza está condicionada a los ojos del que la mira, lo que es lo mismo que decir, que la belleza está definida según el estándar o la medida con la se juzga o con la cual se compara lo que se cree es hermoso. Ahora bien, ¿quién nos adoctrina o acondiciona a ver la belleza de una u otra forma? Sabemos la respuesta, la sociedad. Por lo tanto, la belleza es relativa, pero el problema aún no termina, ¿a qué belleza nos referimos? ¿A la belleza del ser interior o exterior o a una combinación de ambas?
El pasaje en el que nos basamos resalta que José era hermoso ante los ojos de la esposa de Potifar, no por sus virtudes como hombre de fe y como trabajador, sino porque se veía bien. Mientras el capítulo 39 resalta el que Dios estaba con José, (de manera que todo cuanto hacia prosperaba), la mujer de Potifar solo veía que era hermoso. Para José, su hermosura no fue su talón de Aquiles, pero si fue la causa de su problema en casa de Potifar. Acaso, ¿no debía su hermosura, haber traído sobre él todo tipo de bendiciones? En el relato podemos observar que su hermosura no fue una bendición en la casa de Potifar, sino la razón por la cual fue tentado y por lo que terminó en problemas.
Lo contradictorio en nosotros es que nos esforzamos en lograr un estándar que nos es impuesto, el cual no todos podemos alcanzar o al menos no todos podemos vivir, para obtener, (según nosotros), una mejor apariencia, subir nuestra estima y lograr que alguien se fije en nosotros. No obstante, la mayor contradicción no queda allí, ya que al final anhelamos que quien se fije en nosotros, lo haga por quiénes somos y no por cómo nos vemos. Nada más absurdo, que alguien me explique o me haga un mapa para llegar, porque me perdí.
En cambio, desvaloramos lo interior, que es lo que nos define y a su vez, va a determinar cómo nos verán otros, al comenzar a pasar tiempo con nosotros. Un estándar, que contrario a la “belleza física”, todos podrían buscar y vivir por él; no les restaría tiempo, ni dinero y al final, a todos les agradaría. La Biblia nos dice la verdad cuando declara:
“Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.” (Pr.31:30)
“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.” (1P.3:3-4)
“…Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.” (1Tm.4:7-8)
La verdadera belleza perdurable, no se obtiene genéticamente, por herencia, no se consigue en la sala quirúrgica y no se transforma por el uso de productos de belleza, sino que es interna, en el corazón de alguien que luce bien porque teme y agrada a Dios. El estándar de la belleza es la santidad debida a Dios y no a la mera apariencia externa. Si eres una fémina, no importa todo lo que te maquilles, ni el ejercicio que hagas o cuán a la moda pretendas estar o si eres varón y tu prioridad fuera el culto al cuerpo atlético y musculoso y la ropa “in”, para Dios puedes seguir siendo un sepulcro blanqueado (Mt.23:27); cuidado con la vanidad, pues es también pecado. Además, no existe ningún testimonio verídico, de pareja alguna que haya permanecido unida por mucho tiempo, simplemente porque uno de los dos o los dos son hermosos. Todo lo contrario, estamos llenos de testimonios de divorcios de aquellos bellos y hermosos, que no han durado, en algunos casos, ni un año, teniendo toda la aparente belleza del mundo y aun teniendo los recursos económicos, lo que muchos de nosotros nunca tendremos.
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