Introducción
Es común escuchar a algunos pastores
atando, desatando y decretando, entre otros, pero ¿son estas enseñanzas
bíblicas? Y si no lo son, entonces ¿de dónde proceden? Es preciso entender que
no podemos darle la interpretación que bien nos parezca a los pasajes bíblicos.
Tampoco podemos utilizar algunas palabras dentro de un texto bíblico para crear
una nueva teología. La teología nuevo testamentaria no fue comunicada sobre un vacío
teológico, sino que fue comunicada sobre las enseñanzas contenidas en el Antiguo
Testamento. Además, es muy importante tener claro que, si una doctrina es bíblica,
entonces debe tener correspondencia, coherencia y no debe entrar en contradicción
con las demás enseñanzas de la Biblia.
Lamentablemente, el “dios”
que se han hecho algunos llamados cristianos es más parecido al genio de la
lámpara de Aladino, que al Dios soberano revelado en las Escrituras. La fe que
proclaman algunos en las congregaciones actuales es más parecida a la enseñanza
del libro o video de “La Ley de la Atracción”, que a la fe bíblica. Es frecuente
ver a algunos pastores (que parecen más gurús orientales) usando mantras, creyendo
que pueden recibir u obtener lo que desean, que expositores fieles de la
Palabra. Sin embargo, nada de esto debe sorprendernos, pues el Espíritu Santo
lo advirtió muchos siglos antes.
Pero el Espíritu dice
claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe,
escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios. (1 Timoteo 4:1)
Mientras
la Biblia le llama a cualquier enseñanza ajena a lo revelado por Dios “doctrinas de demonios”, quienes las
comunican en los lugares de reunión de la iglesia, las presentan como nuevas
revelaciones del Espíritu de Dios. A continuación, presentamos de manera breve, las similitudes que
claramente existen detrás de la doctrina mística en muchas congregaciones sobre
el acto de “atar y desatar”.
Siete leyes o principios espirituales del mundo
ocultista
1- Ley de mentalismo
Al principio de que “todo es mente” le llaman la “Ley del mentalismo”. Este principio o
ley enseña que lo que llamamos nuestra realidad, es decir, el mundo que
percibimos a través de nuestros cinco sentidos es en realidad un pensamiento o
un estado mental. Dicho de otra manera, es como si viviéramos dentro de un sueño,
en el cual todo parece real, pero no lo es. Simplemente, estamos solo pensando,
ya que nuestra mente no duerme. Para el ocultista o esotérico, vivimos en un
plano mental, uno que se desarrolla dentro de la mente cósmica o universal.
Esta postura o creencia entiende
que no existe una realidad absoluta, sino que existen únicamente planos mentales,
que podemos cambiar nuestra realidad si cambiamos nuestra manera de pensar o de
vernos. Por consiguiente, lo que necesitamos, según estos, es ver lo que
queremos cambiar u obtener en nuestra mente a través de la visualización.
La frase clave que utilizan
es “visualice
lo que quiere”. ¿Es esto una práctica cristiana correcta? No, no lo es.
¿Por qué? Porque los creyentes no visualizamos nuestro futuro, sino que
confiamos en el plan de Dios, el cual es seguro. Dios no nos llamó a visualizar
la realidad que queremos, sino que nos llama a ser responsables de nuestro presente.
Porque yo sé los pensamientos
que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal,
para daros el fin que esperáis. (Jeremías 29:11)
2. Ley de correspondencia
El mundo ocultista afirma que
el principio o ley mental en la que vivimos está formada por una unidad que contiene
en sí misma una dualidad. Un ejemplo de este concepto es el “yin” y el “yang”. Los mismos aseguran que existen diferentes
planos mentales y que dichos estados o planos mentales pueden ser divididos en
dos partes; los niveles superiores o espirituales y los niveles inferiores o terrenales.
Por ende, lo que propone es visualizar lo que se desea en el plano superior o
en el mundo espiritual, para conseguir lo deseado en el plano terrenal.
Un ejemplo de esto lo vemos cuando
a una persona se le dice que está enferma en el plano terrenal y que lo único
que necesita es verse sana en el plano espiritual. Una vez la persona se ve
sana arriba, no tardará en sentirse sana abajo. Estos ignorantes o en muchos
casos agentes de Satanás dicen o enseñan lo siguiente: “Lo que usted necesita está en
el mundo espiritual”.
Los cristianos no creemos en
la Ley de correspondencia, pues lo único que merecemos por pecadores es la
condenación, aunque sí reconocemos y creemos que en Jesucristo está todo lo que
necesitamos y de él nos sostenemos.
Porque en él habita
corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él,
que es la cabeza de todo principado y potestad. (Colosenses 2:9 al 10)
3- Ley de vibración
Este principio enseña que “todo está en un continuo movimiento”, que
el universo se mueve por la ley de vibración o de energía. En otras palabras,
que todo se mueve por energía y que nuestras palabras son energía. Por lo
tanto, solamente necesitamos pensar y hablar lo que queremos. Las palabras se
convierten en mantras que cambian la frecuencia o alteran la vibración en el
mundo espiritual, de manera que podamos obtener en el plano terrenal lo que
necesitamos.
En resumen, estos creen que una
vez visualizado lo que queremos (Ley de mentalismo), debemos confiar en se manifestará
(Ley de correspondencia), por lo que se debe comenzar a decretar y confesar el milagro
(Ley de vibración). Por esto, verá supuestos ministros o pastores decirles a
sus congregaciones: “Comience a hablar
su milagro una y otra vez hasta que lo tenga”.
No necesitamos confesar
nuestro milagro. Lo que estamos llamados a confesar es a Cristo como Señor y
Salvador, obedeciéndole para que nos vaya bien. Para los creyentes, la verdad no
consiste en desear cambiar las cosas, sino que consiste en aprender a confiar
en Dios en todas las circunstancias.
Porque somos hechos
participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra
confianza del principio. (Hebreos 3:14)
4. Ley de polaridad
En el mundo esotérico y
ocultista se enseña que “todo tiene su doble.” Lo que se
necesita es invertir la polaridad para atraer u obtener lo que se busca. Algo
muy parecido al libro o video titulado “La Ley de la Atracción”. Una vez
confesado y decretado el milagro constantemente (Ley de vibración), es que podemos
cambiar la polaridad, frecuencia o ritmo para que se invierta la situación o
circunstancia.
La forma de esta enseñanza en
algunas comunidades religiosas es como sigue: “Comience a verse sano,
próspero, exitoso”. Esto es, véase
sano, aunque se esté cayendo a pedazos y tendrá salud. Véase rico y lo dejará
la pobreza y así sucesivamente.
La verdadera fe no niega la
realidad de las circunstancias, sino que cree por encima de las circunstancias porque
la última palabra siempre la tendrá Dios. Es decir, que el verdadero creyente
se sostiene de Dios, pues su fe no está basada en las circunstancias, sino en el
Dios que está en control de toda circunstancia. Además, la fe bíblica no es
sinónimo de positivismo, sino que es confianza absoluta en el cuidado y en la
soberana voluntad de Dios.
para que vuestra fe no esté
fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. (1Corintios
2:5)
5- Ley de ritmo
La ley de ritmo establece que
“todo
fluye y refluye”. Esto significa que todo está en continuo movimiento.
Por tal razón, se puede alterar o cambiar el curso de las cosas. De modo que estos
falsos maestros les dicen a sus seguidores que “pueden cambiar sus
circunstancias”, solo que
deben creerlo.
Los cristianos confiamos en
la providencia de Dios, por cuanto Dios y sólo él está en control de todo
cuanto sucede. Él es quien provee para la vida del mundo que creó, así como provee
para los hijos que con amor eterno adoptó en Cristo.
Porque de él, y por él, y
para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. (Romanos
11:36)
6- Ley de causa y efecto
Esta ley o principio enseña
que “todo
efecto tiene su causa”. Según estos falsos maestros o más bien gurús,
el individuo mismo debe crear su realidad. El mismo debe aprender a operar en
las leyes espirituales para obtener lo que desea o necesita. Estos falsos
maestros dicen que: “Nada sucederá hasta que usted no lo confiese”.
Los creyentes somos llamados
a confiar en la buena voluntad de Dios, pues nada sucederá que no sea su soberana
voluntad. La Palabra afirma lo que sigue:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos
8:28)
7- Ley de género
Este principio para los
esotéricos y ocultistas establece que todo tiene una forma “masculina y femenina”. Este
es uno de los principios espirituales más importantes, porque es por este
principio que cada milagro puede ser creado. En la antigüedad, este principio
estaba asociado con prácticas sexuales que provocaban que los dioses trajeran
lluvia y que las tierras fueran fertilizadas. En el ámbito esotérico evangélico
que ha invadido a la iglesia, esta doctrina es enseñada como: “Las
palabras tienen poder”.
La Biblia no enseña que las palabras
tienen poder sobre el mundo creado. Dios no es manipulado, ni movido por
palabras de hombres o por lo que algunos llaman la palabra de fe.
Por la fe entendemos haber sido constituido el
universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que
no se veía. (Hebreos 11:3)
¿Cuál es la enseñanza bíblica sobre atar y desatar?
Muchos erróneamente interpretan Mateo
16:19 “todo lo que atares en la tierra
será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en
los cielos” como si fuera un tipo de poder o una autoridad que está a
disposición del creyente para lograr una bendición o para paralizar algún mal. Si
este pasaje es interpretado de esta manera, entonces sería magia como lo hemos
evidenciado. Por consiguiente, es preciso comprender que este no es el
significado.
Contexto de la expresión “atar y desatar” en Mateo 16:19
El Diccionario de Teología de Harrison
expone lo siguiente:
Atar y desatar “son términos para referirse al
ejercicio de la autoridad disciplinaria que Cristo confirió junto con las
llaves del reino; primero, a Pedro en Mt. 16:19 y después a todos los
discípulos en 18:18. Esto no quiere decir que ellos tenían derecho a comunicar
decisiones en materias de conducta; esto es, para prohibir o permitir deberes
específicos o funciones morales. Lo que se da a entender es la autoridad para
excomulgar y readmitir a la gente dentro de la comunidad de los creyentes. Con
todo, debemos notar que en el judaísmo atar y desatar también significaba
«prohibir» y «permitir» en asuntos de casuística. Jn. 20:23 se relaciona con el
sentido de atar y desatar del texto de Mateo. La exclusión de la comunidad
siempre se debe a alguna ofensa y, por tanto, presupone el retener los pecados;
mientras que la readmisión incluye el perdón de los pecados”.[1]
El contexto inmediato de Mateo 16:19
comienza en Mateo 16:13, donde Jesús les pregunta a sus discípulos, ¿quién es él
para ellos? En la afirmación o declaración de Pedro sobre Jesús, se establece la
importancia de la Cristología, es decir, la doctrina sobre quién es Jesús
(Mateo 16:13 al 17). Luego, vemos cómo sobre esta doctrina se fundamenta la doctrina
de la Eclesiología o la enseñanza con relación a la iglesia (Mateo 16:18 al 19).
Es dentro de esta enseñanza, que Jesús les asevera a los apóstoles que “todo lo que atares en la tierra será atado
en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”.
En Mateo 16:19, Jesús no les está enseñando
a sus discípulos cómo cambiar las circunstancias, sino que les está enseñando en
quién debía estar toda la esperanza del remanente que sería salvo, en la roca,
en Jesús. La razón radica en que aquel remanente era su iglesia, el cual él edificaría
y sobre el que las puertas del Seol no prevalecerían contra ella. A esa iglesia
se le dio la comisión de proclamar el mensaje por el cual se entra al reino de
los cielos. Y a ella, a la iglesia se le confirió la autoridad de atar y
desatar. Dicha autoridad conlleva dos ideas asociadas e importantes:
1- La palabra de Dios como estándar
para determinar lo correcto e incorrecto.
Los apóstoles serían responsables de enseñarles
a los discípulos que Dios llamaría por su gracia a salvación, la manera en que debían
conducirse (Mateo 28:19 al 20). La iglesia sería columna y baluarte de la
verdad del único mensaje por el que se puede ser salvo y por el que los
creyentes son llamados a vivir. Un ejemplo colectivo de esta autoridad puede
verse en Hechos 15:1 al 29.
2- El ejercicio de la disciplina en la
iglesia
Los apóstoles, como los líderes
representativos de Cristo, debían salvaguardar la unidad de la fe. Los ancianos
o pastores tenían la responsabilidad de velar por su rebaño y por la vida de la
iglesia en general. El pecado debía ser confrontado y aquel que había sido ejercitado
en la disciplina, una vez cumplida la misma, debía ser restaurado a la comunión
con la grey. Este ejercicio de autoridad es descrito en Mateo 18:15 al 22. Un
ejemplo de dicha disciplina enseñada y aplicada se encuentra en 1 Corintios 5 y
un ejemplo de la restauración del disciplinado, puede verse en 2 Corintios 2:5
al 11.
Conclusión
El mundo no es controlado por
leyes o principios espirituales, sino que es controlado únicamente por el
Creador. Dios es soberano y no recibe órdenes de nadie. Lo que conocemos como
las leyes del mundo natural, no son leyes que operan fuera de Dios. Las mismas
representan la manera en la que comprendemos cómo Dios dirige, sostiene y
sustenta su creación. Por esta razón, solamente Dios es quien puede obrar
milagros.
Dios no es como la lámpara de
Aladino, la que según se frote, conseguirá que el genio salga para cumplir nuestros
deseos. Dios no es quien se ajusta a nuestras circunstancias, ni es uno a quien
utilizamos para cambiar las mismas, sino que él es quien gobierna y rige sobre las
tales. Dios nos ha llamado a creerle y a confiar en él y no a creer en leyes
espirituales o, ¿es que acaso dudamos de que Dios cuida y vela por sus hijos?
Finalmente, la expresión “atar
y desatar” en Mateo 16:19 debe ser entendida como la autoridad de Jesús conferida
a la iglesia, para salvaguardar la vida espiritual de su pueblo bajo el estándar
moral y ético de su Palabra y del sano juicio de la corrección y la disciplina
en la comunidad de fe.
Por: Gilberto Miguel Rufat
[1] Everett F. Harrison, Geoffrey W. Bromiley and Carl F. H. Henry,
Diccionario De Teología (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006), 65.
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