viernes, 4 de julio de 2014

La gracia - Romanos 6:1-2




“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” 
(Romanos 6:1-2)

Pablo, mejor que nadie sabía lo que implicaba el predicar la doctrina de la salvación por la gracia, a través de la fe, pues sabía que como consecuencia de ello, habría desentendimiento y malas interpretaciones, entre los judíos. Debemos tener presente que el punto de vista religioso que permeaba dentro de los círculos judíos era que mediante el pacto con Israel y una estricta observancia de la ley, los judíos podrían llegar a ser justificados ante Dios. Por ende, el mensaje de la gracia y la justificación por la fe, base de la predicación del Nuevo Pacto, les parecía ser contrario al mensaje que ellos habían interpretado en el Antiguo Pacto (Testamento).

Dicho mensaje les parecía que promovía todo tipo de pecado a expensas de la gracia o la misericordia divina, ya que no requería la observancia estricta de la ley. Además, no entendían, cómo podía ser posible que la salvación pudiera ser otorgada a personas que no pertenecían al pueblo del pacto (a Israel) y ésta pudiera alcanzarse únicamente, por medio de una acto de arrepentimiento y de fe.

Podemos observar que así como los judíos, muchos creyentes en la actualidad, tampoco logran entender que la ley no fue dada a fin de alterar el pacto previamente ratificado con Abraham. Pues, el pacto de la gracia a través de la fe, fue el medio por el cual el propio Abraham fue salvo, tema que Pablo cubre con claridad en el capítulo cuatro de la carta a los Romanos.

La ley fue añadida 430 años posteriormente al pacto y no tenía el propósito de ser un medio de salvación, sino el de servir como un disuasivo al pecado, hasta que llegase la simiente a quien fue hecha la promesa, esto es, Jesús (Gálatas 3).

Lamentablemente, muchos cristianos, al igual que la mayoría de los judíos, tienen problemas con entender que la ley no puede salvarles. Si algo expone la ley, es nuestro pecado, no nuestra capacidad de alcanzar la justicia divina.

pastor Gilberto Rufat

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