“¿Qué, pues,
diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna
manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”
(Romanos 6:1-2)
Pablo,
mejor que nadie sabía lo que implicaba el predicar la doctrina de la salvación
por la gracia, a través de la fe, pues sabía que como consecuencia de ello, habría
desentendimiento y malas interpretaciones, entre los judíos. Debemos tener
presente que el punto de vista religioso que permeaba
dentro de los círculos judíos era que mediante el pacto con Israel y una
estricta observancia de la ley, los judíos podrían llegar a ser justificados
ante Dios. Por ende, el mensaje de la gracia y la justificación por la fe, base
de la predicación del Nuevo Pacto, les parecía ser contrario al mensaje que
ellos habían interpretado en el Antiguo Pacto (Testamento).
Dicho mensaje les parecía que promovía todo
tipo de pecado a expensas de la gracia o la misericordia divina, ya que no
requería la observancia estricta de la ley. Además, no entendían, cómo podía
ser posible que la salvación pudiera ser otorgada a personas que no pertenecían
al pueblo del pacto (a Israel) y ésta pudiera alcanzarse únicamente, por medio
de una acto de arrepentimiento y de fe.
Podemos observar que así como los judíos,
muchos creyentes en la actualidad, tampoco logran entender que la ley no fue
dada a fin de alterar el pacto previamente ratificado con Abraham. Pues, el
pacto de la gracia a través de la fe, fue el medio por el cual el propio
Abraham fue salvo, tema que Pablo cubre con claridad en el capítulo cuatro de
la carta a los Romanos.
La ley fue añadida 430 años posteriormente al pacto y no tenía el propósito de
ser un medio de salvación, sino el de servir como un disuasivo al pecado, hasta
que llegase la simiente a quien fue hecha la promesa, esto es, Jesús (Gálatas
3).
Lamentablemente,
muchos cristianos, al igual que la mayoría de los judíos, tienen problemas con
entender que la ley no puede salvarles. Si algo expone la ley, es nuestro
pecado, no nuestra capacidad de alcanzar la justicia divina.
pastor
Gilberto Rufat