Mensaje: ¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?
Base bíblica: Mateo 22:34-40; Marcos 12:28-34
Introducción
El pasaje de estudio forma parte de tres preguntas dirigidas por los principales grupos religiosos judíos sectarios con el propósito de tentar a Jesús, así como de cuestionar su autoridad. Los eventos muestran la hostilidad que llegaría a un punto de inflexión en la última semana, de acuerdo con el soberano plan de Dios. Estos eventos señalan las razones por las cuales la cuidad de Jerusalén sería juzgada por Dios, tal y como Jesús previamente lo profetizara en las parábolas de los labradores malvados y de la fiesta de bodas, respectivamente.
Exposición del texto
La pregunta de los fariseos (Mateo 22:34-36)
34 Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
"oyendo que había hecho callar a los saduceos" - Que Jesús hubiera hecho callar a los saduceos debe haberles agradado a los fariseos, puesto que estos creían en los ángeles y en la resurrección. Sin embargo, la situación se tornaba en una desalentadora porque el propósito de las preguntas de estos grupos religiosos judíos era el de desacreditar a Jesús frente a las multitudes y no el de legitimar su autoridad ante las mismas.
"Un intérprete de la ley" era un escriba o doctor de la ley.
"preguntó por tentarle" La intención de la pregunta era entrar en una discusión con Jesús y exponerlo frente al pueblo. La tradición judía que se registra en el tercer siglo por primera vez señala que estos creían que debían cumplir con 613 leyes o mitzvot (mandamientos). Estos eran divididos en "248 mandamientos y 365 prohibiciones".[1]
"maestro" – El título de maestro era uno que les gustaba que les dijeran a estos líderes religiosos judíos. No obstante, lo usan con hipocresía, en una adulación falsa, ya que estos no creían que Jesús era un buen maestro. Jesús no podía ser considerado un maestro o rabino, según sus propias normas, porque para serlo debía haber sido educado por algún maestro con autoridad rabínica, lo que ciertamente Jesús no tenía.
"¿cuál es el gran mandamiento en la ley?" – Estos líderes religiosos judíos querían saber cuál mandamiento era el que Jesús consideraba más importante.
La contestación de Jesús (Mateo 22:37-40)
37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (Dt. 6:5) 38 Este es el primero y grande mandamiento. (Lc. 10:25-28) 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Lv. 19:18) 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
El comentarista R. T. France expone lo siguiente:
Deuteronomio 6:4-9, del cual se toma esta cita, era repetido dos veces al día por los judíos piadosos como la apertura del Shemá. Por lo tanto, ya jugaba un papel clave en la vida religiosa judía, y el énfasis de Jesús en este texto no podía causar ninguna sorpresa.[2]
Estos dos mandamientos están contenidos en los diez mandamientos, de los cuales los primeros cuatro hablan del deber del hombre para con Dios y los seis restantes, del deber del hombre para con su prójimo.
El primer mandamiento
Verdades generales que se desprenden de la primera ley:
- Existe un solo Dios.
- Dios es soberano (Señor).
- Dios debe ser adorado con todo el ser (mandato).
La palabra griega traducida amor es agapao, que significa más que afecto o emoción (expresados por phileo). Cremer dice acerca de agapao: “No excluye el afecto, pero es siempre el efecto moral de la voluntad consciente, deliberada que lo contiene, no del impulso natural del sentimiento inmediato”.[3]
El segundo mandamiento
Con relación al segundo mandamiento, el comentarista Matthew Henry afirma lo siguiente:
Este mandamiento es semejante al primero pues, así como el primero incluye especialmente a los demás de la primera tabla de la Ley, el segundo incluye a los de la segunda, podemos decir que el primero es raíz del segundo y que el segundo es una evidencia del primero (v. 1 Jn. 4:20; 5:2).[4]
Verdades generales que se desprenden de la segunda ley:
- El valor del hombre proviene del Creador.
- Todos los hombres poseen el mismo valor ante Dios.
- Los hombres deben amarse los unos a los otros (mandato).
Cabe destacar que, en el segundo mandamiento, la palabra griega utilizada no es phileo, sino agapao, por cuanto el mandato es el de amar al prójimo como a Dios. Sobre este punto, el apóstol Pablo en la carta a los Romanos expone lo que sigue:
8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. 9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor. (Romanos 13:8-10)
En la carta a los Gálatas, Pablo presenta lo que vemos a continuación:
14Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 15Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. (Gálatas 5:14-15)
Santiago, uno de los medio hermanos de Jesús en la carne, en la carta que lleva su nombre enseña lo siguiente:
8Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; 9pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. 10Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. (Santiago 2:8-10)
De Lucas 10:25-28 se desprende que no es posible amar al prójimo como la ley lo demanda en el estado caído, es decir, sin la obra de Dios Espíritu Santo cambiando el corazón de piedra en uno de carne, el nuevo nacimiento o la regeneración, debido a que en este estado es imposible cumplir con la ley de Dios. La tendencia muy humana es a ser selectivos y a amar solo a aquellos que parezcan merecer nuestro amor.
25Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? 26Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? 27Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. 28Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. 29Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? 30Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo. (Lucas 10:25-28)
La respuesta del escriba fariseo (Marcos 12:32-34)
32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; 33 y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. 34 Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.
Creemos que la aprobación del escriba a la aseveración de Jesús era en sí misma una aprobación de lo que el escriba creía. El propósito no era el de vindicar a Jesús, sino el de vindicarse a sí mismo. Por consiguiente, Jesús le dijo: "no estás lejos del reino de Dios". No basta con conocer la ley y saber que debe ser obedecida. El problema con el escriba es que no podía reconocer su incapacidad para cumplir el primer gran mandamiento. Por esta razón, también le era imposible cumplir con el segundo mandamiento.
Los hombres en su estado caído no pueden cumplir con los primeros dos mandamientos. De los mismos se desprende el resto de la ley. Como mencionáramos previamente, el corazón necesita ser transformado antes de que pueda amar a Dios como él lo merece, así como para poder amar al prójimo como a nosotros mismos. Sobre este punto, el teólogo anglicano J. C. Ryle expone lo siguiente:
¿Pero cómo se consigue ese amor a Dios? No es un sentimiento natural. “Nacemos en pecado”, y, como pecadores que somos, tenemos miedo de Él; ¿cómo, pues, podremos amarle? No podremos amarle de veras hasta que estemos en paz con Él, por medio de Cristo. Cuando sepamos que nuestros pecados han sido perdonados, y que hemos sido reconciliados con nuestro santo Creador, entonces, y solo entonces, le amaremos y tendremos el Espíritu de adopción. La fe en Cristo es la verdadera fuente de amor a Dios: quienes más aman son aquellos que se saben perdonados de más cosas. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).
¿Y cómo se consigue ese amor a nuestro prójimo? Este tampoco es un sentimiento natural. Nacemos siendo egoístas, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros (Tito 3:3). No podremos amar a nuestros semejantes como debemos hasta que nuestros corazones sean transformados por el Espíritu Santo: nos es necesario nacer de nuevo; debemos despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo, y tener “ese sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Entonces, y solo entonces, nuestros fríos corazones tendrán un amor verdaderamente divino para con todos. “El fruto del Espíritu es amor” (Gálatas 5:22).
Dejemos que estas cosas penetren en nuestros corazones. En estos últimos días se habla mucho, aunque superficialmente, acerca del “amor” y la “caridad”; los hombres profesan admirar estas virtudes y desean ver un aumento de ellas, pero ocurre que odian los únicos principios que pueden producirlas. Permanezcamos firmes en “las sendas antiguas”. No podemos tener frutos y flores sin raíces; no podemos tener amor a Dios y a los hombres sin fe en Cristo y sin regeneración. El modo en que se debe extender el verdadero amor por el mundo es proclamando la expiación de Cristo y la obra del Espíritu Santo.[5]
Jesús conocía de antemano que ninguno de nosotros podría cumplir con estos dos primeros mandamientos de la ley. Él vino al mundo para cumplir lo que nosotros debíamos cumplir, pero que éramos incapaces de cumplir. Por ende, Jesús vivió una vida de absoluta obediencia a Dios Padre y de amor a su prójimo, sirviendo delante de Dios Padre como el perfecto mediador y el poderoso salvador del pueblo que vino a redimir.
El evangelio presenta que es preciso que seamos amados por Dios Padre a través de Dios Hijo, para que Dios Espíritu Santo nos asista para poder amar a Dios y al prójimo como es requerido. El apóstol Juan recoge esta verdad en la declaración a continuación:
19Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. 20Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano. (1 Juan 4:19-21)
Conclusión
Una persona ha recibido salvación cuando por la gracia de Dios Padre y la operación eficaz de Dios Espíritu Santo reconoce que no ha cumplido con la ley de Dios y que tampoco puede. Esto provoca un verdadero arrepentimiento de sus pecados generando en el corazón fe en la obra redentora de Dios Hijo para salvación. La evidencia externa de lo que ha ocurrido en el corazón es el surgimiento de un verdadero amor para con Dios, así como para con el prójimo.
Concluimos que para que sea posible cumplir con el primer y el segundo gran mandamiento, primero debemos ser alcanzados y transformados por el amor de Dios, pues de esto se desprende que podamos cumplir con la demanda de su ley. ¡Alabado sea Dios por su obra eficaz y perfecta en Jesucristo!
[1] A. F. Harper. Comentario Bíblico Beacon Tomo 6 (Posición en Kindle4639-4641). Edición de Kindle.
[2] R. T. France, Matthew: an introduction and commentary, vol. 1, Tyndale New Testament Commentaries (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1985), 322.
[3] A. F. Harper. Comentario Bíblico Beacon Tomo 6 (Posición en Kindle4656-4659). Edición de Kindle.
[4] Henry, M., & Lacueva, F. (1999). Comentario Bíblico de Matthew Henry (p. 1173). 08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.
[5] J. C. Ryle, Meditaciones sobre los Evangelios: Mateo, trans. Pedro Escutia González (Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino, 2001), 320.
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