Mensaje: Contexto general de la profecía del Monte de los Olivos en el evangelio de Mateo
Base bíblica: Mateo 24
Objetivo: Presentaremos que el evangelio de Mateo es desde el principio uno de carácter escatológico, cuyo propósito es testificar el cumplimiento del mensaje de los profetas con relación al Mesías, al Ungido, al Cristo o al Hijo de Hombre en la persona de Jesucristo. Que en dicho evangelio, Jesús es tanto el salvador de su pueblo, como aquel que traería en su mano el aventador con el que limpiaría su era recogiendo el trigo en el granero y quemando la paja en el fuego que nunca se apagaría (Mt. 3:12).
Introducción
La profecía sobre el Monte de los Olivos es la profecía más larga e importante de Jesús en torno a su venida en juicio como el Hijo del Hombre. El término Hijo del Hombre en Mateo es uno de carácter mesiánico y proviene de Daniel 7:13-14. En Daniel 2, Jesucristo es presentado como la roca, como un Hijo de Hombre en Daniel siete y como el Mesías Príncipe en Daniel nueve. Él es quien traería el fin de aquella era conforme a Daniel 12.
La profecía del Monte de los Olivos sobrevendría sobre aquella generación, según lo afirmado por Jesús en Mateo 23:36 y 24:34. Dicha generación vería la venida del Hijo del Hombre en las nubes, cuyo propósito era juzgar a los habitantes de la gran ciudad de Jerusalén, por no haberse arrepentido de sus pecados y por haber rechazado a Jesús como el mesías profetizado.
Contexto general de la profecía del Monte de los Olivos en Mateo
En Mateo 1:1-17, Jesús es el cumplimiento de la simiente sobre la cual serían benditas todas las familias de la tierra (Gn. 12:3) y a su vez, es el cumplimiento de la promesa del rey prometido que vendría del linaje de David (2 S. 7:12). Mateo muestra que Jesús es descendiente del linaje davídico y que nace para dar cumplimiento a la profecía de las setenta semanas de Daniel 9:24-27. Es por esta razón que se refiere a Jesús como el Hijo del Hombre de Daniel 7:13-14.
En la profecía de las setenta semanas de Daniel 9:24-27 se establece que posterior al cautiverio babilónico vendría la salvación del remanente (Jer. 25:11-12; 29:10), cuando luego de pasados 490 años apareciera y llevara a cabo su ministerio el Mesías Príncipe.
La genealogía de Jesucristo está dividida en tres grupos de catorce generaciones. La generación desde la deportación a Babilonia hasta Cristo es la última. Una generación consiste de cuarenta años. En el ejercicio de multiplicar catorce generaciones por cuarenta años (el tiempo de cada una de ellas), el resultado es de 560 años. Si a estos 560 años se le restan los 70 años que el pueblo de Judá estuvo en cautiverio, entonces quedan 490 años, exactamente los mismos que se profetizan en Daniel 9:24-27 hasta la venida del Mesías Príncipe.
No es casualidad que el nacimiento de Jesucristo aconteciera en el momento en el que se cumplía el tiempo de los 490 años de la profecía de las setenta semanas de Daniel 9, sino que es causalidad, porque él es el cumplimiento y el fin de la profecía.
En Mateo 3:7-12, Juan el Bautista anuncia el juicio que vendría sobre aquella generación.
En Mateo 8:11-12, Jesús anuncia que muchos de los judíos, llamados "hijos del reino" serían arrojados a las tinieblas de afuera mientras que muchos gentiles se sentarían a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.
En Mateo 10:1-23, Jesús escoge a sus doce discípulos y los comisiona a predicar el evangelio del reino de los cielos en las ciudades judías de Judea. Luego de anunciarles que algunos los recibirían y que otros los menospreciarían, les asevera que no terminarían de cumplir su encomienda cuando verían la venida del Hijo del Hombre. Mateo 10:23 afirma sin lugar a dudas que la venida del Hijo del Hombre se daría dentro de la generación de los discípulos.
En Mateo 16:27-28, Jesús les asegura a sus discípulos que no gustarían la muerte, hasta que vieran la venida del Hijo del Hombre en juicio para establecer su reino. Estos versículos claramente afirman que, al menos, algunos de los discípulos estarían vivos cuando este evento aconteciera.
En Mateo 21:33-46, Jesús señala en la parábola de los labradores malvados, quienes representan al liderato judío religioso, que serían destruidos sin misericordia por todos sus pecados y especialmente por la muerte de Jesucristo.
En Mateo 22:1-14, Jesús establece en la parábola de la fiesta de bodas que la ciudad de Jerusalén sería invadida e incendiada por haber maltratado y matado a aquellos que le fueron enviados y por el rechazo de asistir a la boda de su Hijo, Jesucristo.
En Mateo 23:35-39, Jesús profetiza las maldiciones y los juicios que vendrían contra aquella generación por haber perseguido y matado a los profetas y por no haber conocido el tiempo de su visitación. De modo que Jerusalén sería enjuiciada y la casa o el templo destruido.
Conclusión
Es imposible interpretar correctamente Mateo 24 y 25 desligado del contexto que lo precede dentro del propio evangelio de Mateo y sin considerar el significado escatológico de la venida del Hijo del Hombre tomando el reino conforme a Daniel 7:13-14. Por consiguiente, la profecía del Monte de los Olivos es la profecía que confirma con la llegada del Mesías Príncipe y con el cumplimiento de su ministerio (Dn. 9:24), que vendría la abominación desoladora profetizada en Daniel 9:26-27 y Daniel 12. Concluimos que Mateo 24 y 25 tiene como base la abominación desoladora profetizada por Daniel, como Jesús mismo lo afirmó en Mt. 24:15 y que aquella generación vería el juicio de la venida del Hijo del Hombre en las nubes como lo enseñó en Mateo 24:34.
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