lunes, 26 de octubre de 2020

Erráis, ignorando las Escrituras - Mateo 22:23-33

Mensaje: Erráis, ignorando las Escrituras

Base bíblica: Mateo 22:23-33; Marcos 12:18-27; Lucas 20:27-40

23 Aquel día vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, 24 diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano. 25 Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. 26 De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. 27 Y después de todos murió también la mujer. 28 En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron? 29 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios. 30 Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. 31 Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: 32 Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. 33 Oyendo esto la gente, se admiraba de su doctrina. (Mateo 22:23-33)

Introducción

El pasaje de estudio forma parte de tres preguntas que le hicieran los fariseos, los herodianos y los saduceos a Jesús. Cada una de las preguntas tenía el propósito de que al ser contestadas, Jesús quedara en una situación de aprieto o difícil ya fuera con sus seguidores o con las autoridades romanas. La primera pregunta fue sobre si los judíos debían pagar tributo a Roma (Mateo 22:15-22); la segunda, con respecto a la resurrección (Mateo 22:23-33) y la tercera, sobre cuál es el gran mandamiento de la ley (Mateo 22:34-40).

Algunos de los eventos previos con relación a los saduceos en Mateo son los siguientes:

1)      En Mateo 3:7, los saduceos son llamados por primera vez generación de víboras.

2)      En Mateo 16:1-4, los saduceos junto con los fariseos demandan de Jesús una señal del cielo, por lo que Jesús los llama una generación mala y adúltera.

3)      En Mateo 16:11, Jesús les dice a sus discípulos que debían guardarse de la levadura o de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.

Exposición del texto

Mateo 22:23 – "Aquel día vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron,"

La pregunta dirigida a Jesús provino de los saduceos, pero ¿quiénes son los saduceos? El historiador judío Flavio Josefo en su libro Antigüedades de los Judíos aporta los siguientes datos:

  • Eran pertenecientes a "la clase aristocrática y de la alta jerarquía sacerdotal".[1]
  • "Suprimían el destino, diciendo que no es nada y que no interviene para nada en los asuntos humanos, sino que todo está sometido a nuestro arbitrio; de modo que somos autores tanto de los bienes como de los males que nos acontecen por imprudencia nuestra".[2]
  • Creían que "…los fariseos habían introducido prácticas recibidas de los antepasados pero que no se encuentran en las leyes de Moisés; por esto las rechazan los saduceos, quienes afirman que deben observarse únicamente las leyes escritas, no las que han sido transmitidas por la tradición".[3]
  • "Los saduceos enseñan que el alma perece con el cuerpo; y se limitan a la observancia de la ley".[4]
  • "…Comparados con los demás judíos son inflexibles en sus puntos de vista…"[5]

Por otro lado, el Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia de Alfonso Ropero expone lo siguiente:

En la época de Antíoco Epífanes (175-163 a. C.), numerosos sacerdotes aceptaron la cultura > helenística (2 Mac. 4:14-16), y los sumos sacerdotes Jasón, Menelao y Alcimo se mostraron partidarios de ella. Bajo los Macabeos, el pueblo se declaró resueltamente partidario de la religión de Israel y en contra de los usos y costumbres helénicos, tenidos por paganos. Cuando los Macabeos accedieron al sumo sacerdocio, los partidarios de la casa de Sadoc parece que se dividieron en dos ramas: la radical y purista, que desembocaría en el qumranismo; y la acomodaticia, de tendencias helenizantes, de la que surgieron los saduceos, de gran influencia, pues los miembros de la más elevada aristocracia sacerdotal formaban parte de ella. Juan Hircano, Aristóbulo y Alejandro Janneo (135-78 a. C.) favorecieron a los saduceos. Bajo el dominio de los romanos y de Herodes, la política dependía en gran parte de los saduceos; los sumos sacerdotes de este período pertenecían a este partido (Hch. 5:17; Ant. 20, 9, 1). Relativamente poco numerosos, gracias a su elevada instrucción y su riqueza, los saduceos eran muy influyentes y acaparaban altas funciones públicas (Josefo, Ant. 18, 1, 4). Dominaban el Sanedrín y tenían un gran ascendiente sobre los notables y sacerdotes. Constituían un partido opuesto a los fariseos (Ant. 113, 10, 6), que daban una gran importancia a la tradición de los antiguos, y a los qumranitas, que se aislaron y tuvieron un desarrollo propio, más exacerbado que los fariseos.[6]

Los saduceos se decían ser hombres únicamente de la Torá. Esto significa que solamente tomaban como autoridad el Pentateuco o los llamados libros de Moisés. Por consiguiente, no creían en:

  • La resurrección y la retribución en el más allá, afirmando que el alma muere juntamente con el cuerpo (Mt. 22:23-33; Hch. 23:8; Ant. 18, 1, 4; Guerras 2, 8, 14). 
  • La existencia de los ángeles y de los demonios (Hch. 23:8).
  • La predestinación, a la que oponían el libre albedrío. Enseñaban que sufrimos las consecuencias directas de nuestros actos, buenos o malos, aquí en la tierra, y que aparte de esto Dios no se ocupa de nuestra conducta (Ant. 13, 5, 9; Guerras 2, 8, 14).[7] 

El cristianismo y la resurrección del cuerpo

Es importante destacar que uno de los distintivos del cristianismo cuando se examina a la luz de otras religiones, filosofías o sistemas de creencia es que la salvación del hombre comprende la resurrección de su cuerpo. Dos de los pasajes más claros con relación a la resurrección de los creyentes se encuentran en la carta de 1 Corintios 15 y en la epístola a los Filipenses 3.

35 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? 36 Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. 37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; 38 pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo. 39 No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. 40 Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. 41 Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. 42 Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. 43 Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. 44 Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. 45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. 46 Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. 47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. 48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. 50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. 51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. (1 Corintios 15:35-53)

20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. (Filipenses 3:20-21)

Mateo 22:28 – "En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?"

La pregunta de los saduceos sobre la ley del levirato (del latín "levir" - cuñado)

El Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia de Alfonso Ropero Berzosa enseña lo que sigue:

El matrimonio por levirato existió en el Antiguo Oriente como un medio de asegurar la herencia familiar, estableciendo que la viuda debía pasar siempre a la familia del marido. Según el AT, la viuda de un hombre que muere sin hijos debe casarse con su cuñado a fin de conseguir descendencia para el difunto (cf. Gn. 38:8; 35:22; 49:4). El primogénito de los hijos de esta nueva unión debía heredar los bienes y el nombre del fallecido (Dt. 25:5-6). El interesado se podía librar de esta obligación, pero en tal caso debía soportar una reprensión pública (Dt. 25:7-10); el deber de casarse podía entonces transmitirse a un pariente más alejado (cf. Rt. 4:1-10). Estas disposiciones legales buscaban mantener la integridad patrimonial de la familia e impedir la extinción de la estirpe y del nombre de un hombre muerto prematuramente o privado de descendencia. La costumbre del matrimonio por levirato existía todavía en tiempos de Jesús (Mt. 22:24).[8]

La importancia de la ley del levirato puede verse en la historia de Onán en Génesis 38:8-10. 

Entonces Judá dijo a Onán: Llégate a la mujer de tu hermano, y despósate con ella, y levanta descendencia a tu hermano. Y sabiendo Onán que la descendencia no había de ser suya, sucedía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, vertía en tierra, por no dar descendencia a su hermano. 10 Y desagradó en ojos de Jehová lo que hacía, y a él también le quitó la vida. (Génesis 38:8-10)

Sabemos que los saduceos no estaban interesados en saber la respuesta, puesto que no creían en la resurrección de los muertos. Sin embargo, su pregunta estaba basada en Deuteronomio 25:5-10.

Cuando hermanos habitaren juntos, y muriere alguno de ellos, y no tuviere hijo, la mujer del muerto no se casará fuera con hombre extraño; su cuñado se llegará a ella, y la tomará por su mujer, y hará con ella parentesco. Y el primogénito que ella diere a luz sucederá en el nombre de su hermano muerto, para que el nombre de este no sea borrado de Israel. Y si el hombre no quisiere tomar a su cuñada, irá entonces su cuñada a la puerta, a los ancianos, y dirá: Mi cuñado no quiere suscitar nombre en Israel a su hermano; no quiere emparentar conmigo. Entonces los ancianos de aquella ciudad lo harán venir, y hablarán con él; y si él se levantare y dijere: No quiero tomarla, se acercará entonces su cuñada a él delante de los ancianos, y le quitará el calzado del pie, y le escupirá en el rostro, y hablará y dirá: Así será hecho al varón que no quiere edificar la casa de su hermano. 10 Y se le dará este nombre en Israel: La casa del descalzado. (Deuteronomio 25:5-10)

¿Cuál era el propósito de la pregunta de los saduceos?

Es muy probable que la pregunta que le hicieron los saduceos a Jesús haya tenido el propósito de legitimar su creencia en la no resurrección, debido a que encontraban que Deuteronomio 25:5-10 planteaba muchos inconvenientes con relación a la misma. La idea central de la pregunta era establecer que la resurrección era irracional, por lo tanto, absurda.

La contestación de Jesús a los saduceos

Mateo 22:29 – "Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios".

Algunas de las verdades que se desprenden de la afirmación expuesta por Jesús son las siguientes:

  • Es un mandato de Dios conocer las Escrituras.
  • El desconocimiento de las Escrituras continúa siendo un problema común. 
  • Es preciso juzgar todas las cosas sobre la base de las Escrituras.

Dos errores hermenéuticos cometidos por los saduceos:

  1. Establecer una verdad sobre un pasaje cuyo tema es otro.
  2. Afirmar una verdad sin considerar los pasajes más claros sobre el tema de estudio.

Dios creó al hombre del polvo de la tierra, colocó en él aliento de vida y vino a ser el hombre un alma viviente para habitar en el paraíso. En su segunda venida, Dios le proveerá al alma de los creyentes un cuerpo glorificado para habitar en el nuevo paraíso; el cielo nuevo y la tierra nueva.

Primer argumento de Jesús sobre la resurrección

Mateo 22:30 – "Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo".

Como expusiéramos previamente, los saduceos no creían en los ángeles, pero en la respuesta de Jesús vemos que afirma su existencia. Jesús no está enseñando que los santos se convertirán en ángeles en la resurrección, sino que estos mantendrán entre sí una relación similar a la de los ángeles. Los creyentes no se reproducirán en el estado glorificado. El relato paralelo en el evangelio de Lucas nos ayuda a entender mejor lo expresado por Jesús.

34 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento; 35 mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento. 36 Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.  (Lucas 20:34-36)

Segundo argumento de Jesús sobre la resurrección

Mateo 22:31-32 – " 31 Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: 32 Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos".

Los evangelios sinópticos de Marcos y Lucas señalan cuál es el pasaje de referencia en la afirmación de Jesús a los saduceos.

Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? (Marcos 12:26)

Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. (Lucas 20:37)

El contexto en el que Dios le habló a Moisés en medio del zarzal que ardía en el Monte Horeb se halla en Éxodo 3:4-6.

Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. (Éxodo 3:4-6)

Dios se reveló a Moisés como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob y no como el Dios que estos tuvieron en vida. De manera que, en la declaración de Dios a Moisés en Éxodo 3:6 se expone que los creyentes no mueren, por cuanto pasan a morar con su Señor. Jesús está validando la resurrección de los muertos, aquello que los saduceos no creían y que utilizaron como base para su pregunta.

El punto central del argumento de Jesús es que los que mueren salvos están vivos. Por esta razón, los tales regresarán en la resurrección final para disfrutar de cada una de las promesas hechas a los creyentes que habrán de cumplirse en el nuevo cielo y en la nueva tierra (Ap. 21-22), como lo enseña Pablo en 1 Tesalonicenses 3 y 4.

13 Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. (1 Tesalonicenses 4:13-14)

para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos. (1 Tesalonicenses 3:13)

Como vemos en la primera carta a los tesalonicenses, todos y cada uno de los que murieron en Cristo regresarán con él en su segunda venida.

Conclusión

La razón por la que muchos creen y viven bajo premisas falsas es porque no conocen las Escrituras y no la conocen porque desobedecen el mandato de escudriñarlas. La única forma de conocer verdaderamente a Dios es por medio de lo que él ha revelado sobre sí mismo en la Biblia. Por consiguiente, ignorando la palabra de Dios estaremos errando constantemente, cayendo en el campo de la especulación y de la subjetividad como lo estuvieron los saduceos.



[1] Josefo, Flavio. Antigüedades de los judíos (Colección Historia) (Spanish Edition). Editorial CLIE. Edición de Kindle.

[2] Ibid.

[3] Ibid.

[4] Ibid.

[5] Ibid.

[6] Alfonso Ropero Berzosa. Gran Diccionario Enciclopédico De La Biblia (Posición en Kindle102242-102248). Edición de Kindle.

[7] Ibid.

[8] Ibid.

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