Mensaje: ¿Quién es éste?
Base bíblica:
Mateo 21:1-11; Marcos 11:1-11; Lucas 19:29-44; Juan 12:12-19
Introducción
El contexto inmediato a Mateo 21 se halla en Juan 11:55-12:11. La fiesta de la pascua estaba cerca y muchos se encontraban en Jerusalén para celebrarla. Algunos de los que se encontraban allí se preguntaban si Jesús asistiría mientras que, “los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno supiese dónde estaba, lo manifestase, para que le prendiesen” (Juan 11:57).
Seis días antes, Jesús fue ungido en Betania donde estaba Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. Esto provocó que muchos al saberlo vinieran a verlos. “Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús” (Juan 12:10-11)
Exposición del texto
1 Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos,
Es importante señalar que los últimos ocho capítulos del evangelio de Mateo se centran en los acontecimientos de la última semana de Jesucristo. El primer anuncio que se hizo público fue el nacimiento de Jesús. Este evento responde a la llegada de los magos de oriente y a la orden de Herodes de matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores. Sabemos por la Escritura que el nacimiento de Jesús no tuvo ningún impacto en la vida de los principales sacerdotes y los escribas, aunque Mateo presenta que Herodes y toda Jerusalén se turbaron con el anuncio (Mateo 2:3).
Luego de tres años y medio de ministerio, Jesús regresa a Jerusalén para realizar su entrada formal como el Mesías anunciado por los profetas. El pasaje dice que vinieron a “Betfagé, que (en arameo significa ‘lugar de higos jóvenes’). Aldea en el monte de los Olivos en el camino que va de Jericó a Jerusalén (o cerca del mismo) y cerca de Betania”. [1]
2 diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. 3 Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.
En los evangelios de Marcos y de Lucas, respectivamente, vemos en este punto de la historia lo siguiente:
1- El asno no había sido montado, “en el cual ningún hombre ha montado” (Marcos 11:2; Lucas 19:30)
2- Cuando desataban los asnos, los dueños les preguntaron: “¿Qué hacéis desatando el pollino?” (Marcos 11:5); “¿Por qué desatáis el pollino?” (Lucas 19:33)
Es maravilloso entender que en la soberanía de Dios todo está debidamente ordenado. Dios había hecho provisión incluso de estos detalles, quizás pequeños para algunos y desapercibidos por otros. A esto llamamos la doctrina de la providencia divina. Esto significa que Dios dispuso y proveyó para que su voluntad se cumpla.
Los dos discípulos no le preguntan a Jesús para qué necesitaba estos asnos o burros. La contestación que los dos discípulos debían dar a quien les preguntara sobre el porqué desataban los burros, “El Señor los necesita; y luego los enviará”. La misma afirma que Jesús es el Señor. El comentarista William Hendriksen expone sobre el particular lo que sigue:
“Nótese también “el” Señor, no simplemente “vuestro” Señor; más bien, el Señor de todo con el derecho de reclamarlo todo para su uso”.[2]
Que Jesús sea el Señor implica que debemos obedecerlo, así como que todo cuanto tenemos le pertenece. Sin embargo, esta segunda idea está ausente en la vida de muchos llamados cristianos, para quienes Jesús es alguien al cual acercarse para pedirle y no alguien a quien deben honrar con todo lo que tienen.
4 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: 5 Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, Manso, y sentado sobre una asna, Sobre un pollino, hijo de animal de carga. 6 Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; 7 y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.
El evangelio de Juan hace la aportación siguiente:
Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho. (Juan 12:16)
A pesar de que sus discípulos no entendieron estas cosas al momento, no obstante, obedecieron a su Señor. Posteriormente pudieron entender el propósito de todo aquello. Los cristianos están llamados a obedecer la palabra de Dios y no a cuestionarla, aunque al principio no entiendan su propósito. El Señor se encargará, a su tiempo, de darlo. Un ejemplo de esto, puede verse en la relación de los padres y sus hijos. Los hijos no tienen que entenderlo todo, sino que deben confiar en que sus padres los aman y que buscan lo mejor para ellos. De la misma manera en la que los hijos son llamados a obedecer a sus padres, los creyentes son llamados a obedecer a Dios.
La expresión “He aquí, tu Rey viene a ti” significa que había llegado el momento profetizado tan esperado por el pueblo, el Mesías había llegado a Jerusalén. Es importante destacar que, independientemente de que ellos lo entendieran o de que no lo entendieran, Jesús es el Señor. La Biblia muestra que Jesús no lo sería como ellos lo esperaban. Jesús les había declarado que su reino no sería establecido como se establecen los reinos terrenales.
25 Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. 26 Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, 27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; 28 como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mateo 20:25-28)
Debemos tener cuidado de presentar a un Jesús que solamente es rey de su iglesia, porque él es rey de todo lo creado, es decir, que él es rey sobre los impíos. Por consiguiente, los impíos darán cuenta ante él, por haberlo rechazado.
Cuando miramos lo narrado en Mateo 21:9, notamos una similitud con lo ocurrido con Salomón, el hijo de David, cuando fue llamado a ser el nuevo rey de Israel en 1 Reyes 1:38-43.
38 Y descendieron el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaía hijo de Joiada, y los cereteos y los peleteos, y montaron a Salomón en la mula del rey David, y lo llevaron a Gihón. 39 Y tomando el sacerdote Sadoc el cuerno del aceite del tabernáculo, ungió a Salomón; y tocaron trompeta, y dijo todo el pueblo: ¡Viva el rey Salomón! 40 Después subió todo el pueblo en pos de él, y cantaba la gente con flautas, y hacían grandes alegrías, que parecía que la tierra se hundía con el clamor de ellos. 41 Y lo oyó Adonías, y todos los convidados que con él estaban, cuando ya habían acabado de comer. Y oyendo Joab el sonido de la trompeta, dijo: ¿Por qué se alborota la ciudad con estruendo? 42 Mientras él aún hablaba, he aquí vino Jonatán hijo del sacerdote Abiatar, al cual dijo Adonías: Entra, porque tú eres hombre valiente, y traerás buenas nuevas. 43 Jonatán respondió y dijo a Adonías: Ciertamente nuestro señor el rey David ha hecho rey a Salomón; (1 Reyes 1:38-43)
El primer anuncio profético sobre el Mesías que vendría de Judá y la imagen del asno en su ministerio provienen de Génesis 49:8-11.
8 Judá, te alabarán tus hermanos; Tu mano en la cerviz de tus enemigos; Los hijos de tu padre se inclinarán a ti. 9 Cachorro de león, Judá; De la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, Así como león viejo: ¿quién lo despertará? 10 No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos. 11 Atando a la vid su pollino, Y a la cepa el hijo de su asna, Lavó en el vino su vestido, Y en la sangre de uvas su manto. (Génesis 49:8-11)
La profecía a la que Mateo hace referencia al momento de escribir su evangelio es la de Zacarías 9:9. Es necesario indicar que hay una combinación de dos pasajes en la manera en la que Mateo redactó Mateo 21:5, ya que la introducción sobre el cumplimiento de la profecía de Zacarías inicia con un encabezado que proviene de Isaías 62:11.
Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, Manso, y sentado sobre una asna, Sobre un pollino, hijo de animal de carga. (Mateo 21:5)
He aquí que Jehová hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra. (Isaías 62:11)
Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. (Zacarías 9:9)
La manera en la que Jesús entra montado en un asno a Jerusalén siendo el rey prometido fue inusual al igual que muchas cosas en su vida. Por ejemplo, este Rey no escogió nacer dentro de una familia rica o de la aristocracia, sino que escogió hacerlo en el seno de una familia humilde de Belén de Judea. Por tanto, no nace dentro de un castillo, sino en un pesebre rodeado de animales domésticos. Su nacimiento no provocó una enorme fiesta, sino la turbación de Herodes, de los principales sacerdotes y escribas, así como la de toda Jerusalén. A su nacimiento únicamente hicieron acto de presencia unos pastores de la región y posteriormente, unos sabios que venían de oriente. No estudiaría a los pies de los mejores rabinos de su época, como lo hiciera Pablo con Gamaliel, sino que su sabiduría provenía de quien él era y de su sumisión al Padre. Sus doce discípulos estaban constituidos por pescadores y un recolector de impuestos, entre otros. No había entre ellos escribas, sacerdotes o alguno de los principales líderes de su época. Su ministerio no se desarrollaría en la gran ciudad de Jerusalén, sino que se desarrollaría en la ciudad costera de Capernaum y en las aldeas aledañas. Sin embargo, todo en su vida hablaba de su grandeza. Su vida de obediencia perfecta a la ley, su manera de enseñar y predicar, sus milagros y sobre todo, su manera inusual de relacionarse con personas consideradas por la sociedad como no gratas e incluso inmundas, las cuales transformaba como un acto de su soberana gracia.
8 Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.
Hoy muchos se ilusionan con tener seguidores. Otros dan por sentado que cualquier actividad es evidencia de servicio cristiano y de entrega piadosa. Algunos creen que el crecimiento de la iglesia se evidencia por la cantidad de personas que se pueden congregar. Pensamos que el pastor y el trabajo de la congregación pueden hacer que más personas se salven. Pero ¿son estas ideas bíblicas? ¿Reflejan la verdad de lo que la Biblia presenta sobre la salvación? La contestación a estas preguntas es que no, porque solamente procederán a salvación todos los que fueron escogidos por Dios para salvación.
9 Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! (“¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!” Marcos 11:10)
Previamente, Jesús les había prohibido decir a los discípulos que era el Cristo. Así que los discípulos no fueron los que iniciaron las ovaciones de la multitud.
Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo. (Mateo 16:20)
La aclamación “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” es una de carácter mesiánico. El término “Hosanna” es una “exclamación indeclinable de alabanza en arameo, que significa literalmente, Salva, te ruego[3]”. La expresión “Hijo de David” es una afirmación de que Jesús es el cumplimiento del Mesías anunciado a David. “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” significa que Dios ha cumplido su promesa en la persona de Jesús. “¡Hosanna en las alturas!” implica una petición, que Dios los salve ahora.
¿De qué esperaba ser salva o librada la multitud? Los eventos de la última semana del ministerio de Jesús mostrarán que la liberación que el pueblo buscaba era la salvación de la opresión que les causaba el estar subyugados al Imperio romano y no al estado de esclavitud y de muerte en el que se encontraban producto de su propio pecado.
Con relación al uso del Salmo 118 entre los judíos, el comentarista judío Alfred Edersheim expone lo que vemos a continuación:
Con toda verdad, pues, interpretaban y aplicaban el salmo, alabanza antigua y nueva davídica que se mezclaba con sus aclamaciones. Al mismo tiempo hay que recordar que, según la tradición judía (Sal. 118:25–28), también se cantaba antifonalmente por el pueblo de Jerusalén cuando iban a dar la bienvenida a los peregrinos festivos a su llegada, y estos últimos siempre respondían con la segunda cláusula de cada versículo, hasta que se llegaba al último versículo del salmo (v. 29) en que los dos grupos cantaban al unísono, y se añadía el versículo 17 del Salmo 103, que era la conclusión (Mid. sobre Sal. 118, ed. Vars., p. 85 b, últimas tres líneas, y p. 86 a). [4]
Una gran parte de la multitud cantaba bajo la emoción del momento, pero recordemos que por tres ocasiones consecutivas, Jesús les habló a sus discípulos sobre lo que le esperaba en la ciudad de Jerusalén, la muerte. De modo que este no estaba impresionado por lo que ocurría, como si fuera un augurio de que tal vez algo diferente sucedería, pues el plan determinado por Dios se cumpliría en su totalidad.
Lo ocurrido en la entrada triunfal acontece en muchos servicios dominicales, donde muchos participan de una adoración falsa, por cuanto no se puede adorar a quien no se conoce. Peor aún, alabando a un Jesús fabricado en su mente y moldeado a su gusto. La razón por la que vemos en muchas iglesias un sobre énfasis en la música y poca predicación se debe a que es un medio fácil de atraer personas, de manipularlas y de crear una atmósfera emotiva que pasa falsamente como adoración y espiritualidad.
La verdadera adoración no consiste en lanzar mantos al aire ni en clamar a gran voz. La verdadera adoración consiste en postrarse con humildad como reconocimiento de nuestra indignidad y de la grandeza de Aquel ante quien estamos. Al verdadero discípulo no hay que motivarlo con música el domingo, pues viene de una semana en la que ha buscado adorar a su Rey por medio de la obediencia a su palabra, a través de las decisiones que toma y en la manera en la que se relaciona con su prójimo.
El evangelio de Lucas presenta un momento importantísimo relacionado con lo que sería el futuro de la ciudad de Jerusalén.
37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! 39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40 Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. (“Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él. Unos griegos buscan a Jesús”. (Juan 12:19) 41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. 43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.” (Lucas 19:37-44)
Sobre el anuncio del juicio que vendría sobre Jerusalén el comentarista Alfred Edersheim asevera lo siguiente:
El contraste era realmente terrible entre la Jerusalén que se levantaba ante Él en toda su hermosura, gloria y seguridad, y la Jerusalén que Él veía en visión apenas perceptible en el horizonte con el campamento del enemigo alrededor por todos lados, estrechándola más y más cerca en su abrazo mortal, y con la misma «estacada» que las legiones romanas edificaron a su alrededor (Josefo., Las Guerras de los Judíos V.6.2; 12); luego otra escena en el cambiante panorama, y la ciudad yacía en ruinas por el suelo, las piedras mezcladas con los cuerpos ensangrentados de sus hijos; y aún otra escena: el silencio y la desolación de muerte por la mano de Dios; ¡ni una piedra dejada encima de otra! Conocemos demasiado bien lo literalmente que esta visión pasó a la realidad; y con todo, aunque pronunciada como profecía por Cristo, y con su razón claramente enunciada, Israel en aquel día no comprendió las cosas que pertenecían a su paz, y las piedras desparramadas de su dispersión están clamando en testimonio contra él. [5]
Zacarías 14 profetizaba lo que sigue:
1 He aquí, el día de Jehová viene, y en medio de ti serán repartidos tus despojos. 2 Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo no será cortado de la ciudad. 3 Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. 4 Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur. 5 Y huiréis al valle de los montes, porque el valle de los montes llegará hasta Azal; huiréis de la manera que huisteis por causa del terremoto en los días de Uzías rey de Judá; y vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos. 6 Y acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura. (Zacarías 14:1-6)
10 Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? 11 Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.
Al inicio del evangelio, Mateo relata cómo el nacimiento de Jesús turbó a Jerusalén, posteriormente también relata cómo su entrada como el rey profetizado conmovería a Jerusalén nuevamente, pero no para arrepentimiento de sus pecados y para fe en él. La ciudad que había vivido por siglos esperando la llegada de su Rey, no lo conocería, lo juzgaría y lo condenaría a muerte, lo que traería subsiguientemente el cumplimiento del lamento de Jesús en Lucas sobre Jerusalén (Lucas 19:37-44).
Conclusión
El pasaje de estudio nos confronta con la realidad de nuestra incapacidad de poder ver en Jesús el Salvador de nuestra propia maldad y pecaminosidad. Nada en el ministerio de Jesús fue sin propósito o al azar. Dios ordenó y proveyó todo para que su plan de redención se realizara de acuerdo con su voluntad soberana. Por ende, los creyentes podemos confiar en que su plan no solo será para su gloria, sino que también redundará en la bendición de todos aquellos que en su gracia serán reconciliados con él, a través de la obra de Jesús. ¡Alabado sea Dios por su bendito plan de salvación en Cristo!
[1] J.D. Douglas, Nuevo Diccionario Bíblico: Primera Edición (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 2000).
[2] William Hendriksen. El Evangelio Según San Mateo (Posición en Kindle17840-17841). Libros Desafío. Edición de Kindle.
[3] Alfred E. Tuggy. Léxico Griego Español del Nuevo Testamento. Edición Digital preparada por EBH para e-Sword.
[4] Alfred Edersheim, Comentario Bíblico Histórico, trans. George Peter Grayling and Xavier Vila (VILADECAVALLS (Barcelona) ESPAÑA: Editorial CLIE, 2009), 1134.
[5] Alfred Edersheim, Comentario Bíblico Histórico, trans. George Peter Grayling and Xavier Vila (VILADECAVALLS (Barcelona) ESPAÑA: Editorial CLIE, 2009), 1134.
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