lunes, 24 de agosto de 2020

Ten misericordia de nosotros - Mateo 20:29-34

Mensaje: “Ten misericordia de nosotros

Base bíblica: Mateo 20:29-34; Marcos 10:46-52; Lucas 18:35-43

Introducción

El relato que expondremos a continuación presenta una “aparente contradicción”, ya que, según el evangelio de Mateo, ocurre un milagro con dos ciegos mientras que en los evangelios de Marcos y de Lucas se habla de un ciego. El comentarista presbiteriano Albert Barnes del siglo XIX nos ayuda a entender la discrepancia en el siguiente comentario.

Mateo dice que había dos. Marcos menciona solo uno, aunque no niega que hubo otro. Menciona a este hombre porque era muy conocido: Bartimeo, el "ciego".

Recordemos que Jesús se dirige a Jerusalén a dar su vida en rescate por muchos. Él les ha comunicado a sus discípulos esta verdad en tres ocasiones diferentes (Mt. 16:21; 17:22-23; 20:18-19), luego de haber establecido que él es la roca sobre la cual se fundamenta la iglesia (Mt. 16:18). Aunque los discípulos no entienden la razón por la que a Jesús le es necesario ir a Jerusalén, no obstante, lo siguen, como lo sigue todo verdadero discípulo (Lc. 18:34).

El contexto inmediato al encuentro entre los dos ciegos y Jesús, fue la declaración de Jesús de que su muerte sería el pago o el rescate por muchos, su iglesia.

como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mateo 20:28)

Veremos en el texto de estudio cómo la gracia soberana de Dios llama a salvación a los que nadie hubiera pensado jamás llamar.

Exposición del texto

La soberana misericordia de Dios

29 Al salir ellos de Jericó, le seguía una gran multitud. 30 Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!

Para la cultura oriental de aquel tiempo (y en algunas culturas hoy), si una mujer no podía quedar embarazada o si un hombre nacía con una malformación o alguna condición congénita, entre otras condiciones, estas serían interpretadas como un juicio divino. En Juan 9, podemos ver un ejemplo claro de lo expuesto, en el relato de la sanación del ciego de nacimiento.

1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? 34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron. (Juan 9:1-2, 34).

Al salir Jesús y sus discípulos de Jericó, “le seguía una gran multitud”. Sin embargo, el pasaje presenta que únicamente “dos ciegos” recibieron de Dios entendimiento pasa reconocer que Jesús era el “Señor, Hijo de David”.

Es importante destacar que los ciegos preguntaron, al oír al gentío que se acercaba, qué pasaba y la respuesta que recibieron era que estaba pasando “Jesús nazareno”.

35 Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando; 36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. 37 Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno. (Lucas 18:35-37)

Según Mateo 1:21, el nombre Jesús significa “él salvará a su pueblo de sus pecados”. Este nombre era de uso común entre muchos hombres. La multitud señaló a Jesús como “Jesús de Nazaret”. Esto servía al propósito de identificar la procedencia de este Jesús. Pero aquel día, Dios cambiaría las vidas de estos ciegos para siempre. Los mismos se encontraban “mendigando”, esto es, esperando que alguien se compadeciera de ellos. En su gracia, Dios les permitiría ver y encontrar en Cristo todo lo que los hombres necesitan para la vida y la piedad. De manera que los dos ciegos claman a viva voz “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!” y no “Jesús nazareno”. 

La expresión de los ciegos es una profunda porque en ella se reconoce lo siguiente: 

1- Jesús es el cumplimiento del juramento por Dios a la casa de David (2 Samuel 7:12-16; Salmos 89:3-4,35-36; Hechos 2:29-36).

2- Jesús es el Señor o Rey enviado por Dios.

3- La misericordia salvífica de Dios se halla en Jesús, fuera de él solamente existe juicio y condenación.

31 Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!

La multitud reprendió a los ciegos para que se callaran. En este acto, podemos ver evidencia del egoísmo irracional característico de la naturaleza caída que heredamos por causa del pecado original. Nuestro pensamiento concebiría que algunos de entre la gran multitud les hubieran abierto paso a los ciegos para conducirlos a Jesús, pero eso no pasó. A pesar de esto, los dos ciegos no se callaron, pues “ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros”.

32 Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? 33 Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. 34 Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron.

Vemos una enorme diferencia entre la respuesta de Jesús ante los ciegos y el de la multitud. Mateo expone que Jesús se compadeció de ellos. Es aquí donde hay que tener cuidado de no pensar que Jesús debe o tiene que compadecerse de todos los que se acercan a él. Jesús señaló en el evangelio de Juan que la misericordia de Dios se muestra al traer hombres comunes a su Hijo para salvación.   

Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. (Juan 6:37)

Jesús afirmó que todos los que se acercan a él traídos por su Padre no los echa fuera. El pasaje no dice que todos los que se acercan a Jesús por cualquier razón serían recibidos.

Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. (Juan 6:39)

Jesús es el Salvador de todos los hombres que el Padre le da. Ninguno de ellos quedará en su estado de muerte, sino que resucitarán con él. Otra declaración categórica que Jesús hizo y que muchos llamados cristianos resisten es la que sigue: 

Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. (Juan 6:44)

Existe una suposición errónea en el pensamiento de muchos cristianos sobre que Dios debe tener misericordia para con todos de la misma manera. La Escritura no enseña tal cosa. En primer lugar, porque no merecemos su misericordia. De modo que no podemos demandarla o exigirla. En segundo lugar, la Biblia enseña que Dios concede su gracia salvífica sobre los que él quiere.

15 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. 16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. (Romanos 9:15-16)

De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. (Romanos 9:18)

Es asombroso que Dios escogiera hacer participantes de su bendita gracia a estos dos ciegos. Esto no debería sorprendernos porque así es como Dios actúa.

26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. (1 Corintios 1:26-29)

Los dos ciegos “recibieron la vista; y le siguieron” (Mateo 8:34). Otro dato importante que debemos considerar está contenido en Marcos 10.

49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50 Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. (Marcos 10:49-50)

Vemos en Marcos que los dos ciegos, inmediatamente escucharon que Jesús los llamaba, dejaron su capa y vinieron a él. La capa de un mendigo era todo lo que poseía para refugiarse, pero estos dos ciegos, por la gracia de Dios, encontrarían en Jesucristo un maravilloso refugio de salvación y vida eterna. La verdad teológica es que cuando Dios llama a alguien a salvación, ningún obstáculo será lo suficientemente grande (la multitud, la capa) para detenerlo de venir a Jesús. Además, nada será más valioso en su vida que Jesús.

La fe salvífica no es un mero reconocimiento cognitivo parcial de quién es Jesús. La fe verdadera lleva a los santos a seguir a Jesús, así como estos dos ciegos lo hicieron. Por consiguiente, aquel que asevera haber recibido salvación en Jesús, pero no lo sigue, a sí mismo se engaña.

Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios. (Lucas 18:43)

Conclusión

La misericordia de Dios en la salvación es un acto inmerecido, pues es otorgado por su libre y sola voluntad. Este acto es recibido únicamente por aquellos que desde antes de la fundación del mundo fueron escogidos para esta gracia. Sin embargo, Dios muestra su gracia común para con todos al proveer todo lo necesario para la existencia.  

Aquellos a los que Dios les concede ojos para ver en Jesucristo la salvación de sus vidas, deben vivir eternamente agradecidos caminando con él, es decir, siguiéndolo como los dos ciegos en el pasaje de estudio. Sin lugar a dudas, una de las mejores evidencias de que se ha sido salvo, es la perseverancia en el santo evangelio. ¡Alabado sea Dios por su bendita gracia!

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